Aeropuertos, negocios y justicia
Columna JFM

Aeropuertos, negocios y justicia

El 22 de octubre de 2001, el presidente Fox ordenó trasladar el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a la zona de Texcoco, utilizando los terrenos federales en donde se ubica el ex Lago de Texcoco, que suman aproximadamente 10 mil hectáreas. Para desarrollar el ambicioso proyecto, que tendría que concluirse poco antes del fin de su administración se realizarían expropiaciones en varios municipios aledaños, la enorme mayoría de ellos asentados sobre tierras consumidas por el salitre y muy poco productivas.

El 22 de octubre de 2001, el presidente Fox ordenó trasladar el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a la zona de Texcoco, utilizando los terrenos federales en donde se ubica el ex Lago de Texcoco, que suman aproximadamente 10 mil hectáreas. Para desarrollar el ambicioso proyecto, que tendría que concluirse poco antes del fin de su administración se realizarían expropiaciones en varios municipios aledaños, la enorme mayoría de ellos asentados sobre tierras consumidas por el salitre y muy poco productivas.

Un año después, en agosto del 2002, el gobierno había fracasado en su intento y anulaba su propio decreto de traslado del aeropuerto. Fue un golpe mortal para el foxismo: desde entonces fue un gobierno a la defensiva, percibido como débil y que había resignado su principal proyecto de infraestructura sometido por la presión de un grupo de manifestantes (los de Atenco, ligados a grupos muy radicales del EZLN y el EPR) sin mayor representatividad que la que tenían en una comunidad de las muchas que vivían en torno al proyecto. El gobierno no se había enterado de esa presencia y por lo tanto la violencia de esos manifestantes lo sorprendió. Nunca se pudo recobrar el foxismo de ese fracaso ni en lo político ni en la confianza de los inversionistas.

Nadie tenía dudas entonces, o ahora, de que el AICM está rebasado. El aeropuerto tiene más de 60 años en operación y literalmente no puede crecer: está rodeado por la mancha urbana, en buena medida porque nunca se planificó su crecimiento futuro ni se previeron las necesidades que tendría la aeronáutica con el paso de los años. Desde el gobierno de López Portillo se manejaron varias alternativas para construir un nuevo aeropuerto para la capital y nunca se decidió hacerlo por conflictos políticos, intereses económicos y falta de determinación. Fracasado el proyecto del nuevo aeropuerto propuesto por Fox, se construyó una nueva terminal que, como se previó entonces, al paso de unos pocos años ha quedado también saturada. No hay más alternativa que volver a la propuesta de construir una nuevo aeropuerto para la capital del país. Y el lugar idóneo probablemente sigue siendo Texcoco, independientemente de que se puedan ir descentralizando operaciones hacia Toluca.

El secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, anunció que ya está sobre la mesa ese proyecto y que el anuncio lo hará el presidente Peña cuando estén concluidos todos los estudios. Después del fracaso de hace una década se analizaron varias alternativas para construir en Texcoco sin tocar la zona de conflictos. Quién sabe qué alternativas se propondrán ahora. Lo cierto es que sin duda, y más aún viniendo el presidente Peña y buena parte de su equipo del estado de México, se trata de una decisión política, que tiene que ser operada con un alto grado de eficacia. El fracaso de Fox con el aeropuerto se derivó, entre otras razones, de que no se hizo trabajo político alguno en torno a la  decisión, tampoco se había trabajado con los ejidatarios que serían expropiados y antes se había realizado un largo e infructuoso proceso de consulta sobre el lugar donde ubicar el aeropuerto que sólo sirvió para dividir opiniones entre los partidarios de Texcoco y los que proponían su ubicación en Hidalgo (paradójicamente hoy buena parte del equipo del presidente Peña se divide entre funcionarios de ambos estados), la única otra alternativa posible.

No se puede emprender nuevamente la tarea de construir un nuevo aeropuerto sin cubrir todas las exigencias políticas que el proyecto implica, eso obviamente lo sabe la nueva administración. Pero también sabe que lograrlo sería un golpe político y económico clave, además de una reafirmación de la nueva concentración del poder presidencial, tan disperso, sobre todo en aquellos años.

Por lo pronto, ya comenzarán las tareas de desconcentración de vuelos del aeropuerto capitalino hacia Toluca, y deberá darse en estos días la resolución final sobre Mexicana. Y de la mano con ello, sería el momento de ejecutar otro acto de justicia: responsabilizar penalmente a los ex dueños de esa empresa que realizaron un fraude inocultable con su vaciamiento, que dejaron a miles de trabajadores en la calle y que están tratando de alargar todo el proceso de quiebra hasta más allá de septiembre próximo para que los posibles delitos prescriban y ellos queden impunes.

Al margen, qué triste que hayan tenido que agredir a Jesús Zambrano, para que en el PRD descubrieran que los amigos de Noroña y patanes semejantes son simplemente provocadores fascistoides. Cientos han sufrido esas agresiones con el silencio cómplice de los dirigentes partidarios. Esperemos que ahora la denuncia vaya más allá de las declaraciones.

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