El PRI de Moreira
Columna JFM

El PRI de Moreira

Será diferente, por perfil, por generación, por expectativas, pero sobre todo por estilo. El PRI de Humberto Moreira será distinto al de Beatriz Paredes. Sobrará quien diga que un partido tan añejo como el PRI ya no puede cambiar, que para mal o para bien, ya tiene una genética tan marcada que ningún dirigente puede transformarla. En parte es verdad, pero sólo en parte: el PRI en esta última década, desde que perdió el poder, ha tratado de encontrarse, de adecuar esa genética a una nueva realidad. Y ahora que se acerca una elección en la que tiene posibilidades reales de regresar al gobierno, ha tratado de aprender de sus errores, aunque muchas veces le termine ganando la soberbia o la convicción de que el poder es su destino ineludible.

Será diferente, por perfil, por generación, por expectativas, pero sobre todo por estilo. El PRI de Humberto Moreira será distinto al de Beatriz Paredes. Sobrará quien diga que un partido tan añejo como el PRI ya no puede cambiar, que para mal o para bien, ya tiene una genética tan marcada que ningún dirigente puede transformarla. En parte es verdad, pero sólo en parte: el PRI en esta última década, desde que perdió el poder, ha tratado de encontrarse, de adecuar esa genética a una nueva realidad. Y ahora que se acerca una elección en la que tiene posibilidades reales de regresar al gobierno, ha tratado de aprender de sus errores, aunque muchas veces le termine ganando la soberbia o la convicción de que el poder es su destino ineludible.

Perdió el 2000 porque no comprendió el momento, porque actuó como siempre lo había hecho pese a venir de una etapa de violencia inédita: quienes se escandalizan de la violencia actual, desde todo punto de vista terrible, ¿olvidan que la génesis de ese México brutal estuvo en 1993 y 1994?¿que allí murieron hombres y mujeres, un cardenal, un candidato presidencial, un líder del congreso, que hubo un levantamiento armado, que se vivió la peor crisis económica de la historia contemporánea, que a todo ello le siguió una escandalosa ola de acusaciones y rumores y que prácticamente todos los personajes que participaron en esas historias, en el PRI, en el PAN y en el PRD siguen vigentes y actuando?

Dejó en la presidencia del partido a Dulce María Sauri para intentar recoger los pedazos que había dejado aquella derrota, pensando que el nuevo régimen lo aniquilaría. Pero no fue así: tuvo tiempo y espacio para comenzar otra vez.

Eligió como su primer presidente en la transición al hombre que se había opuesto a Zedillo, a Roberto Madrazo. Representaba, sobre todo, el PRI que buscaba la revancha. Y Madrazo no era un mal dirigente, pese a sus negativos, para un PRI que se quería mucho más combativo por una parte y constructor de nuevos acuerdos por la otra. Madrazo llegó a la presidencia del PRI acompañado, ahora también ese dato se suele olvidar, por Elba Esther Gordillo. Juntos le ganaron por un puñado de votos a Beatriz Paredes.

Pero el PRI no aprendió de sus errores. Pasada la elección de hace seis años del estado de México y con una serie de victorias electorales en serie, decidieron los priistas que ya era hora de regresar al poder. Y quisieron hacerlo a la antigüita. Madrazo nunca comprendió que no tenía viabilidad como candidato, que no alcanzaba ser postulado sino que se tenía que ganar la elección. El PRI tampoco entendió que, dividido, nunca tendría posibilidades. Y se rompió: Madrazo y Elba Esther tomaron cada uno su camino, se creó el Tucom, y dentro de esa alianza antimadracista otro hombre que tendría que haber entendido que no tenía perfil para ser candidato presidencial, Arturo Montiel, decidió que sí quería y podía. Reventó ese acuerdo, marginó a quien era entonces la mejor opción del priismo, Enrique Jackson, terminó siendo Madrazo el candidato y el PRI hizo la peor elección de su historia.

Una nueva vuelta de tuerca, un nuevo sexenio en la oposición, le abrió una vez más la puerta a Beatriz Paredes. Y regresaron nuevamente los triunfos electorales y las expectativas, sobre todo luego de la elección intermedia del 2009. Pero al año siguiente una vez más la ambición y el futurismo volvió a irrumpir en el priismo. No era verdad que cualquier candidato podía ganar, no era verdad que con operación se ganaban las elecciones en los diferentes estados, no era verdad que el agua panista y el aceite perredista no se podían mezclar para tratar de derrotar juntos al PRI. Los gobernadores optaron por candidatos poco competitivos, pensaron en su sucesión y no en la elección, en sus intereses y no en el mejor candidato. Y vinieron derrotas en Puebla, Oaxaca, Sinaloa, sustos en Durango, Hidalgo, Veracruz. Un candidato asesinado en Tamaulipas. Es verdad que esas alianzas no son del todo congruentes, que les falta programa, que no se reflejan en agendas legislativas…pero ganan elecciones.

Y ante la renovación de su dirigencia, el PRI decidió dar una nueva vuelta de tuerca, tratar de evitar el error del 2005 y el 2006. Humberto Moreira fue un gobernador controvertido, debatido, pero también, a su estilo, exitoso. Implica un lazo fuerte de la dirigencia partidaria con Peña Nieto, pero también una aceptación de Beltrones (y si Humberto no lo entendiera así estaría cometiendo un error: la ruptura Peña-Beltrones, sería tanto o más costosa hoy para el PRI que la de Madrazo-Elba de hace seis años), una suerte de regreso en otros términos y condiciones de Gordillo a una hipotética alianza con Peña o con otros candidatos locales del PRI.

Moreira comenzó como presidente electo del PRI con un activismo muy fuerte. Comprendió rápido que ese camino sólo le permitía asumir costos y no representaba beneficios. Postergó el protagonismo hasta el día de hoy. Le tocará procesar la candidatura del estado de México y las elecciones de Nayarit, Michoacán y su natal Coahuila, donde su hermano Rubén deberá enfrentar una coalición PAN-PRD. Allí se definirá su estilo y el futuro del PRI.

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