México-EU: enredados en la oscuridad
Columna JFM

México-EU: enredados en la oscuridad

México y Estados Unidos no se pueden seguir dando el lujo de establecer políticas, acuerdos o mantener diferencias siempre acotadas, siempre iluminadas desde un solo ángulo de la realidad. La relación que mantenemos ambos países es de una inmadurez poco creíble, incluso cuando se dice que esa relación está mejor, o para otros peor, que nunca. En realidad, lo que no hemos superado es un dato que la realidad se encarga de proporcionarnos cada día: en una lógica económica, de seguridad nacional, geopolítica, demográfica, México y Estados Unidos, junto con Canadá, deben ser parte de un bloque regional integrado, para poder competir eficientemente con la Unión Europea pero también con países que por su tamaño y configuración son literalmente continentes: China e India.

México y Estados Unidos no se pueden seguir dando el lujo de establecer políticas, acuerdos o mantener diferencias siempre acotadas, siempre iluminadas desde un solo ángulo de la realidad. La relación que mantenemos ambos países es de una inmadurez poco creíble, incluso cuando se dice que esa relación está mejor, o para otros peor, que nunca. En realidad, lo que no hemos superado es un dato que la realidad se encarga de proporcionarnos cada día: en una lógica económica, de seguridad nacional, geopolítica, demográfica, México y Estados Unidos, junto con Canadá, deben ser parte de un bloque regional integrado, para poder competir eficientemente con la Unión Europea pero también con países que por su tamaño y configuraciónn son literalmente continentes: China e India. Pero no lo vemos así ni de éste ni del otro lado de la frontera, seguimos recordando la historia (como si, por ejemplo, la relación histórica de Alemania y Francia fuera menos conflictiva que la nuestra) y mientras tanto nos ponemos zancadillas, nos engañamos, tratamos de mostrar que existe una sana distancia que, en ocasiones, termina siendo contraproducente. Y todo eso se alimenta desde distintos sectores políticos y también mediáticos.

Hay muchos más, pero hoy existen cuatro temas que demuestran lo anterior en forma palpable. Uno de ellos es la operación Rápido y Furioso. Toda operación de inteligencia puede fallar, pero salvo que se nos esté ocultando información, resulta por lo menos poco comprensible que se implemente un operativo donde se dejan ingresar dos mil armas de alto poder de Estados Unidos a México para detectar a los contrabandistas y que en el camino se les pierda el rastro a las armas que, como vimos, terminaron distribuidas por todo el territorio nacional. Pero menos creíble es que no lo supiera nadie salvo las autoridades del buró de alcohol, tabaco y armas de fuego. Y menos aún que no haya pasado nada y apenas ayer se diera a conocer una orden ejecutiva para detener cualquier operativo de ingreso de armas a México ¿quiere decir que Rápido y Furioso seguía funcionando?¿qué es lo que no sabemos de todo esto?.

Mientras tanto se genera todo un debate porque el New York Times publica (recordemos que lo de Rápido y Furioso se divulgó vía el Washington Post) que aviones no tripulados de Estados Unidos colaboran en operativos antidrogas en México y que sirvieron para localizar a los asesinos del agente Jaime Zapata. Se ha hablado de la Constitución, de la soberanía, de muchas cosas, lo que no se ha dicho es lo obvio: bienvenida esa colaboración si ha servido para acabar con grupos criminales, ese tipo de colaboración es necesaria para el combate a las organizaciones del narcotráfico. Si el gobierno mexicano está enterado e informado, si la operación de esos vuelos no tripulados han dado resultado ¿cuál es el problema?.

Un tercer punto es especialmente delicado: la situación del embajador Carlos Pascual. Creo que ha habido juicios ligeros del embajador en sus comunicaciones divulgadas por Wikileaks. El problema no es que informe a su gobierno, como lo hacen todos los embajadores de todas partes del mundo, sobre lo que percibe en el país donde es representante. Pensar que se utiliza un lenguaje diferente o que eso no se hace es, por lo menos, una ingenuidad. Lo preocupante es la ligereza de muchas de esas opiniones y la presentación de algunas visiones que están más en el imaginario colectivo (o que para decirlo más claramente son chismes y rumores) que aparecen como información dura. Un ejemplo es el tema del ejército y su “aversión al riesgo”, un juicio más desafortunado imposible en la actual coyuntura. Pero tampoco tiene mucho sentido decirle al Washington Post que no se le tiene confianza al embajador, lo que literalmente obliga al departamento de Estado a decir que el embajador sí tiene la confianza de sus jefes. El resultado es malo para todo mundo, y se establece un corto circuito en la relación que puede subsanarse usando otros contactos, pero que termina significando un costo alto en la relación bilateral.

Y como si faltaran temas, está el activismo antiinmigrante de muchos estados de la Unión Americana, comenzando por Arizona, paradójicamente uno de los que más se benefician del comercio, el turismo y la mano de obra mexicana. Sus leyes e iniciativas contra los migrantes mexicanos rozan el fascismo, son racistas y deben ser denunciadas. Pero al mismo tiempo Utah, que para nada es un estado liberal, aprueba unas leyes que son ejemplares en el ámbito migratorio y que podrían ser base para un reforma global. ¿por qué nos quedamos sólo con Arizona y no celebramos el ejemplo de Utah?

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