Zedillo y su vamos a ganar
Columna JFM

Zedillo y su vamos a ganar

En la noche del martes pasado un grupo de policías federales recibió la denuncia de que a dos cuadras del hotel donde residen elementos de la PF en Ciudad Juárez, había un grupo de hombres armados vestidos de civil. Se dirigieron al lugar y se toparon con ellos. Nadie sabe exactamente qué sucedió después: los miembros de la Policía Federal dicen que le pidieron a esos hombres que se identificaran y éstos no lo hicieron y les apuntaron con sus armas. Respondieron el fuego y uno de esos hombres murió. Los custodias del presidente municipal de Juárez, Héctor Murguía, pues éstos eran los hombres armados desconocidos, dicen que recibieron la agresión en forma directa.

Me llamó la atención el “vamos a ganar” del ex presidente Ernesto Zedillo en Davos cuando le preguntaron el viernes qué pensaba del futuro de su partido en 2012. No porque sea descabellada la posibilidad de un triunfo priista en esos comicios, sino porque Zedillo no suele hablar de política interna y mucho menos de lo que sucede en el PRI. Es más, a ciencia cierta no sabíamos si el PRI seguía siendo o no su partido.

Con el ex Presidente sucede algo extraño: buena parte del priismo no lo quiere y lo sigue responsabilizando de la derrota en el año 2000. Su ruptura durísima con su antecesor, Carlos Salinas, y las secuelas de la crisis de diciembre de 94, dejaron una huella profunda, que se ahondó aún más con la pérdida (un poco inevitable) de la mayoría absoluta en el Congreso en 1997 y luego con la derrota electoral de 2000. Sin embargo, es quizás el único ex Presidente, probablemente junto con Fox, que puede caminar por la calle, ir a un restaurante y saber qué no va a tener problema con la gente o recibir un desaire. A diferencia de Carlos Salinas de Gortari, que despierta pasiones tan contradictorias que resulta difícil encontrar la objetividad en torno al político y su historia,Zedillo es visto por la gente casi como un Presidente de transición, alguien que jugó su papel y se apartó del poder.

En realidad no fue así. Zedillo jugó políticamente muy fuerte en su sexenio, primero para deslindarse del salinismo y consolidar su grupo. Cambió por lo menos cinco presidentes nacionales del PRI y desconoció, en los hechos, a la 17 Asamblea del partido que muchos percibieron como una rebelión y otros el inicio de una vida priista autónoma del Presidente. Impuso candidato a la Presidencia y sinceramente creo que trató de conservar el poder a pesar de lo que sostienen muchos priistas. Pero todo eso tuvo una ausencia de visualización política clara, una intención de marcar ritmos, pero no persistir en ellos. Después de la catástrofe económica de 95, logró recuperar el crecimiento, pero ya sin realizar las reformas que le hubieran permitido tener un verdadero despegue a la economía. Sin embargo, terminó su sexenio creciendo a 7% (una tasa que no tuvo el país en la década siguiente) y, paradójicamente, cosechó una derrota electoral histórica donde tuvo su mejor gesto político: reconocer esa derrota sin titubeos y sin dejar espacio para cualquier desestabilización posterior. Y eso es lo que recuerda la gente… y los priistas también, pero con un sentimiento encontrado.

En 2012, viendo la actual coyuntura, en la lucha histórica entre los ex presidentes priistas, pareciera que ganará mucho más Salinas de Gortari que Zedillo. Sin embargo, éste conserva espacios que son, y lo serán aún más en el futuro, importantes: los principales equipos económicos y los operadores del sector financiero surgieron en muchos casos durante el salinismo, pero se consolidaron en el gobierno deZedillo y ahí continúan, tanto en el sector público como en el privado. Y eso le da un peso y una influencia que en muchas ocasiones desperdicia por una suerte de desapego o hasta desprecio del ex Presidente para trabajar con los mismos.

Hace poco, mi amigo Francisco Garfias escribía que el presidenteCalderón no quería ser el Zedillo del PAN y que por eso la convicción presidencial de tratar de evitar un triunfo del PRI en 2012. Puede ser. En público, el presidente Calderón insiste en que no tiene obsesión alguna y que sólo desea que la elección sea limpia y que quien gane tenga toda la legitimidad del cargo. Pero, en los hechos, su lucha política es evidente: quizá no existe obsesión pero, a diferencia de Zedillo, el presidente Calderón pareciera decir con su accionar que no abandonará ese barco sin luchar por él. Como Zedillo se acercó al PRD para deslindarse del salinismo (con la reforma electoral de 96, el triunfo deCárdenas en 97 o la buena relación con  López Obrador, que llevó a que se le otorgara la candidatura del DF cuando no reunía los requisitos de residencia en la ciudad) ahora también lo está haciendo Calderóncon Marcelo Ebrard (quien, al igual que el presidente Calderón y queZedillo, también está en Davos, ¿se reunirán los tres?).

Y existe otra diferencia que resulta notable y que, pase lo que pase en 2012, no permitirá que Calderón sea el Zedillo del PAN: la llamada guerra contra el narcotráfico. Nadie se lanza a un enfrentamiento tan brutal sin salir con algunas medallas y varias heridas. Nadie puede pasar por ella sin aceptar sus costos, asumiendo que los beneficios sólo se recogerán en el futuro. Les ha pasado a todos los líderes que han marchado a una guerra, hasta a los que las ganaron.

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