El golpe de Estado técnico del chavismo
Columna JFM

El golpe de Estado técnico del chavismo

Dentro de diez días, Barack Obama tendrá que prestar juramento para un nuevo periodo como presidente de los Estados Unidos. ¿Se imaginaría usted que Obama estuviera enfermo de cáncer, sin que se supiera su nivel de gravedad, sin que se supiera siquiera si está conciente o en un coma inducido?¿se imagina en esas circunstancias al congreso estadounidense declarando como una suerte de presidente provisional a su líder y explicando que, en realidad, eso de la toma de protesta es una formalidad que puede ser trasladada a cualquier otro momento?¿se imagina un país en el que no se sabe quién está a cargo, quién decide, quién firma los decretos y hace cumplir las leyes?

Dentro de diez días, Barack Obama tendrá que prestar juramento para un nuevo periodo como presidente de los Estados Unidos. ¿Se imaginaría usted que Obama estuviera enfermo de cáncer, sin que se supiera su nivel de gravedad, sin que se supiera siquiera si está conciente o en un coma inducido?¿se imagina en esas circunstancias al congreso estadounidense declarando como una suerte de presidente provisional a su líder y explicando que, en realidad, eso de la toma de protesta es una formalidad que puede ser trasladada a cualquier otro momento?¿se imagina un país en el que no se sabe quién está a cargo, quién decide, quién firma los decretos y hace cumplir las leyes?

Pero vaya mucho más allá, imagínese por un momento que ese presidente no está siquiera internado y tratado en su país, sino en otra nación, donde no se sabe qué médicos lo atienden, en qué lugar está hospitalizado, qué tratamiento recibe y, obviamente, cuál es su estado de salud en una enfermedad que todo apunta a que sea terminal.

Eso es lo que está ocurriendo, desde hace meses con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que debería hoy haber protestado por un nuevo periodo presidencial. Como Chávez está siendo tratado desde hace casi dos años en Cuba de lo que primero se dijo que era un absceso y que tiempo de después se tuvo que aceptar que era un grave cáncer, la mayoría chavista en el Congreso decidió que la toma de protesta no era importante, que Chávez sigue al frente del país, mientras se nombró a una suerte de presidente provisional, un tal Diosdado Cabello, al tiempo que el vicepresidente y posible sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, permanece despachando en La Habana, y la sociedad venezolana no tiene ni idea de cuál es el estado de salud de su presidente.
Sería imposible que algo así ocurriera en cualquier democracia, ni en Estados Unidos (una de las grandes controversias en la Unión Americana sobre estos temas se dio cuando Ronald Reagan sufrió un atentado que lo dejó herido y que provocó que fuera anestesiado durante cuatro horas: hubo todo un conflicto para definir si quien estuvo al mando del país durante esas cuatro horas había sido el secretario de Estado Alexander Haig o el vicepresidente George Bush). Tampoco en México podría producirse una situación similar, ni en ninguna de las democracias latinoamericanas.

Llama la atención que, en estas condiciones, que obviamente violan la legalidad, las mismas naciones que no lo aceptarían para sí, lo vean hasta con simpatía en el caso de Chávez, o que algunos mandatarios peregrinen no a Caracas sino a La Habana, convertida en la verdadera capital de Venezuela, a presentarles sus respetos a un Chávez que evidentemente no está en condiciones de recibirlos.

No es un tema menor y poco tiene que ver con la autodeterminación de los pueblos. Hace unos meses, instigadas por el propio gobierno de Chávez, las naciones del Mercosur y de la OEA, suspendieron la participación de Paraguay porque el congreso de ese país, con un abrumadora mayoría, destituyó de su cargo al muy controvertido presidente Fernando Lugo, para colocar en su lugar al vicepresidente Federico Franco. Algo similar había ocurrido tiempo atrás en Honduras, cuando el congreso destituyó al más que controvertido presidente Manuel Zelaya. Tanto Lugo como Zelaya, émulos de Chávez, fueron destituidos en procesos legales y abiertos por los congresos de sus respectivos países después de un juicio político. En los dos casos, la Venezuela de Chávez encabezó la ofensiva para convertir a los gobiernos de esos dos países en parias internacionales, alegando la existencia de un golpe de Estado técnico.

Ahora, cuando no se sabe siquiera si Chávez vive, si está consciente e incluso dónde está en La Habana, la mayoría chavista en el congreso venezolano impone su ley, decide que la toma de protesta es una mera formalidad que no es necesario cumplir, decide que Chávez sigue siendo el hombre al frente del gobierno y designa una suerte de suplente, violando todas las normas legales. Y no pasa nada.

La doble cara de buena parte de la comunidad internacional, sobre todo en varios países de Latinoamérica que dependen del petróleo que les regala Venezuela, es bochornosa. Se puede simpatizar o no con Chávez (en lo personal lo considero una suerte de dictador región 4) pero lo menos que se le puede exigir a un gobierno es que cumpla con sus leyes. Y si se considera que no es así que se sea tan férreo con Venezuela, como se fue con los gobiernos de Honduras y Paraguay. Lo de Chávez es, sin duda, un golpe de Estado técnico.

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