No hubo ni pacto ni tregua
Columna JFM

No hubo ni pacto ni tregua

Hace ya varias semanas anunciábamos en este espacio que los Zetas se habían dividido. Que la fractura entre los grupos de Miguel Angel Treviño, el Z40 y de Heriberto Lazcano, el Lazca, pasaba, además, por otro personaje, apodado El Talibán o el Z50, y que esa ruptura no sólo agudizaría la violencia en varios estados de la república, sobre todo en San Luis Potosí y en Coahuila, sino que además estaría marcando, en buena medida, el propio futuro de las organizaciones criminales.

Hace ya varias semanas anunciábamos en este espacio que los Zetas se habían dividido. Que la fractura entre los grupos de Miguel Angel Treviño, el Z40 y de Heriberto Lazcano, el Lazca, pasaba, además, por otro personaje, apodado El Talibán o el Z50, y que esa ruptura no sólo agudizaría la violencia en varios estados de la república, sobre todo en San Luis Potosí y en Coahuila, sino que además estaría marcando, en buena medida, el propio futuro de las organizaciones criminales.

Ayer fue detenido El Talibán o el Z50. Se llama Iván Velázquez Caballero, y era el jefe de los Zetas en San Luis Potosí, y tenía una amplia presencia en Coahuila y Nuevo León. Era, según las autoridades, uno de los más cercanos colaboradores de Heriberto Lazcano. Antes habían caído varios de los principales operadores del cártel del Golfo y de los Zetas. Entre los primeros, también enfrentados entre sí, habían sido detenidos Mario Cárdenas Guillén, hermano de Osiel, y Eduardo Costilla, el Coss, jefes respectivamente de dos fracciones del cártel del Golfo.

La estructura de los Zetas y mucho más aún la del cártel del Golfo, están siendo desmanteladas. Los primeros preservan aún la estructura de Heriberto Lazcano que ha sufrido golpes pero no tan duros como la de Treviño, aunque se supone que la caída de El Talibán es un golpe en el corazón de su organización. El cártel del Golfo ha quedado descabezado y los operadores que quedan fuera tendrán que decir con quién se terminarán aliando: no es una exageración decir que les va la vida en ello.

Los grupos afines a Treviño acusan a sus rivales, y en particular al Z50, de estar trabajando con las autoridades para entregar a sus operadores. Dicen, algo que ha tomado estado público, que el propio Osiel Cárdenas Guillén, poco después de ser enviado a los Estados Unidos, en enero del 2007, se convirtió en testigo protegido (por eso su condena de apenas 20 años de prisión, que se podría reducir en la medida de su colaboración) de las autoridades estadounidenses, y que el Z50 trabajaba con Osiel para entregar a sus adversarios. Puede ser, pero resulta que algo similar han dicho sus rivales, la gente que trabajaba con el Z50 y con Lazcano, de los de Treviño, sobre todo después de la detención del hermano de Treviño en la Unión Americana, y el desmantelamiento de su red de lavado de dinero en ese país. Quién sabe quién dice la verdad, pero no es descabellado pensar que todos tengan un poco o un mucho de razón.

Lo cierto es que este golpe, la caída de Velázquez Caballero, debilita al grupo que parecía más sólido de todo ese entramado, el de Lazcano, y sigue dejando en una situación de preeminencia al de Joaquín El Chapo Guzmán. Pero resulta que esa organización también parece estar cada día más cercada, dentro y fuera de México. La caída de sus principales proveedores de droga en Colombia, con la detención en Venezuela de El Loco Barrera y buena parte de su organización; los golpes que ha recibido en Centroamérica; la sucesiva caída de importantes cantidades de dinero presuntamente de su propeidad; y la ofensiva que aparentemente están desplegando las autoridades estadounidenses en su contra, no son detalles menores, porque están estrangulando su capacidad de operación y movilización.

Enrique Peña Nieto ya conoce, ya se le ha informado, cuál es la situación real en este ámbito. Y tiene que ver que se encuentra en una situación particularmente favorable para poder, desde el inicio de su administración, dar golpes decisivos que terminen configurando un panorama muy diferente en su gobierno al que se ha vivido en estos años. En ese sentido, podrá dedicar mucho más tiempo y esfuerzo a recuperar la seguridad en las distintas regiones del país que aún están azotadas por el secuestro, la extorsión, el robo, los sicarios. Tendrá todo para hacerlo. Por eso, su declaración respecto a que no habrá ni pacto ni tregua para los delincuentes adquiere en este contexto un sentido mucho más definitorio.

Pero tendrá que recordar, tanto el presidente electo como su equipo, que si podrá comenzar a operar desde esa circunstancia favorable en el ámbito de la seguridad, será porque durante estos seis años, con aciertos y errores pero con indudable voluntad política, también se decidió que no habría pacto ni tregua. Y ahora, definitivamente tarde en los tiempos políticos de la actual administración, se comienzan a cosechar los frutos de esa decisión.

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