De Al Qaeda a los Zetas
Columna JFM

De Al Qaeda a los Zetas

La captura de la célula de los Zetas que supuestamente asesinó al agente de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos, Jaime Zapata, debe ser considerado un éxito en una situación compleja, que había vulnerado en muchos sentidos la relación entre México y Estados Unidos. El que coincidiera el anuncio de esa detención con el de la visita del presidente Felipe Calderón a Washington, que se realizará el 2 y 3 de marzo próximo, ayudó, por una parte, a allanar no el fondo pero sí las formas por las que pudiera transitar ese encuentro sino también la amplia agenda que gira en torno a la seguridad entre los dos países.

La captura de la célula de los Zetas que supuestamente asesinó al agente de Inmigración y Aduanas de los Estados Unidos, Jaime Zapata, debe ser considerado un éxito en una situación compleja, que había vulnerado en muchos sentidos la relación entre México y Estados Unidos. El que coincidiera el anuncio de esa detención con el de la visita del presidente Felipe Calderón a Washington, que se realizará el 2 y 3 de marzo próximo, ayudó, por una parte, a allanar no el fondo pero sí las formas por las que pudiera transitar ese encuentro sino también la amplia agenda que gira en torno a la seguridad entre los dos países.

La comunicación entre el presidente Calderón y Barack Obama ha sido buena, eso se pudo atestiguar en la visita de Estado de hace ya nueve meses y en los sucesivos encuentros que han mantenido (éste sería el quinto, además de los que se han presentado en reuniones multilaterales), pero como bien decía ayer un reportaje publicado en Excélsior, el mayor problema que está teniendo Estados Unidos para trabajar con México en estos temas pasa por no saber identificar correctamente el fenómeno al que debe enfrentarse.

Las formas que ha adoptado el narcotráfico en México le son difíciles de identificar, de la misma manera que el tipo de movimiento terrorista que creó Al Qaeda se alejaba de la lógica con la que actuaban en el pasado esos grupos y por eso no pudieron preveer el 11-S. Por eso, la insistencia en el narcoterrorismo y la narcoinsurgencia de parte de funcionarios estadounidenses, algunos de ellos cargados de una visión maniquea de México, pero muchos otros bien informados e intencionados.

El propio ataque contra Zapata y su compañero en San Luis Potosí lo demuestra. Dicen los detenidos de los Zetas por elementos de la secretaría de la Defensa, luego, aseguran las fuentes militares, de un seguimiento que había comenzando varias semanas atrás, que en realidad interceptaron y agredieron a esos dos agentes estadounidenses porque pensaron que eran integrantes del cártel de Sinaloa. Sin embargo, esos agentes se identificaron como tales e iban en una camioneta con placas diplomáticas. La confusión es difícil de entender, salvo que se tratara efectivamente de un ataque premeditado, o que, una vez más estemos ante sicarios que no saben identificar un automóvil diplomático ni una credencial del gobierno estadounidense, sicarios en última instancia que son como una suerte de banda, de pandilla, que opera en un territorio sin demasiado control ni coordinación con quienes serían sus supuestos mandos.

E independientemente de otras consideraciones, cada vez más pareciera que esta última es la realidad: cada vez más los sicarios de los distintos grupos, pero sobre todo de los que se denominan de los Zetas o los de la Familia, así como los grupos enfrentados en Juárez y en Tamaulipas, parecen ser de menor nivel, con mayor grado de salvajismo pero rayanos en la ignorancia. Matan porque no tienen una visión que vaya más allá de la violencia y la muerte de quienes consideran sus adversarios, pero también de cualquiera: el gatillo fácil y la búsqueda de mecanismos cada vez más brutales de deshacerse de sus enemigos demuestra la descomposición de estos grupos. Por eso es cada día más difícil identificarlos con las formas y las estructuras de lo que fueron los viejos cárteles de la droga: hoy parecen cada día más pandillas.

Es la misma diferencia que se puede encontrar entre las viejas guerrillas o incluso grupos terroristas y los nuevos tipo Al Qaeda: tienen acceso a recursos pero están dispersos, actúan con tanta autonomía que en muchas ocasiones no tienen mandos centralizados ni comunicaciones, tienen un enorme desprecio por sus víctimas, sus objetivos dejan de estar definidos por su propia lucha sino por las mismas circunstancias. Es tan diferente pelear contra un grupito que está dispuesto a organizar un atentado sin importarle los costos humanos, incluyendo los propios, como contra una célula de los Zetas que puede confundir a dos agentes estadounidenses con placas diplomáticas con sicarios de sus adversarios de Sinaloa. Y unos y otros no optan por más estrategia que la violencia por sí misma.

Pendientes

Son demasiados los pendientes que se acumulan en el área de telecomunicaciones. La suspensión de la publicidad de Grupo Carso a Azteca y antes a Televisa es parte de ello y poco y nada tiene que ver con los costos de la publicidad: el conflicto se basa en tarifas de interconexión, en competencia en servicios, en futuras cadenas, en la ausencia de suelos parejos. No se puede desde el poder tener abandonado o cometiendo graves errores a un sector tan importante para el desarrollo del país sin cosechar luego conflictos de costos altísimos. Como dijo ayer Ricardo Salinas Pliego no se trata de asuntos personales, son negocios. Y alguna entidad federal debería regularlos.

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