Cien días: de Napoleón a San Lázaro
Columna JFM

Cien días: de Napoleón a San Lázaro

La insistencia sobre la importancia de los primeros cien días de un gobierno deviene, paradójicamente, de una derrota. Cien días duró la campaña de Napoleón Bonaparte, desde que escapó de la isla de Elba hasta que fue derrotado en Waterloo, entre marzo y junio de 1815. Cien días de vértigo que cambiaron la historia. El día 101 de Napoleón fue el de la derrota, el del inicio a un regreso sin gloria a París de donde huyó poco después para ser capturado y enviado al inhóspito exilio de la isla de Santa Helena, donde años después moriría solo y abandonado.

La insistencia sobre la importancia de los primeros cien días de un gobierno deviene, paradójicamente, de una derrota. Cien días duró la campaña de Napoleón Bonaparte, desde que escapó de la isla de Elba hasta que fue derrotado en Waterloo, entre marzo y junio de 1815. Cien días de vértigo que cambiaron la historia. El día 101 de Napoleón fue el de la derrota, el del inicio a un regreso sin gloria a París de donde huyó poco después para ser capturado y enviado al inhóspito exilio de la isla de Santa Helena, donde años después moriría solo y abandonado.

El reto, por lo tanto es establecer en esos 100 días las bases para el futuro: si en ese lapso se es derrotado, ese futuro no existe. Tampoco es ninguna garantía de triunfo. Hay gobierno que comenzaron en sus primeros meses con una fuerza colosal y acabaron en el desastre (¿qué mejor ejemplo que el de José López Portillo?) y otros que teniendo todo en su favor lo desaprovecharon en forma notable (como ocurrió con Vicente Fox). Pero por lo pronto, lo importante es el día 101 y Peña Nieto superó ese límite imaginario, utilizando la fuerza acumulada en los primeros cien días para enviar al congreso la iniciativa de la reforma a la ley federal de telecomunicaciones, la primera de las tres grandes iniciativas que se esperan para este año (las otras dos son la energética y la fiscal).

Ya habrá tiempo para analizar en detalle el complejo entramado de la iniciativa presentada, donde la norma parece estar en desmontar monopolios y hacer más competitivo el enorme mercado de las telecomunicaciones. Pero por lo pronto se debe destacar la forma en la que iniciativa ha logrado ser presentada: como parte de los acuerdos del Pacto por México y con el visto bueno del gobierno federal y del PRI pero también de las dirigencias del PRD y del PAN, en donde, no tan paradójicamente, deberán superarse las mayores resistencias para su aprobación que incluye, debemos recordarlo, cambios constitucionales que exigen las dos terceras partes de los votos del congreso. Es una prueba también para el futuro, una prueba en la que Gustavo Madero en el PAN y Jesús Zambrano en el PRD deberán demostrar que pueden hacer que sus legisladores honren los acuerdos a los que ellos llegan en el Pacto por México.

No son pocos en el PRD y en el PAN  que por buenas o malas razones no están de acuerdo con la forma de actuar de sus dirigentes, que tienen en diciembre próximo, los dos, citas para renovar o no sus liderazgos. En el caso del PRD existe una doble oposición, interna y externa: la interna que intenta ser capitalizada por Marcelo Ebrard, apoyado (vaya compañeros de viaje) por los bejaranistas, y fuera del partido, pero con muchos hilos aún dentro del él, por López Obrador y el Morena. En ambos casos están esperando un fracaso de los acuerdos para poder quedarse con la dirigencia del partido, sobre todo si los resultados electorales en los 14 comicios estatales de julio resultan, como sería lógico pensarlo, desfavorables para el PRD (el solo hecho de que Morena le prohíba a sus integrantes participar en esas elecciones en cualquier fórmula, aliados o no con el PRD, le restará a ese partido votos). Zambrano está dirigiendo al PRD por una ruta que hasta ahora no había explorado y sus resultados son inevitablemente inciertos.

En el PAN las cosas son más complejas. El enfrentamiento entre la corriente de Gustavo Madero y el llamado calderonismo (que en realidad es un grupo que trasciende al ex mandatario y que tiene como cabeza al senador Ernesto Cordero), es acompañado por otros grupos (como el que encabezarían Carlos Medina Plascencia y Ernesto Ruffo), por ese interrogante que es todavía Josefina Vázquez Mota, y por otros panistas que no se sienten identificados con ninguno de ellos. Existe una diferencia muy importante en todo este andamiaje, incluso diferente a cómo lo está haciendo internamente el PRD, que contempla a sus dos coordinadores parlamentarios en las negociaciones. El equipo de Madero ha excluido sistemáticamente de las mismas al de Cordero y por lo tanto no puede garantizar que lo que acuerdan en la dirección del partido o en la propia cámara de diputados, salga en la de senadores. Y tengan o no la razón en sus posiciones, lo cierto es que, ante esa exclusión, los corderistas tienen toda la razón de buscar adoptar sus propias decisiones, coincidan o no con las de Madero.

La semana pasada, para sacar adelante sus propuestas fiscales, Barack Obama se reunió a cenar con catorce legisladores republicanos, sin incluir a ninguno de los líderes de ese partido. Buscó construir un acuerdo a la medida que le permitiera sortear el bloqueo de la cámara de senadores (manejada por los republicanos) a sus medidas. Muy probablemente, con el paso de los días, veremos algo similar en México.

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