Y Bejarano sigue allí…
Columna JFM

Y Bejarano sigue allí…

Lo contamos en el libro Calderón Presidente (Grijalvo, 2007): el 2 de marzo del 2004 cenamos en la que entonces era mi casa un grupo de periodistas con Felipe Calderón. No sabíamos esa noche, en realidad ni él lo sabía, si sería candidato por el PAN: aún era secretario de energía y no había siquiera comenzado su peculiar ruta por el desierto que lo llevaría, un poco más que sorpresivamente, a la candidatura y la presidencia de la república dos años y medio más tarde.

Lo contamos en el libro Calderón Presidente (Grijalvo, 2007): el 2 de marzo del 2004 cenamos en la que entonces era mi casa un grupo de periodistas con Felipe Calderón. No sabíamos esa noche, en realidad ni él lo sabía, si sería candidato por el PAN: aún era secretario de energía y no había siquiera comenzado su peculiar ruta por el desierto que lo llevaría, un poco más que sorpresivamente, a la candidatura y la presidencia de la república dos años y medio más tarde.

Tampoco sabíamos los que estábamos allí que unas pocas horas después de que terminara aquella cena, estallarían los videoescándalos, aquellos en los que se veía a René Bejarano llevándose una cantidad enorme de dinero de las oficinas del empresario Carlos Ahumada. Esos videos, que el lopezobradorismo sigue considerando una pieza de chantaje cuando en realidad fueron una descarada exhibición de corrupción gubernamental, modificaron todo el panorama electoral y la actuación de todos los actores ante el todavía lejano proceso electoral del 2006.

El PRD en aquellos días fue algo más que indulgente con los políticos y funcionarios que aparecían en aquellos videos. López Obrador inventó aquello de que todo era un complot, no asumió responsabilidad alguna ni en el caso Bejarano, ni con Carlos Imaz ni antes con su secretario de finanzas, Gustavo Ponce Meléndez, captado jugando millones en Las Vegas. Como todo era un complot, los políticos y funcionarios corruptos fueron todos exonerados de facto por el entonces jefe de gobierno. En algunos casos cobraban por pagar una factura, como Ponce y en otros decían que ese dinero era para financiar la campaña del propio López Obrador, como Bejarano, aunque algunos eran más cínicos, como Carlos Imaz y reconocían que en realidad era para irse con su esposa, Claudia Scheimbaum (que fue la responsable de todas las grandes obras viales de López Obrador aunque no tuviera el más mínimo conocimiento del tema) a Europa.

Lo cierto es que mientras Ahumada fue perseguido y pasó más de mil días preso en condiciones muy estrictas, Bejarano fue “expulsado” del PRD, pasó unos pocos meses en una suerte de spa en el reclusorio Oriente, y regresó sin mayores problemas a la actividad política. Ni él ni su esposa Dolores Padierna explicaron jamás que hicieron con el dinero que recibieron de Ahumada y no pasó absolutamente nada.

Han pasado los años y, que sepamos, Bejarano no ha sido readmitido en el PRD. Pero no lo necesita, su Movimiento Nacional por la Esperanza, se ha convertido en una de las principales bases del proyecto de López Obrador, sigue manteniendo una fuerte presencia entre los grupos vecinales y de ambulantes perredistas en la capital del país y ahora ha lanzando a su esposa, Dolores Padierna, a la búsqueda de la presidencia nacional del PRD. Mientras otros, por causas mucho menos espectaculares que los videoescándalos, han tenido que dejar la política, Bejarano ahí sigue: en actos públicos, negociando tanto con López Obrador como con Marcelo Ebrard y ahora sabe que seguramente no le alcanzará a Dolores para ser presidenta nacional del PRD, pero que con su candidatura tendrá un elemento para negociar posiciones importantes en la nueva dirigencia nacional perredista o con López Obrador en el futuro.

¿Cuándo volvió Bejarano al PRD?. Se supone que nunca, pero en los hechos hoy es un factor indudable de poder dentro de ese partido (entre otras razones por la enorme cantidad de recursos de los que goza su movimiento). El PRD, entre muchas otras cosas, tendrá que decidir mañana si seguir atado a estos dirigentes y personajes, o buscar una identidad propia.

22 años

“Cómo, cuándo y por qué son demasiadas preguntas para hacerle al destino”, dice una de las mejores canciones de Andrés Calamaro, pero son las preguntas imprescindibles para trabajar en esta profesión y tratar de darle a la vida otra dimensión, aunque no siempre puedan responderse. Permítame contarle una historia personal. Mañana se cumplen 22 años de que se publicó por primera vez, con este nombre, Razones, esta columna. Comenzó dos veces por semana cuando el entonces director del periódico unomásuno, Luis Gutiérrez Rodríguez, ahora dirigente del Partido Convergencia, me ofreció la dirección del suplemento político Página Uno en ese periódico. Años después, mi entrañable amigo Pablo Hiriart, me permitió hacer esa diaria columna en desaparecido El Nacional. De allí emigró a El Financiero, a Milenio y desde el 2006 ha recalado en mi casa, en Excélsior, además de varios otros medios en los estados. El mundo, el país, el autor hemos cambiado en estos años, sobre todo en los últimos. Lo que no cambia es el infinito agradecimiento a usted por permitirnos acompañarlo. Una vez más, gracias.

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