Dos semanas: expectativas y realidad
Columna JFM

Dos semanas: expectativas y realidad

Le están cargando a la administración Peña Nieto demasiadas intenciones que no son las suyas, que no ha tomado y que aparentemente tampoco quiere tomar. Se podrá decir que está muy bien, que lo mejor que puede ocurrirle a un gobierno es despertar las expectativas de distintos grupos sociales, incluyendo los que no son sus partidarios, porque eso le facilita la labor de gobierno. Y es verdad, pero es una verdad a medias por la sencilla razón de que si esas expectativas no son realistas y tampoco están en el marco de los propósitos reales de esa administración, al final lo que sucede es una suerte de frustración o sentimiento de engaño que tiene costos políticos.

Le están cargando a la administración Peña Nieto demasiadas intenciones que no son las suyas, que no ha tomado y que aparentemente tampoco quiere tomar. Se podrá decir que está muy bien, que lo mejor que puede ocurrirle a un gobierno es despertar las expectativas de distintos grupos sociales, incluyendo los que no son sus partidarios, porque eso le facilita la labor de gobierno. Y es verdad, pero es una verdad a medias por la sencilla razón de que si esas expectativas no son realistas y tampoco están en el marco de los propósitos reales de esa administración, al final lo que sucede es una suerte de frustración o sentimiento de engaño que tiene costos políticos.

Está pasando algo así en el inicio de esta administración. El gobierno ha actuado muy bien en el manejo de los temas que desea posicionar: desde las reformas hasta el Pacto por México. Pero al sacar esas propuestas con otros partidos y al permitir que todo mundo le otorgue la lectura que quiera, sin establecer con claridad su línea de trabajo, está permitiendo también una generación de expectativas, sanas o no, intencionadas o no, que no se corresponden con la realidad.

De esa forma se dice que a partir de lo suscripto en el Pacto, el gobierno tomará medidas contra las principales televisoras y no parece que esa sea su intención: de romper los monopolios a confrontarse con los grandes medios hay una enorme distancia; de subastar una par de cadenas de televisión a desarticular a las existentes hay una distancia enorme. Y sin embargo hay quienes han leído eso en el Pacto. ¿Qué sucederá cuando no ocurra?. Simplemente acusarán al gobierno de no haber cumplido una palabra que, en esos términos, nunca empeñó. Algo similar ocurre, ya lo hemos dicho, en el terreno de la educación. La interpretación que algunos medios le dan a la reforma me parece, sencillamente, un monumento a la especulación y la imaginación política. O simplemente un intento de manipulación informativa.

En este contexto ¿qué sucederá con la seguridad?. En la campaña electoral la tesis de cambiar la estrategia de seguridad sonaba muy bien y daba votos. A la hora de gobernar, ya lo hemos visto en estos días, no resulta tan sencillo. En sus dos apariciones públicas sobre el tema, el presidente Peña Nieto ha insistido, con toda razón, que mientras no se construyan otros mecanismos, la estrategia deberá permanecer: el ejército y la marina deberán seguir garantizando la seguridad interior y en los estados deben reconstruirse las fuerzas policiales locales apelando a lo que tanto se reclamó, no se concedió y que está funcionando en los pocos estados que lo han aplicado: un mando único local, con una estrecha colaboración en el terreno federal. En ese ámbito no hay nada nuevo por descubrir: eso es lo que hay que hacer. Por supuesto que debe haber mayor coordinación y un mucho mayor trabajo político y social, pero hay medidas e instituciones que se deben construir y que son pasos ineludibles para ir recuperando paulatinamente la seguridad. En esto también las percepciones son fundamentales y hasta ahora, apenas dos semanas en el gobierno, la administración Peña ha logrado crear una percepción de mayor tranquilidad y ha tenido un manejo de los medios que se ha beneficiado de una reducción de la violencia, que se venía registrando también desde la primera mitad del año y se ha agudizado en estos meses.

Pero precisamente por eso, hay muchas preguntas sin responder sobre el tema. No sabemos aún cómo se articularán: sí se ha dicho que ese gabinete quedará bajo control de la secretaría de Gobernación pero ¿cómo se articulará?¿cómo funcionarán en los distintos estados?¿cómo se hará para que las distintas dependencias involucradas tengan márgenes de autonomía que siempre son necesarias, sin caer en la competencia interna?¿quiénes quedarán en los mandos de la Policía Federal y junto a Manuel Mondragón como Comisionado de Seguridad?. Ya sabemos quiénes quedarán en los principales mandos de la Marina, pero ¿quiénes ocuparán esas posiciones en la Sedena y en las distintas áreas del ejército y la fuerza aérea?¿Qué sucederá con el Cisen?¿se mantendrá con su perfil actual?¿la estructura de inteligencia y de Plataforma México con que cuenta la Policía Federal permanecerá adscripta a la misma, irá al Cisen u a otra dependencia?¿qué sucederá con la tan mentada gendarmería que parece que se superpone a la Policía Federal?¿de qué forma todo esto se articulará con los gobiernos estatales?. Son preguntas que están sin responder. Es verdad que hay funcionarios que están pasando controles de confianza antes de su designación y que en esto no debemos apresurarnos, ya hemos visto que la prisa puede ser, especialmente en estos temas, una muy mala consejera. Pero son preguntas que deben tener respuesta para que no crezcan expectativas e ilusiones que sencillamente no pueden o no deben cumplirse.

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