Durante la administración Calderón se cometieron muchos y graves errores en la lucha contra el narcotráfico, sobre todo en el terreno de la coordinación, en la comunicación y en el manejo político de la misma. Pero no existió una guerra de Calderón: la guerra era entre los cárteles y había comenzado en el 2004.
Durante la administración Calderón se cometieron muchos y graves errores en la lucha contra el narcotráfico, sobre todo en el terreno de la coordinación, en la comunicación y en el manejo político de la misma. Pero no existió una guerra de Calderón: la guerra era entre los cárteles y había comenzado en el 2004.
Los enfrentamientos violentos entre los distintos cárteles siempre han estado presentes: en el pasado, en los primeros años de los 90, fueron notables, carros bombas incluidos y la muerte de una cardenal, entre los Arellano Félix contra la llamada Federación, que encabezaba Amado Carrillo Fuentes, en la que participaba todavía como un jugador menor Joaquín el Chapo Guzmán, y en menor medida de esos dos grupos con el cártel del Golfo, entonces encabezado por Juan García Abrego. Nunca se ha esclarecido si las muertes de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu tuvo relación con esos juegos de poder entre cárteles y grupos políticos. Pero fueron parte de un proceso de desestabilización donde todos participaron.
Pero desde 2004 las cosas cambiaron, y eso se suele olvidar cuando se trata de explicar la ola de muertes que vivimos hasta hoy. Esos enfrentamientos se recrudecieron porque lo que ocurrió fue que se rompieron internamente esos tres grandes cárteles: se dividieron los Arellano Félix; y sobre todo se enfrentaron y rompieron los cárteles del Chapo Guzmán, el llamadode Sinaloa, con los Beltrán y el de Juárez, y también comenzó la ruptura de El Golfo con los Zetas, mientras que en Michoacán y Guerrero, un grupo originalmente cercano a los Zetas rompía con ellos, se acercaba a los de Sinaloa y lo hacía con una vorágine de violencia: la Familia. Rupturas que coincidieron, casualmente, con cambios sexenales.
Ninguna guerra, ninguna violencia es peor que la fraticida. Las guerras civiles son más duras, más crueles, más brutales que cualquier otra. Y esa guerra no fue la excepción.
Tampoco la que comenzaron a librar los Zetas entre sí. Divididos el Z 40 y El Talibán, el domingo 12 de agosto, el presidente municipal electo de Matehuala, San Luis Potosí, Edgar Morales Pérez, fue asesinado junto con quien fuera su coordinador de campaña, Francisco Colunga. Seis días después, las autoridades arrestaban a cinco policías municipales acusados de estar involucrados en la ejecución del alcalde. Este asesinato ocurrió cuatro días después de que fuera localizado un vehículo con 14 cadáveres con huellas de tortura y disparos de arma de fuego. Una persona sobrevivió, había sido dada por muerta y fue quien primero habló sobre la ruptura de los Zetas.
Así se pudo saber que los Zetas se habían dividido, se habían roto y había comenzando la batalla interna por el control de esa organización: una de las fracciones la controlaba el Z 40, Miguel Ángel Treviño Morales, y la otra lo encabeza el Z 50, apodado El Talibán, con fuerte presencia, sobre todo, en el estado de Coahuila. Heriberto Lazcano, el Lazca, se inclino por el segundo. Ambos grupos se disputaban Coahuila, además de Zacatecas y sobre todo San Luis Potosí. Incluso la ola de violencia posterior que se desató en Michoacán y en Guanajuato tuvo relación con esa ruptura interna en el cártel de Los Zetas que tienen influencia en ambos estados.
Esa violencia, como mucha de la que vivimos en el pasado y persiste en el presente, no deviene de la presencia de las fuerzas de seguridad (que como se ha demostrado pueden, de acuerdo a sus órdenes políticas actuar mejor o peor en distintos escenarios) sino de la propia lucha que esos grupos criminales, mantienen entre sí para tratar de establecer control sobre distintos territorios.
En el pasado, con una cantidad de información menor, era mucho más complejo tener un seguimiento estricto de cómo se estaban desdoblando los grupos criminales. En la actualidad, ese seguimiento se puede realizar con bastante exactitud y rapidez. Obviamente habrá estados en disputa luego de la caída del Z 40 y quizás en algunos puntos un nuevo pico de violencia: estamos hablando de Los Zetas, la organización más violenta de todas las que operan en territorio nacional: si empleaban una violencia brutal contra sus adversarios, la misma previsiblemente puede ser mayor en su conflicto interno. Pero también hay que recordar que los Zetas han sido descabezados.
Es la primera vez que con tanta claridad las autoridades pueden preveer y tratar de prevenir los próximos estallidos de violencia, mismos que, para ser frenados, requieren de una fuerte participación social mediante la denuncia, y una presencia de las fuerzas de seguridad locales que en el pasado eran las menos entusiasmadas en hacerlo, pero que ahora tienen estímulos políticos para participar activamente en ese proceso.
Por lo pronto, la cúpula de Los Zetas ha sido aniquilada.
PD: nos toca descansar unos días. Estas Razones se volverán a publicar el lunes 5 de agosto. Gracias.