Medina Mora: Washington, una etapa
Columna JFM

Medina Mora: Washington, una etapa

Una de las críticas que los priistas le hicieron a los dos gobiernos panistas fue el del mal manejo de la política exterior: dijeron que México había perdido protagonismo y peso, que había quedado fuera de las grandes ligas de la política y el comercio internacional. Como casi siempre en estos temas, era una verdad a medias: la administración Fox, quiso darle una vuelta de tuerca completa al alineamiento internacional de México y, contrario a lo que se dice, brillar en ese terreno. Lo hizo mal.

Una de las críticas que los priistas le hicieron a los dos gobiernos panistas fue el del mal manejo de la política exterior: dijeron que México había perdido protagonismo y peso, que había quedado fuera de las grandes ligas de la política y el comercio internacional. Como casi siempre en estos temas, era una verdad a medias: la administración Fox, quiso darle una vuelta de tuerca completa al alineamiento internacional de México y, contrario a lo que se dice, brillar en ese terreno. Lo hizo mal.

Más allá de los aciertos y errores, el hecho es que esa intención chocó abruptamente con la realidad el 11 de septiembre del 2001 y desde entonces la administración Fox navegó sin rumbo fijo, asumiendo los costos de un alto alineamiento con los Estados Unidos que en los hechos no era real por la sencilla razón de que no estaba alineado con ese país y con la administración Bush en lo que era su tema de único interés: la intervención en Iraq. Todo ello sazonado con disparates diplomático como el famoso “comes y te vas” con Castro o los enfrentamientos con Chávez y otros presidentes latinoamericanos.

En la administración Calderón, se trató de cambiar la dinámica. Se colocó en la cancillería a una diplomática de carrera como Patricia Espinosa que fue de menos a más y que logró volver a colocar a México en una buena posición en el terreno internacional, con los enormes límites que impuso la percepción de la violencia dentro del país. Pero tanto o más importante que eso fue el trabajo de Arturo Sarukhán en la embajada de Washington. Sarukhán se convirtió, como probablemente nunca antes en el caso de un embajador mexicano en Washington, en un verdadero interlocutor con la Casa Blanca y otros ámbitos de poder estadounidenses, donde construyó magníficas relaciones. Si Sarukhán no se quedó en esa posición no fue por su desempeño, sino por la percepción en el equipo de Peña Nieto de que el embajador había sido demasiado oficialista en el proceso electoral.  No sabemos si fue así, pero lo cierto es que su trabajo de seis años fue notable.

Llega a Washington para reemplazarlo uno de los políticos más talentosos que tiene en su entorno el presidente Peña Nieto: Eduardo Medina Mora. Ex embajador en Londres, donde tuvo algo así como un exilio dorado luego de su distanciamiento con el presidente Calderón cuando era procurador general de la república, por su desacuerdo en el manejo de varios temas de seguridad, había sido con Fox un efímero secretario de seguridad pública, después de la muerte de Ramón Martín Huerta y previamente director del Cisen. Antes aún, un empresario con muchas conexiones políticas.

Medina Mora siempre ha tenido un don que no suele acompañar a todos los políticos: sentido común, lealtad (que no se debe confundir con sumisión) e inteligencia política, esa que permite ver más allá de lo que ocurre en la coyuntura.

Hace ya varios años, cuando se tambaleaba Juan Camilo Mouriño como secretario de Gobernación, por la divulgación de unos supuestos negocios en Pemex de su empresa familiar, un altísimo personaje del gobierno federal me preguntó quién podría ser el reemplazo del poco después malogrado Juan Camilo. Le dije que el entonces procurador, Medina Mora. Me miró extrañado y me preguntó porqué y le contesté algo similar a lo que escribíamos líneas atrás. Me dijo que no era posible, que Eduardo tenía una magnífica relación con una serie de empresarios muy poderosos, incluyendo de los medios de comunicación, con dos ex presidentes, con muchos priistas, entre ellos con el entonces gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto y que, además, no era militante del PAN. Le pregunté a mi interlocutor si todas esas no eran precisamente las razones que lo calificaban para ser un muy buen secretario de Gobernación. Muy poco después, Eduardo dejó la PGR y fue designado embajador en Londres, lejos de la escena política local.

Ahora regresa a una posición clave: la embajada en Washington. El conocimiento y las relaciones adquiridas en Londres lo ayudarán mucho en esa labor, lo mismo que la continuidad que sin duda le dará a las relaciones que abrió Sarukhán (Medina Mora no es un hombre de rupturas). Mientras José Antonio Meade desde la cancillería encabezará (como lo hizo años atrás José Angel Gurría) una SRE que apostará por intensificar el despliegue económico y comercial del país, construyendo a partir de esas premisas, las relaciones internacionales de México, desde Washington Medina Mora tendrá que atender a la economía y el comercio, pero también a los ámbitos más delicados de la política y sobre todo de la seguridad, dos temas que conoce perfectamente.

Sin duda lo hará muy bien porque tiene todo para hacerlo. Pero atención, no creo que, como lo fue Sarukhán, Medina Mora sea un embajador para seis años. Tiene demasiadas cualidades políticas que, más temprano que tarde, lo traerán de regreso a México.

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