EU y la narcoinsurgencia en México
Columna JFM

EU y la narcoinsurgencia en México

¿Hay una narcoinsurgencia en México?¿Están realmente los cárteles de la droga buscando el poder en nuestro país?. Ayer el subsecretario de la Defensa de los Estados Unidos Joseph Westphal lo dijo, como aquí lo apuntamos, en una conferencia en Utah. Más tarde, no desmintió sus dichos, pero destacó que esa no era la posición del gobierno estadounidense. Lamento, concluyó, que mis declaraciones inexactas pudieran haber causado preocupación en nuestros socios y amigos de la región, especialmente en México”.

¿Hay una narcoinsurgencia en México? ¿Están realmente los cárteles de la droga buscando el poder en nuestro país? Ayer, el subsecretario de la Defensa de Estados Unidos, Joseph Westphal lo dijo, como aquí lo apuntamos, en una conferencia en Utah. Más tarde, no desmintió sus dichos, pero destacó que esa no era la posición del gobierno estadunidense. “Inadecuadamente caractericé a América Latina como un punto ciego estratégico, dio a conocer en un comunicado. Mi declaración también caracterizó erróneamente al desafío que suponen los cárteles de la droga mexicanos como una forma de insurgencia. Mis comentarios no son ni nunca han sido la política del Departamento de Estado o del gobierno de Estados Unidos hacia América Latina. Lamento, concluyó, que mis declaraciones inexactas pudieran haber causado preocupación en nuestros socios y amigos de la región, especialmente en México”.

Pero en realidad no rectificó su opinión: “Lo que no quiero —dijo— es que algún día nos veamos en la situación de enviar soldados estadunidenses (…) para obtener información o combatir la insurgencia en violación a la Constitución”.

No es la suya, obviamente, la posición oficial del Departamento de Estado, pero ya Hillary Clinton y Janet Napolitano, secretarias de Estado y de Seguridad Interior, respectivamente, se han visto comprometidas con declaraciones similares. Esa percepción existe del otro lado de la frontera y se está extendiendo.

Sin embargo, eso no la hace una verdad, y ello es lo que convierte esa percepción en más peligrosa aún. Los cárteles mexicanos no son una narcoinsurgencia, no buscan tomar el poder: utilizan, por supuesto los espacios de poder, quieren tener, porque lo necesitan, control territorial suficiente para poder operar y, algunos de ellos, particularmente Los Zetas, por su origen y formación, suelen usar una violencia exacerbada y métodos terroristas con ese fin, lo que los puede hacer parecer, ante una visión hiperideologizada como la que suelen tener los distintos grupos de poder en EU, como una narcoinsurgencia.

En realidad, hay dos organizaciones que han realizado actividades que podrían confundirse con ella: una de ellas son Los Zetas, que provienen, en sus orígenes, de grupos entrenados militarmente para la contrainsurgencia y que, por lo tanto, aplican métodos aprendidos de los grupos a los que supuestamente debían combatir: son los que han detonado coches-bomba, los que comenzaron con las narcomantas y los narcovideos. Son los que mezclaron abiertamente las actividades de narcotráfico con otras que golpean muy directamente a la población como los secuestros, las extorsiones, el tráfico de migrantes.

La otra organización criminal de esas características, quizás la única con una fachada ideológica, es La Familia. Sus líderes provienen de la Tierra Caliente, donde por décadas los grupos dedicados a la siembra de mariguana y amapola han estado relacionados con distintas organizaciones armadas. Algunos de ellos vienen de ser maestros rurales, como Servando Gómez, La Tuta, y todo lo han combinado con un discurso religioso que le da a su actividad un barniz diferente. Quizá de allí, también, la confrontación tan violenta entre La Familia y Los Zetas.

Pero en términos estrictos es un error pensar que cualquiera de esos grupos lo que buscan es obtener el poder político en México e imponer una suerte de narcoEstado. Buscan poder, control territorial, quieren corromper autoridades y sectores sociales para no ser molestados en su negocio, y algunos de ellos utilizan, para ese objetivo, métodos que podrían ser considerados terroristas. Pero no son una narcoinsurgencia.

Si Estados Unidos lo está viendo así es porque entonces está partiendo de la base de que México es una suerte de Estado fallido, otra idea que ha permeado en distintos círculos de poder y académicos de la Unión Americana. Y México no cae en esa categoría. Pero las caracterizaciones no son gratuitas y no porque no sean verídicas deben ser tomadas a la ligera: no sería la primera vez que Estados Unidos (o cualquiera otra potencia) elabora una tesis y actúa sobre bases y percepciones erróneas.

Lo que se debe cambiar es precisamente esa percepción y para ello se necesita mostrar un frente interno mucho más unido. Las distancias entre la Federación, los estados y los municipios deben disminuir, la corresponsabilidad tiene que aumentar, el discurso y la acción de los grupos criminales deberían ser evaluados con mucha mayor seriedad por nosotros en los medios. En última instancia, la visión de que ese no es “nuestro” problema, de que la violencia es una parte de “la guerra de Calderón” (se esté o no de acuerdo con este gobierno o sus decisiones) y, por ello, no nos involucra, es el mayor de los errores. Entre otras razones porque quienes actúan al otro lado de esa batalla sí tienen muy claro cuáles son sus objetivos y sus adversarios.

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