No hay, ni hubo, tregua
Columna JFM

No hay, ni hubo, tregua

La administración Peña ya sabe cuáles son los verdaderos desafíos de la violencia y de los grupos criminales. Hace seis años, el presidente Calderón comenzaba a decir que la estrategia de seguridad implicaba un reto similar a cambiarle las ruedas a un carro en pleno movimiento. No creo que hayan podido en los pasados seis años cambiar las cuatro ruedas ni mucho menos, pero lo que sí es un hecho es que la nueva administración tendrá que continuar, con sus métodos y políticas, haciéndoles. Porque el carro de la inseguridad se sigue moviendo a toda velocidad.

La administración Peña ya sabe cuáles son los verdaderos desafíos de la violencia y de los grupos criminales. Hace seis años, el presidente Calderón comenzaba a decir que la estrategia de seguridad implicaba un reto similar a cambiarle las ruedas a un carro en pleno movimiento. No creo que hayan podido en los pasados seis años cambiar las cuatro ruedas ni mucho menos, pero lo que sí es un hecho es que la nueva administración tendrá que continuar, con sus métodos y políticas, haciéndoles. Porque  el carro de la inseguridad se sigue moviendo a toda velocidad.

No nos engañemos, en el terreno de la inseguridad no ha habido ni tregua ni impasse. El gobierno ha hecho su tarea y los delincuentes también: en diciembre y enero hubo más de mil muertos cada mes y febrero no se percibe mejor. Desde enero, además, como que se han desatado los demonios en distintos lugares que habían estado en relativa calma, o por lo menos sin acciones que convulsionaran el ambiente. Hay en todo este proceso, dos regiones que se retroalimentan y contaminan mutuamente: una es la de Guerrero, Michoacán y Morelos, con ramificaciones en el estado de México. La otra es Nuevo León y Tamaulipas, con ramificaciones aunque sean más lejanas geográficamente en la Comarca Lagunera y, de otra manera, en Veracruz.

La ciudad más violenta en los últimos meses ha sido Acapulco, pero lo sucedido en el puerto es expresión también de la lucha que se está dando entre distintos grupos por controlar esa zona, incluyendo la Montaña y la Tierra Caliente, alimentado, también por la confusión que genera la existencia de distintos grupos armados, incluyendo las llamadas policías comunitarias; las luchas políticas internas; en el caso de Morelos y Michoacán, del cambio de gobierno, de los municipios en Guerrero, y en resumen de la insuficiencia institucional para atender la inseguridad galopante en toda la región. El caso de las turistas españolas o del atentado al procurador de Morelos son paradigmáticos en ese sentido, pero están lejos de ser los únicos. Hay distintas posibilidades, distintas políticas en esos tres estados (cuatro con la zona limítrofe del estado de México) pero la problemática, las insuficiencias y los grupos enfrentados son los mismos.

Mientras se han tomado medidas mucho más drásticas en la Comarca Lagunera, que le han cerrado espacios a distintos grupos criminales, ha recrudecido la violencia en Tamaulipas y en Nuevo León, con acciones muy publicitadas como el atentar con granadas contra el palacio de gobierno en Ciudad Victoria, en Tamaulipas, secuestrar al jefe de la policía en Nuevo Laredo o asesinar a uno de los principales mandos de la nueva policía estatal en Apodaca, en Nuevo León. La diferencia con lo que sucede en Guerrero, Michoacán y Morelos, es que tanto Tamaulipas como Nuevo León son estados que han tenido avances muy importantes, en la construcción de sus nuevas policías (Veracruz, por lo menos en sus principales zonas urbanas parece haber salido de sus mayores problemas). En esos dos estados, sobre todo en Tamaulipas, falta aún mucho por hacer, pero las bases de una nueva política de seguridad ya están sentadas y es esa presión la que se quieren quitar de encima los grupos delincuenciales.

Hay que recordar que, además, en esos dos estados, al igual que la Laguna, el enfrentamiento entre los cárteles del Pacífico y sus aliados del Golfo, contra los Zetas, es claro y directo, mientras que en el centro del Pacífico, esas mismas organizaciones también están enfrentados, pero tienen distintos testaferros más pequeños y locales, aliados con unos u otros y que luchan entre sí, además de que las policías locales de Guerrero, Michoacán y Morelos están institucionalmente destrozadas y penetradas por el crimen.

Pero más allá de todo esto, el hecho es que esos grupos están trabajando para desafiar a los gobiernos locales que ahora sí parecen estar dispuestos a asumir los costos y las responsabilidades de combatir la inseguridad. Y ese desafío, obviamente, se extiende al gobierno federal que más temprano que tarde deberá establecer objetivos y metas muy concretas para responder a la provocación.

Por cierto, algo más que extraño el secuestro y la repentina reaparición, negándolo, del alcalde de Huitzuco, Guerrero, Norberto Figueroa, que dice que nunca fue secuestrado pero durante día y medio no apareció y testigos vieron cómo fue interceptado por un grupo de hombres armados.

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