De Colosio a Coldwell, algo más que 18 años
Columna JFM

De Colosio a Coldwell, algo más que 18 años

El discurso de Pedro Joaquín Coldwell el domingo pasado durante la celebración del 83 aniversario del PRI, fue muy distinto al que hace exactamente 18 años pronunció, en otro aniversario del priismo, Luis Donaldo Colosio. Aquel discurso de Luis Donaldo dejaba un amplio espacio para la esperanza y lo otorgaba para la autocrítica, Luis Donaldo veía un México de potencialidades y carencias, de posibilidades y estrecheces en un proyecto que él mismo había contribuido a construir. Me tocó vivir y reportar aquellos días, donde precisamente por esas cualidades a muchos priistas, sobre todo los que no simpatizaban con su candidatura o los que pensaban que ésta se podía caer ante los embates de Manuel Camacho, no les gustó, no apreciaron ese discurso que con el paso de los años, terminó siendo mitificado.

El discurso de Pedro Joaquín Coldwell el domingo pasado durante la celebración del 83 aniversario del PRI, fue muy distinto al que hace exactamente 18 años pronunció, en otro aniversario del priismo, Luis Donaldo Colosio. Aquel discurso de Luis Donaldo dejaba un amplio espacio para la esperanza y lo otorgaba para la autocrítica, Luis Donaldo veía un México de potencialidades y carencias, de posibilidades y estrecheces en un proyecto que él mismo había contribuido a construir. Me tocó vivir y reportar aquellos días, donde precisamente por esas cualidades a muchos priistas, sobre todo los que no simpatizaban con su candidatura o los que pensaban que ésta se podía caer ante los embates de Manuel Camacho, no les gustó, no apreciaron ese discurso que con el paso de los años, terminó siendo mitificado.

Para ofrecer aquel discurso, Luis Donaldo le pidió asesoría a mucha gente, desde periodistas hasta intelectuales y políticos de diferentes grupos, de dentro y de fuera de su partido. El discurso fue armado casi como un puzzle, incorporando las ideas, las propuestas, los temas que había recogido a lo largo de una gira de dos meses por el país que había estado poblada de conflictos, problemas, desazón. Colosio tuvo, además, un gesto que luego algunos también magnificaron, que fue no enviar a Los Pinos el texto del discurso hasta unas horas de aquel acto en el Monumento a la Revolución. Hay quienes consideran que eso implicó una ruptura con Carlos Salinas. En realidad no fue así ni esa era la intención: si era un gesto, imprescindible en aquellas jornadas para demostrar un margen de autonomía respecto a la presidencia de la república, que le permitiera asumir corresponsabilidades y autocrítica, algo que el propio Colosio necesitaba en términos personales y políticos. Pero también me consta que eso no significó una ruptura de Luis Donaldo con Salinas de Gortari, al contrario, tres semanas después, Camacho abandonaba sus pretensiones, un día antes del asesinato de Luis Donaldo.

No recuerdo en mi vida de reportero, un discurso en una campaña presidencial que me haya impactado, en su momento, a la hora de pronunciarlo, tanto como aquel de Colosio, quizás sólo el de los cierres de campaña de Cárdenas y Clouthier en el 88. Las imágenes de Luis Donaldo enmarcaban el abarrotado edificio del PRI el domingo pasado, pero creo que el discurso de Coldwell quedó muy lejos de aquel de Colosio. Fue una buena pieza de campaña pero no hubo una línea, el más mínimo espacio para la autocrítica. La frase más recordada del discurso del presidente del partido tricolor fue aquella en la que aseguró que la “pesadilla del panismo, que ha recetado al país dolor, violencia, corrupción y pobreza” sería erradicada por el regreso al PRI del poder.

Por supuesto que el PRI tiene argumentos para ofrecer su regreso al poder luego de doce años de gobiernos panistas, pero no puede desligarse de sus responsabilidades con tanta facilidad. El propio Enrique Peña Nieto fue un día después de aplaudir el discurso de Coldwell a decirle al vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, que continuaría con la actual lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Saliendo dijo que eso había dicho pero que lo haría con una estrategia diferente pero resulta que la estrategia que ha planteado en los pocos espacios en los que ha hablado de ella es exactamente la misma que lleva el actual gobierno federal.

Es más, tienen razón los panistas al demandar la corresponsabilidad del PRI en la actual situación, ante la postura adoptada por muchos gobernadores de ese partido que simplemente no hicieron nada para combatir la delincuencia o por gobernantes que la dejaron crecer, en el ámbito local y federal. También en la ausencia de una agenda legislativa que sacara adelante todo lo que los propios dirigentes partidarios y gobernadores había aprobado. Apenas la semana pasada eso mismo le reclamó a los legisladores Alejandro Martí, respecto a las leyes para interceptar o impedir llamadas telefónicas desde los reclusorios o en casos de extorsiones o chantajes.

Un día después la cámara de diputados, que tiene mayoría priista, aprobó casi por unanimidad esa ley que llevaba congelada en la cámara baja diez meses, y que un tres años y medio atrás había sido aprobada en el propio Consejo Nacional de Seguridad Pública. ¿Sabe usted cuántas llamadas de extorsión se realizaron desde los reclusorios por la ausencia de esa ley?. Según la propia cámara de diputados se realizan unas 6 mil llamadas diarias de extorsión desde los reclusorios, eso implica que los tres años y medio de rezago legislativo permitieron que se efectuaran 7 millones y medio de extorsiones telefónicas desde los reclusorios que, además, administran estados y municipios.

Quizás lo que estamos viviendo es, sí, una “pesadilla, que ha recetado al país dolor, violencia, corrupción y pobreza”. Pero esa receta y su administración tienen muchos responsables y resulta tan desafortunado no reconocerlo como querer atribuir al PRI una línea histórica de negociación con el narcotráfico.

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