¿Quién quiere un mejor país?
Columna JFM

¿Quién quiere un mejor país?

La crisis financiera, azuzada por las calificadoras y la especulación, debería encontrar a México con mayores certidumbres de cara al futuro. No deja de llamar la atención que nuestra clase política, mientras el mundo busca pertrecharse para enfrentar una etapa de incertidumbre y bajo crecimiento económico, siga pensando, como en muchos otros temas, que somos una suerte de excepcionalidad histórica y que lo que ocurre en otros países, lo que ellos mismos están enfrentando y haciendo, no nos incumbe, no nos afecta, ni nos sirve de ejemplo.

La crisis financiera, azuzada por las calificadoras y la especulación, debería encontrar a México con mayores certidumbres de cara al futuro. No deja de llamar la atención que nuestra clase política, mientras el mundo busca pertrecharse para enfrentar una etapa de incertidumbre y bajo crecimiento económico, siga pensando, como en muchos otros temas, que somos una suerte de excepcionalidad histórica y que lo que ocurre en otros países, lo que ellos mismos están enfrentando y haciendo, no nos incumbe, no nos afecta, ni nos sirve de ejemplo.

La economía mexicana está en buena forma para el periodo que se aproxima, pero nadie puede pensar que existen blindajes contra ciclos recesivos internacionales. En este periodo, nada debería ser más importante que implementar las reformas pendientes en lo laboral, lo energético, lo fiscal, entre otras. Salvo quizás la reforma laboral, ninguna de ellas está en la agenda legislativa. La energética sería probablemente la más importante, pero nadie está dispuesto siquiera a discutirla. Escuchaba a un grupo de legisladores decir en estos días que había que tomar el ejemplo de Brasil e impulsar nuestro mercado interno. Me parece muy bien, pero nuestros partidos, todos, hablan constantemente de copiar de Brasil sólo lo que les gusta: si Brasil, con claroscuros económicos que tampoco deberían obviarse, se ha convertido en una nación con fuertes expectativas de crecimiento, es porque logró hacer toda una serie de reformas que nosotros no estamos haciendo, desde la fiscal y laboral hasta la energética.

Esta última ha sido clave: hace dos, tres décadas, Petrobras, la empresa petrolera brasileña, era prácticamente una distribuidora de gasolinas, con una explotación petrolera francamente pobre. Comparada con Pemex, prácticamente no figuraba en el panorama energético internacional. Las reformas que realizó el presidente Fernando Henrique Cardoso y que continuó Luiz Inácio Lula da Silva, son las que abrieron el sector a la inversión privada, y lo que ha convertido a Petrobras en una de las más importantes empresas del mundo en el sector, con inversiones de miles de millones de dólares. Esa apertura, donde se establecieron espacios definidos de participación de capital nacional en la exploración y la explotación petrolera, lo mismo que en los servicios y el abastecimiento de componentes, fue el detonante del crecimiento del mercado interno y permitió un crecimiento explosivo de varias empresas locales en todo el sector energético. Para colocar la cereza a ese pastel, en las postrimerías de su periodo, la administración de Lula da Silva colocó en el mercado bursátil acciones de Petrobras por 70 mil millones de dólares, la mayor colocación de la historia, lo que pulverizó las acciones de la empresa; le proporcionó capital fresco de inversión y le permitió al gobierno destinar miles de millones de dólares al combate a la pobreza.

Si nuestros legisladores quieren que las expectativas nacionales sean similares a las de Brasil, si quieren potenciar el mercado interno como en esa nación sudamericana, deben impulsar las mismas reformas que allí realizaron, en lo energético, en lo laboral y en lo fiscal (por cierto el porcentaje de recaudación fiscal respecto al PIB de Brasil es sustancialmente más alto que el de México, entre otras razones porque el gobierno de izquierda de Lula da Silva impulsó y refrendó un sistema basado en un IVA alto y generalizado, con una relativa disminución del ISR).

¿Qué es lo que se está negociando en México de cara a un 2012 que será muy complicado, no sólo en términos políticos, sino también económicos y financieros? Una redistribución de lo que hay: el principal punto de debate en el Congreso respecto al presupuesto 2012 será el de las participaciones fiscales. Actualmente, de todo lo que se recauda a nivel federal, los estados reciben aproximadamente un 20% y el 80 restante se queda en la Federación. Los gobernadores están proponiendo, ante la desaparición de la tenencia y la necesidad de más recursos, que la Federación se quede con el 75% y que los estados reciban el otro 25%. Quizás es sano, quizás no, pero esa medida no transformará en nada a la economía nacional; no generará nuevas expectativas, ni mucho menos, mayores inversiones; no hará al país más atractivo en un mundo donde los capitales tienen innumerables opciones para invertir; tampoco permitirá que crezca el mercado interno, ni el consumo, ni los ingresos.

Nuestro horizonte político no ve más allá de julio de 2012 e, incluso, para ese plazo tan corto, nadie quiere arriesgar nada, ni imaginar un país diferente y mejor.

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