La reforma de Peña
Columna JFM

La reforma de Peña

La minuta de la reforma laboral aprobada en la cámara de diputados se presentará sin modificaciones y tendrá que ser el pleno del senado, entre el jueves y el viernes, el que decida si se modifican o no los cuatro artículos que el PAN (y se supone que el PRD) quieren impulsar en torno a la llamada democracia sindical.

La minuta de la reforma laboral aprobada en la cámara de diputados se presentará sin modificaciones y tendrá que ser el pleno del senado, entre el jueves y el viernes, el que decida si se modifican o no los cuatro artículos que el PAN (y se supone que el PRD) quieren impulsar en torno a la llamada democracia sindical.

El panorama es confuso porque las señales de las propias fuerzas políticas lo han sido. En el caso del PRI, desde el regreso de Enrique Peña Nieto de su gira por Europa y luego de las confirmaciones de las dirigencias de los dos principales grupos sindicales que de una u otra forma giran en torno al presidente electo, los maestros de Elba Esther Gordillo y los petroleros de Carlos Romero Deschamps, la posición en torno a la reforma laboral parece estar definida: se apoyará sin reservas la minuta salida de la cámara de diputados. Sobre todo, el Congreso del SNTE en Rivera Maya fue una demostración de fuerza de Gordillo, mucho más que la de los petroleros, que terminaron realizando una reunión cerrada de delegados. Pero en ambos casos se trata, desde la óptica de Peña, de dos espacios imprescindibles para avanzar en cambios en el terreno educativo y energético.

El PRI no tiene razón alguna para cambiar esa minuta: Peña tiene un compromiso añejo con los grupos sindicales que no cambiará después de ganar la elección presidencial (en última instancia, guste o no triunfó con esos respaldos y apoyos, y asumiendo esos compromisos, no ganaría nada rompiéndolos antes incluso de llegar al poder); segundo, tiene el control del congreso (no sólo como partido, sino también con elementos comprometidos con él) y debe utilizarlo para marcar el tono de su gestión: mostrar debilidad en estos momentos con sus oposiciones no le beneficiaría, para el futuro, en absoluto. Tercero, la minuta de los diputados ha tenido el apoyo casi unánime del sector empresarial (y el PAN creo que se equivocó al enfrentarse a los grupos empresariales, como el CCE) y la presión sobre el tema de transparencia y democracia sindical ha logrado que los propios sindicatos que en algún momento no la aceptaban, defiendan ahora el paso sin cambios de la misma.

El PAN está jugando sus cartas: pide cambios en la reforma laboral, primero, para respaldar la que envió el presidente Calderón, en parte rasurada en la cámara de diputados. Lo hace también porque dejando el gobierno y sin compromisos de poder, tampoco tiene compromiso alguno, como partido, con las fuerzas sindicales. En realidad está apostando una carta para el futuro, oponiéndose a las dirigencias sindicales y tratando de mostrar una agenda liberal. Si gana la votación en el senado, será una demostración de fuerza, si pierda una ratificación de principios.

El problema es que se ve difícil que pueda hacerlo con el apoyo del PRD, el PT y Movimiento Ciudadano. En el PRD hay serias dudas, primero porque ellos sí tienen relaciones con sindicatos importantes que no están demasiados convencidos de impulsar los temas de transparencia en el mismo sentido que el PAN; segundo, porque se sienten también presionados por un López Obrador que no quiere ver de ninguna forma acuerdos con el PAN, ni legislativos ni electorales. Ello se ha puesto de manifiesto con la posición que tomaron los diputados de René Bejarano en la cámara de diputados y habrá que ver lo que hacen los de Dolores Padierna (aunque son muchos menos en proporción) en el senado.

En lo mismo está el PT, cuyos senadores (todos con compromiso con López Obrador más que con esa fuerza política) han dicho que no tienen una posición tomada sobre el tema hasta el momento. El más explícito ha sido Manuel Bartlett que ha dicho que le deben ese puesto a López Obrador y que harán, en síntesis, lo que el ex candidato presidencial diga.

En ese escenario, el PRI, y en particular Peña Nieto, podrá sacar su reforma (y hay que destacar ese punto: es su reforma, no la de Calderón) y prepararse para lo más complejo: el paquete económico del 2013 y la conformación del gabinete presidencial, con el interludio de una gira por Estados Unidos a mediados del mes próximo para platicar con quien gane las elecciones del próximo martes 6 de noviembre. La reforma laboral, en ese sentido, es más importante como símbolo que por los cambios en sí que deparará para el mercado laboral. Pero recordemos que la política está hecha de símbolos y con ellos se ganan o transforman las percepciones.

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