PAN: ¿por qué antes del 7 de julio?
Columna JFM

PAN: ¿por qué antes del 7 de julio?

Es verdad, como decía ayer en su artículo periodístico Juan Ignacio Zavala, que el llamado calderonismo se saltó, en los hechos, a toda una generación de panistas que no terminaron de ocupar los espacios que esperaban por su trayectoria y militancia. Y que esa generación no se lo perdona, se lo quiere cobrar desde hace tiempo. En realidad fue un proceso doble: primero del foxismo, con todos sus matices respecto a representar a un auténtico panismo y mucho más claramente después con la presidencia de Felipe Calderón, basado en un equipo mucho más joven que sus antecesores en el partido.

Es verdad, como decía ayer en su artículo periodístico Juan Ignacio Zavala, que el llamado calderonismo se saltó, en los hechos, a toda una generación de panistas que no terminaron de ocupar los espacios que esperaban por su trayectoria y militancia. Y que esa generación no se lo perdona, se lo quiere cobrar desde hace tiempo. En realidad fue un proceso doble: primero del foxismo, con todos sus matices respecto a representar a un auténtico panismo y mucho más claramente después con la presidencia de Felipe Calderón, basado en un equipo mucho más joven que sus antecesores en el partido.

El problema fue que el presidente Calderón, en su momento, no supo procesar esa transformación en su propio partido: si los liderazgos que se habían impuesto durante el gobierno de Vicente Fox fracasaron y no supieron qué hacer desde el oficialismo, durante la administración Calderón las divisiones se acentuaron y nunca el PAN logró tener una imagen de cohesión, ni siquiera de partido en el poder. A la caída, precedida de una larga, muy anterior al 2006, distancia entre Calderón y Manuel Espino, siguió la llegada de Germán Martínez, entonces cercanísimo a Calderón. Pero Germán renuncia al PAN por los resultados de 2009, abriendo una crisis en la que aparece César Nava, que no parecía tener la carrera para llegar a esa posición y se produce aquel enfrentamiento entre Nava y Fernando Gómez Mont (con un currículum panista muy superior al de César) donde los dos quedan malparados, donde no se toman decisiones serias y que acarrea, en todos los sentidos, costos altísimo para ese partido y para el propio gobierno. La llegada a la presidencia panista de Gustavo Madero estuvo marcada por el conflicto: el chihuahuense (que paradójicamente fue quien reemplazó a Santiago Creel en la coordinación del senado cuando Germán Martínez llegó a la presidencia del partido) nunca se supo si era o no originalmente el candidato de Calderón. Cuando el proceso estaba ya en sus últimas horas, Roberto Gil apareció como la opción del calderonismo. Pero no le alcanzó para revertir un mecanismo interno que ya estaba echado a andar y que ya no quería dejar pasar a muchas de las cartas de un presidente Calderón que, obviamente ya estaba en la cuesta baja de su administración.

Las diferencias continuaron con la candidatura de Josefina Vázquez Mota, que pudo ser una de las últimas oportunidades, aunque fuera frágil, de unidad interna. Sucedió todo lo contrario: la elección, prologada durante semanas, fue una competencia tan dura que una vez convertida en candidata dejó exhausta, física y políticamente, a Josefina, pero además, la dejó sola. La mejor imagen de los problemas que sufrió su campaña, fue que tiempo después se descubrió, vía documentación oficial, que el CEN del PAN que encabezaba, ayer como hoy, Madero, se “ahorró” 220 millones de pesos en la campaña de Vázquez Mota, porque prefirió gastarlos en campañas locales. Y al mismo tiempo, la propia Josefina siempre se quejó de que no recibió el apoyo que esperaba del presidente Calderón. Para terminar de demostrar la profundidad de la ruptura, el ex presidente Fox llamó a votar por Peña Nieto.

La crisis había nacido mucho tiempo atrás, pero hizo eclosión en ese momento y desde entonces no ha hecho más que profundizarse. Mañana martes, después de que insólitamente lo adelantara en una rueda de prensa desde el jueves pasado, Madero removerá (tiene todas las atribuciones como para hacerlo) a Ernesto Cordero de la coordinación del senado: no importa que la mayoría de los senadores apoyen a Cordero (quizás no tanto como se especula, pero más de la mitad casi con seguridad), lo que importa es que la situación entre ambos es intransitable. El tema trasciende, con mucho, el Pacto por México, pasa por la forma de relacionarse con el poder y el concepto de oposición y futuro que se plantea para su partido.

No veo cómo podrá Madero no reemplazar a Cordero sin pagar un altísimo costo político después de su anuncio. Buscaré personajes más viables, como Héctor Larios, para esa posición, pero también es verdad que por lo menos una veintena de senadores terminarán formando de facto una fracción enfrentada con el dirigente de su partido. Aunque lo harán sin los recursos y la exposición que da la coordinación del grupo parlamentario. Me imagino que esa es la apuesta de Madero.

La crisis era evidente y tenía que estallar. La pregunta que no se acierta a responder es porqué ahora y no después del siete de julio, cuando estarán en juego 14 elecciones estatales, entre ellas Baja California, el único estado que, desde 1989, gobierna en forma ininterrumpida el PAN. Un partido roto es la peor forma de afrontar cualquier elección: salvo que las cartas ya estén echadas.

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