Seguridad: algo ha cambiado
Columna JFM

Seguridad: algo ha cambiado

El presidente Calderón debe haber recibido con satisfacción que al cumplir cuatro años en el poder, algunos de los personajes más importantes de la política actual, sobre todo de cara al futuro, hayan reconocido su labor en la lucha contra el crimen organizado: de una u otra forma en los últimos días Manlio Fabio Beltrones, Enrique Peña Nieto y en forma mucho más enfática Carlos Salinas de Gortari y sobre todo Marcelo Ebrard (“nadie le quiso entrar, lo hacían de ladito. Tampoco sería justo decir que el Ejército o la Marina-Armada de México han fallado, todos han logrado éxitos importantes”) por encima de críticas o desacuerdos lógicos hicieron un reconocimiento que, hasta ahora, había sido inédito en personajes de ese nivel.

El presidente Calderón debe haber recibido con satisfacción que al cumplir cuatro años en el poder, algunos de los personajes más importantes de la política actual, sobre todo de cara al futuro, hayan reconocido su labor en la lucha contra el crimen organizado: de una u otra forma en los últimos días Manlio Fabio Beltrones, Enrique Peña Nieto y en forma mucho más enfática Carlos Salinas de Gortari y sobre todo Marcelo Ebrard (“nadie le quiso entrar, lo hacían de ladito. Tampoco sería justo decir que el Ejército o la Marina-Armada de México han fallado, todos han logrado éxitos importantes”) por encima de críticas o desacuerdos lógicos hicieron un reconocimiento que, hasta ahora, había sido inédito en personajes de ese nivel.

Eso habla bien de ellos y demuestra, entre otras cosas que, primero, quien llegue al poder en el 2012 (con excepción de López Obrador quien ya dijo que ese no será su objetivo) tendrá que continuar una lucha que trasciende el sexenio y que marca relaciones internas de poder y también buena parte de las diplomáticas. Y segundo, y quizás más importante que eso, que quienes son observadores serios del fenómeno, tienen que haber visto que, como decíamos la semana pasada, algo está cambiando: los golpes duros, se están sucediendo en algunos de los lugares más conflictivos del país y contra diversos cárteles, mientras se comienza a recuperar control. Si en Tijuana los avances han sido notables (y nadie habla de la desaparición del narcotráfico o de los hechos de violencia, sino del control territorial y de los espacios públicos, de la existen de reglas del juego impuestas por el Estado), comienzan a verse en Juárez (la caída del líder de los Aztecas es clave en el entorno de violencia de esa ciudad) y sobre todo en Monterrey habrá avances importantes. Pese al escepticismo justificado de su gente, comienzan a alinearse los factores que permitirán que en Nuevo León, por lo menos en las principales ciudades y carreteras, las cosas comiencen a regularizarse, por la labor de coordinación, por las nuevas estrategias adoptadas y por los golpes que han recibido los principales operadores de los cárteles, tanto en ese estado como en Tamaulipas.

Al mismo tiempo, los gobernadores (la enorme mayoría de ellos con cuatro a seis años de gobierno por delante) no sólo han aceptado la estrategia del mando único sino también la del nuevo modelo policial por la sencilla razón de que les conviene y consolida sus fuerzas de seguridad pero también su control político.

Se podrá argumentar que continúa la violencia y es verdad, que tampoco, ni remotamente ha desaparecido la capacidad de operación del crimen organizado, pero en la medida en que se consoliden esos avances se podrá romper lo que es el verdadero círculo vicioso que atenaza a la ciudadanía y que gira en torno a la extorsión, el secuestro, el robo. Y quienes aspiran a la presidencia en el 2012, prefieren subirse a ese tren ahora (con la posibilidad de bajarse de él si las cosas no funcionan) que dejarlo pasar. No vaya a ser que, finalmente, la estrategia contra el crimen organizado, con todos sus costos, tenga éxito.

Pero también deben estar observando el entorno. Puede ser que a algunos no les guste la estrategia colombiana pese a sus enormes éxitos, pero ahí está el espejo de Río de Janeiro: la próxima sede del mundial de fútbol y los juegos olímpicos, tuvo que realizar una verdadera cruzada militar para tratar de recuperar territorios y romper con el poder del narcotráfico. Estamos viendo miles de soldados literalmente luchando por el control de colonias y favelas. Nadie sabe exactamente el número de muertos. Hay carros y camiones incendiados en todo Río, con bloqueos similares a los que hemos visto, sobre todo, en el noreste del país. Pero era imprescindible hacerlo si no se quería perder el control de la ciudad: sólo en Río, una ciudad extraordinaria, hay más muertos al año por ajustes de cuentas que en todo México; en por lo menos dos ocasiones, el narcotráfico, públicamente, ha impuesto un paro general en la ciudad por la detención de algunos de sus líderes; había concentraciones de centenares de narcotraficantes armados, como las que vimos en el llamado Complejo Alemao. ¿Hay diferencias?. Por supuesto: allá hay una percepción de éxito y la población, y todos los partidos políticos, han apoyado la acción desarrollada por el gobierno de izquierda más coherente que tenemos en el continente. Aquí, han tenido que pasar 36 mil muertos, para que ello comience a comprenderse, por lo menos en el círculo rojo. Pero que era imprescindible hacerlo y que los principales aspirantes a sentarse en Los Pinos en el 2012 ya lo entienden así, constituye un dato notable. Y no es por un exceso de optimismo: es porque algo ha cambiado y ellos ya lo detectaron.

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