La ironía de Cuauhtémoc
Columna JFM

La ironía de Cuauhtémoc

Y dicen que no tiene sentido del humor. Cuauhtémoc Cárdenas demostró que sí lo tiene y muy fino pero además, que sabe perfectamente qué cuerdas tocar en el universo del PRD.
Contaminados con toda la grandilocuencia con la que se dicen enormes barbaridades en la disputa interna por ese partido (como el que el clan Bejarano está dispuesto a sacrificarse y buscar la dirección para rescate moral -sic- del perredismo), poco vieron que la declaración de Cárdenas respecto a que le dieran la dirección del partido a López Obrador y aunque repitiera en ese cargo tenía una enorme carga de ironía y, hay que decirlo, de mala leche.

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Y dicen que no tiene sentido del humor. Cuauhtémoc Cárdenas demostró que sí lo tiene y muy fino pero además, que sabe perfectamente qué cuerdas tocar en el universo del PRD. Contaminados con toda la grandilocuencia con la que se dicen enormes barbaridades en la disputa interna por ese partido (como el que el clan Bejarano está dispuesto a sacrificarse y buscar la dirección para rescate moral -sic- del perredismo), poco vieron que la declaración de Cárdenas respecto a que le dieran la dirección del partido a López Obrador y aunque repitiera en ese cargo tenía una enorme carga de ironía y, hay que decirlo, de mala leche.

Todos tomaron en serio la declaración de Cárdenas y todos se exhibieron. El primero fue el propio López Obrador. El tabasqueño, no tiene la menor intención de involucrarse en temas partidarios: él cree que encabeza un movimiento que está por encima de los partidos y que en realidad sólo necesita de éstos para los requisitos legales de competición, recuérdese sino lo que hizo hace exactamente seis años cuando impuso en la presidencia del partido a Leonel Cota Montaño, un hombre que no había militado ni un minuto en el PRD antes de ser gobernador de Baja California Sur. Pues bien, Andrés Manuel se apresuró, antes de que le tomara la palabra a Cárdenas alguno de sus seguidores, a decir que a él no le interesaba, que ya tenía su ruta trazada y que era la de la licencia del PRD, aunque esa figura no exista y nadie se la haya aceptado. En realidad la ruta que ya tiene trazada López Obrador es la de la candidatura del 2012, con o sin el PRD y asumir las responsabilidades que les reclama a otros en el PRD lo distraería de ese camino. Tan terminante fue que dejó de alguna manera descobijados a sus seguidores.

Jesús Ortega se apresuró a descalificar la “propuesta” de Cárdenas desde el otro extremo: dijo, no sin cierta razón, que un partido o un país no puede ser gobernado por un “dictador perpetuo”. Evidentemente, la llegada de López Obrador al PRD sería a costa de la liquidación de Nueva Izquierda y los grupos aliados a ésta. En los hechos, la declaración de Cárdenas, con o sin ironía, permitió exhibir a los extremos de esta disputa y colocó al Ingeniero en el centro de la misma. No deja de ser paradójico que hace ya muchos años, cuando López Obrador fue presidente del PRD (quizás su mejor momento político) la operación de esos buenos años perredistas estuvo en manos de Jesús Ortega que era su secretario general. O que años después, en la campaña del 2006, Ortega fue el responsable de la organización de la campaña que casi lleva al triunfo a López Obrador. Como pago de todo ello, en el 99 López Obrador se opuso a que Ortega llegara a la presidencia del partido, en el 2005 impuso a Cota Montaño en el PRD en contra de Ortega y tampoco le permitió a Jesús buscar la candidatura al DF. La animadversión no es nueva, ahora solamente se hace pública. Tampoco es ajena al propio Cárdenas con el que en el 2005 López Obrador no quiso ni siquiera sentarse a debatir aquel documento programático sobre el proyecto de nación, convencido de que nada tenía que negociar con Cuauhtémoc, al que marginó completamente de su campaña (a lo que Cárdenas retribuyó con una “sana distancia” respecto al tabasqueño).

Lo que Cárdenas está demostrando es que con o sin corrientes o tribus pululando en torno suyo sigue siendo el factor de unidad decisivo en ese partido si el PRD quiere regresar a una lógica de centroizquierda alejada de las tendencias bonapartistas y populistas pero también de un pragmatismo que lo termine diluyendo. El problema es que los Cárdenas, ni Cuauhtémoc ni Lázaro, irán a dirigir al PRD como muchos lo reclaman, para ser simples figuras de ornato, y hoy nadie parece dispuesto a soltar verdaderos espacios de poder en ese ámbito.

Pero una idea podría ir germinando: es verdad que López Obrador será, con o sin PRD, candidato presidencial, nadie lo pone en duda. Es verdad que Marcelo Ebrard está construyendo su propia candidatura como una alternativa mucho más aceptable por distintos sectores que Andrés Manuel. Pero los Cárdenas son los únicos que le pueden dar a Ebrard el tono popular, de izquierda histórica que no tienen lo seguidores del jefe de gobierno (más liberal que socialdemócrata) pero que Nueva Izquierda tampoco le termina de otorgar por su pragmatismo. La condición que pone Cárdenas es que no haya alianza con el PAN, porque recuerda, entre otras cosas, que el PAN nació para combatir el cardenismo y porque ese sería el sello que le permitiría operar desde el partido con mucha mayor autonomía. Y a partir de allí se tendrían que volver a negociar y configurar todos los acuerdos perredistas, incluyendo el reparto de espacios y de muy adelantadas candidaturas. Con, o mucho más probablemente sin, Andrés Manuel.

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