Osama y el Chapo: tiempo e inteligencia
Columna JFM

Osama y el Chapo: tiempo e inteligencia

Con la caída del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán se ha convertido en el hombre más buscado en el mundo por las autoridades estadounidenses, por lo menos eso dicen sus listas públicas. Hace diez años, el Chapo se fugó del penal de Puente Grande para convertirse en uno de los narcotraficantes más importantes del mundo. En septiembre hará diez años que Bin Laden se convirtió en el terrorista más buscado, luego de los ataques del 11-S, pero en realidad ya estaba catalogado de ese modo desde tiempo atrás, aunque se creía que no podía realizar ataques de esa magnitud.

Con la caída del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán se ha convertido en el hombre más buscado en el mundo por las autoridades estadounidenses, por lo menos eso dicen sus listas públicas. Hace diez años, el Chapo se fugó del penal de Puente Grande para convertirse en uno de los narcotraficantes más importantes del mundo. En septiembre hará diez años que Bin Laden se convirtió en el terrorista más buscado, luego de los ataques del 11-S, pero en realidad ya estaba catalogado de ese modo desde tiempo atrás, aunque se creía que no podía realizar ataques de esa magnitud.

Para comprender lo complejo que es dar un golpe de esa magnitud hay que reseñar rápidamente cómo se llegó a Bin Laden. En el 2001 se lanzó un enorme operativo militar en las montañas y cuevas de Tora Bora, en Afganistán. Bin Laden escapó con vida y se le perdió el rastro. Hubo una hebra de información hace cuatro años cuando un detenido en Guantánamo confesó conocer a uno de los mensajeros de Bin Laden. Tardaron más de dos años en localizar a este hombre y a su hermano en Pakistán. Siguiéndolo durante año y medio llegaron a una mansión en el residencial barrio de Abottabad, un lugar de lujo, donde los vecinos compartían con la familia Bin Laden un campo de golf, un complejo de tiendas y hasta un campo de entrenamiento del ejército pakistaní. La mansión se distinguía porque era fortificada, tenía paredes muy altas, casi no contaba con ventanas y tenía sólo dos puertas de entrada. Pero además, no tenía conexión para internet ni teléfono.

En agosto pasado, hace ya casi 10 meses, la inteligencia estadounidense supo que allí vivía Bin Laden, desde entonces comenzaron a checar la información. Apenas en marzo pasado le confirmaron al presidente Obama que tenían localizado a Bin Laden y desde entonces comenzó a planearse el operativo en el que un pequeño grupo de elementos de las tropas de élite del ejército estadounidense acabaron en 40 minutos con Bin Laden, recuperaron su cadáver y lo arrojaron al mar, luego de que Arabia Saudita había rechazado recibirlo.

Si se quiere detener al Chapo Guzmán, esté escondido como dicen en el Triángulo Dorado, que es algo así como nuestras cuevas de Tora Bora, o en un complejo residencial de cualquier gran ciudad, como vivía Bin Laden, se tendrá que contar con una operación similar. Se requirieron años de trabajo de inteligencia, una paciencia que trascendió dos administraciones presidenciales y distintos mandos en el ejército y la CIA, para dar el golpe final a Bin Laden. Su caída demuestra que las instituciones y estrategias de seguridad, cuando se habla de objetivos tan importantes, no pueden depender de cuestiones coyunturales, que un golpe de esas características no se construye del día a la noche y no depende de la buena suerte. Que la protección de la que gozan estos personajes siempre es de fuerzas locales y que se requerirá, por lo menos en nuestro caso, de estrechas colaboraciones internacionales para alcanzar el objetivo deseado.

Y eso se aplica para el Chapo Guzmán y para los otros cinco o seis personajes claves del narcotráfico en México, algunos de los cuales no necesariamente están viviendo dentro del territorio nacional…como Osama no estaba en las cuevas de Afganistán.

¿Pasarela u ocurrencia?

Se llevaron la foto y muchas notas de prensa. Fueron el primer partido en mostrar abiertamente a sus precandidatos. Pero la presentación y el pseudodebate (una intervención de unos pocos minutos de cada aspirante no es un debate) de los siete precandidatos del PAN no pareció tener demasiada sustancia más que reemplazar la presencia presidencial (Felipe Calderón había viajado a Roma) en un acto partidista. Lo cierto es que los precandidatos fueron avisados con muy poca antelación. No sabían bien a bien a qué iban, se les dijo que podían llevar diez personas cada uno y algunos llegaron con contingentes y hasta con playeras con sus nombres. No hubo ninguna reunión previa para organizar el evento ni reglas del juego, por eso no hubo ninguna línea más que decir que iban juntos para enfrentar al PRI. Tampoco se ha planeado nada de lo que ocurrirá después, o por lo menos desde ahora hasta noviembre, cuando se emitirá la convocatoria interna para la selección de candidatos para el 2012.

La foto funcionó y se disiparon algunas dudas (es la primera vez que públicamente, por ejemplo, Ernesto Cordero aparece como precandidato o que Emilio M. González se presenta como precandidato en el DF o que Heriberto Félix se dice panista aunque nunca se ha afiliado a ese partido), pero no ha sido parte de una estrategia, no parece haber nada después de ella que le dé continuidad. Y entonces el peligro puede estar en que funcione como un momento propagandístico pero que sólo genere un desgaste mayor hacia los aspirantes reales o ficticios que posaron para ella. Cuando un hombre no sabe hacia dónde navega ningún viento le es favorable, decía Séneca.

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