Los gobernadores y la mujer del César
Columna JFM

Los gobernadores y la mujer del César

Ayer en una conferencia ante un grupo de empresarios hablábamos de la indolencia con que mucho políticos abordan el tema del crimen organizado, sobre todo en la posibilidad de la penetración de éste en las estructuras partidarias, y el descuido constante o la justificación permanente ante los casos en los que esa relación, directa o indirectamente, se da.

Ayer en una conferencia ante un grupo de empresarios hablábamos de la indolencia con que mucho políticos abordan el tema del crimen organizado, sobre todo en la posibilidad de la penetración de éste en las estructuras partidarias, y el descuido constante o la justificación permanente ante los casos en los que esa relación, directa o indirectamente, se da.

Ponía el ejemplo, que publicábamos en esta columna, de la relación de dos hermanos del asesinado ex gobernador de Colima, Silverio Cavazos, y de un hermano y un primo hermano de su sucesor, Mario Anguiano, con el crimen organizado en esa entidad. Relaciones que no son de oídas sino de personas, de familiares detenidos y procesados. Hablamos también de Greg Sánchez, de Leonel Godoy y de otros políticos que llegan a importantes puestos de elección popular, con ese tipo de familiares incómodos. Pero el caso de Colima, con la muerte de Silverio Cavazos, me temo que merece una reflexión adicional.

Escuchaba también ayer al gobernador Anguiano en una entrevista con Carlos Loret, en la que el mandatario decía que había distintas hipótesis para el crimen y destacaba la venganza política, hablando de las diferencias y ataques que sufría el ex gobernador de sectores de la oposición pero sobre todo de grupos del propio PRI. E incluso señalaba en el corazón de esas críticas, al antecesor de ambos, Fernando Moreno Peña, haciéndose eco de las palabras de la viuda de Silverio Cavazos en su exequias.

Es muy grave que un gobernador en funciones deje algo más que entrever, sobre la responsabilidad de un personaje público, más en este caso un ex gobernador con mucho peso en el estado, como es Moreno Peña, en un asesinato de estas características. Es público que Moreno Peña se opuso en su momento a la candidatura de Cavazos y luego a la de Anguiano, y que critica a ambos públicamente. En ese sentido,  la esposa de Silverio Cavazos tiene todo el derecho del mundo de señalar a quien quiera, en última instancia suya es la pérdida brutal de un esposo, de un compañero. Pero un mandatario no puede convertirse en una suerte de ministerio público en una investigación que está llevando su propio gobierno, y para colmo señalando la posibilidad de que el responsable sea uno de sus principales adversarios internos.

Por cómo ocurrieron los hechos no parece ser una venganza política. Existe constancia de que Silverio Cavazos hizo señas a la gente de su custodia de que dejara acercar la camioneta en la que viajaban los hombres que lo privaron de la vida, lo que podría indicar que los conocía o los esperaba. Se asegura que salió de su casa porque alguien lo llamó con ese objetivo. La ejecución fue realizada en forma por demás profesional y la custodia, por la razón que sea, no pudo repeler la agresión. El carro utilizado había sido robado en Querétaro y tenía placas superpuestas de Michoacán. En el estado, como ha ocurrido en toda la región que estuvo bajo el control de Ignacio Nacho Coronel (Colima, Jalisco, Nayarit, parte de Michoacán) de sde la muerte de éste, se han sucedido los ajustes de cuentas de todo tipo en los últimos meses. Por supuesto que no se puede desechar ninguna hipótesis, pero la lógica indicaría que estamos ante un crimen del narcotráfico.

Pero además, regresando al principio, eso fortalece una percepción que los líderes políticos tendrían que hacer suya: la mujer del César no sólo debe ser honesta, debe parecerlo. Y yo no sé, si Cavazos o Anguiano (o muchos otros políticos) que tienen la desgracia de tener familiares cercanísimos involucrados directamente en el narcotráfico, han establecido alguna relación directa o indirecta con esos grupos. Pero no deberían estar al frente de un estado, o en tareas claves de seguridad, porque se convierten en personajes vulnerables, en lo personal o en lo político. Y no se trata de hacer ninguna acusación: simplemente se genera la duda y con ella se le abre camino a los grupos criminales.

Nadie puede saber hoy con certidumbre cuál fue la causa real del asesinato de Cavazos, pero tampoco lo sabe el gobernador Anguiano. Y cuando se apresura a comenzar a señalar a otros hipotéticos responsables distintos al crimen organizado, comenzando por sus adversarios políticos, y se recuerdan las acusaciones, justificadas o no, que sus opositores internos y externos hacían y hacen contra Cavazos y Anguiano, la duda crece y para muchos se convierte en una suerte de certidumbre.

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