La explosión del odio
Columna JFM

La explosión del odio

Los tres muertos, un niño de 8 años, una estudiante china de 23 y una joven profesionista de 29, ni tampoco los 170 heridos, varios de ellos graves, dan la dimensión real del daño producido por los atentados en Boston el lunes pasado. Más allá del terror, de las escena terribles que observamos recordando Oklahoma, el 11S, Madrid, Londres, Mumbay, lo que vimos el lunes puede ser el catalizador del accionar de grupos que se caracterizan por el odio en la Unión Americana, un proceso que ha ido germinando desde hace años y que podría catalizarse a partir de estos atentados que cada día más parecen ser producto de grupos internos, de esos miles de grupos que pululan por la Unión Americana pregonando racismo, fanatismo por las armas, formando milicias, rechazando el pago de impuesto y la “intromisión” del Estado e incluso pregonando que el presidente Barack Obama nació en Africa, en algún país árabe o vaya usted a saber dónde. Para el catálogo de estupideces nunca hay límite.

Los tres muertos, un niño de 8 años, una estudiante china de 23 y una joven profesionista de 29, ni tampoco los 170 heridos, varios de ellos graves, dan la dimensión real del daño producido por los atentados en Boston el lunes pasado. Más allá del terror, de las escena terribles que observamos recordando Oklahoma, el 11S, Madrid, Londres, Mumbay, lo que vimos el lunes puede ser el catalizador del accionar de grupos que se caracterizan por el odio en la Unión Americana, un proceso que ha ido germinando desde hace años y que podría catalizarse a partir de estos atentados que cada día más parecen ser producto de grupos internos, de esos miles de grupos que pululan por la Unión Americana pregonando racismo, fanatismo por las armas, formando milicias, rechazando el pago de impuesto y la “intromisión” del Estado e incluso pregonando que el presidente Barack Obama nació en Africa, en algún país árabe o vaya usted a saber dónde. Para el catálogo de estupideces nunca hay límite.

Lo cierto es que hoy, un par de días después del atentado, la administración Obama y la sociedad estadounidense parecen estar bajo ataque, pero las características del mismo podría dar más pistas sobre los orígenes de los atentados, y la intención de los agresores que los encontrados por las ingentes tareas periciales en Boston. Cartas a dos senadores con ricino, una sustancia venenosa; ayer un paquete  para Obama con sustancias tóxicas, y muchos dirigidos al Capitolio; un paquete bomba que estalla en Atlanta. Nada es algo que, por sí solo, pudiera significar que las cosas están fuera de control, pero pareciera que el atentado en Boston abrió la puerta, o pudiera terminar de hacerlo, para que distintos grupos o personajes liberen abiertamente su odio contra unos Estados Unidos que han cambiado y que hoy, siendo ellos parte de él, detestan: unos Estados Unidos que elección tras elección demuestra que sigue siendo cada vez más urbano y liberal (los resultados electorales, por el sistema indirecto que ha adoptado ese país, no refleja siempre en sus resultados las verdaderas tendencias electorales: en los hechos, desde 1992, los demócratas, salvo la elección del 2004, nunca han perdido el voto popular: Bush Jr ganó en el 2000 habiendo obtenido muchísimos menos votos que Al Gore); una sociedad que es cada vez más plural, en lo cultural y en lo social; que se ha convertido en multiracial; que tienen un presidente afroamericano, mujeres en puestos de decisión, latinos con un poder creciente.

Esa transformación de la sociedad estadounidense, que parece más lenta de lo que es, genera enormes resistencias. Hoy Estados Unidos, según las encuestas, está más polarizado en sus opiniones políticas que nunca antes, desde la guerra civil de 1861-65. Esa polarización se expresa en algunas ocasiones abiertamente en política, sobre todo en poderosas y regresivas organizaciones que van desde el Tea Party hasta la Asociación Nacional del Rifle. Muchas otras, que suelen ser pequeñas pero diseminadas por todo el territorio estadounidense, simplemente acumulan odio y rencor, alimentado por líderes religiosos y medios que actúan en forma demencial, todo ello sumado a la irracional política de venta de armas. Y son las que parecen estar apareciendo ahora con el ataque en Boston.

Las autoridades extraoficialmente parecen haber descartado que sea un ataque proveniente de Al Qaeda. Tienen razones para pensarlo. El ataque coincidió con muchas fechas de relevancia interna: el aniversario del asesinato del presidente Abraham Lincoln; el día del Patriota en Boston, celebrando el levantamiento independentista; la fecha límite para presentar declaraciones fiscales; el anuncio de que un grupo bipartidista alcanzó un acuerdo para una reforma migratoria; la insistencia para que se acote aunque sea mínimamente la venta de armas: en los últimos tres meses hubo tres mil muertos en la Unión Americana por armas de fuego, y la tendencia va constantemente al alza.

Son los demonios con los que deben lidiar la sociedad y el gobierno estadounidense, aunque un ataque tan abierto, tan brutal contra la población, en un evento deportivo tradicional que congrega siempre a tantos jóvenes y niños sólo exhibirá el carácter despreciable de sus autores y puede catalizar, también, el rechazo y el aislamiento de estos grupos y personajes totalitarios, racistas, fundamentalistas, por la sociedad, se trate de republicanos o demócratas, WASP, afroamericanos, latinos y asiáticos. Todos han sido sorprendidos por el terror.

Por cierto, para quienes dicen que esas cosas en México no pasan habría que registrar varios hechos pero uno alcanzaría: ¿quién puso un explosivo en pleno día dentro de los andenes del metro en la transitadísima estación de Indios Verdes en días pasados?. Afortunadamente no hubo víctimas, pero el dato debe registrarse.

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