La caída de Mario Ramírez Treviño, apodado el X 20 o El Pelón, terminará siendo un golpe casi insuperable para lo que queda del cártel del Golfo. Por supuesto que hay y habrá nuevos personajes que intenten quedarse al frente de esa organización, pero, por lo pronto, lo que tendremos en esa zona es una situación similar a la que se presentó cuando cayó Juan García Abrego, al inicio del gobierno de Ernesto Zedillo y tuvieron que pasar algunos años de reacomodos, establecimiento de nuevos cabecillas y una larga lucha a sangre y fuego para que surgiera un nuevo líder, Osiel Cárdenas Guillen.
La caída de Mario Ramírez Treviño, apodado el X 20 o El Pelón, terminará siendo un golpe casi insuperable para lo que queda del cártel del Golfo. Por supuesto que hay y habrá nuevos personajes que intenten quedarse al frente de esa organización, pero, por lo pronto, lo que tendremos en esa zona es una situación similar a la que se presentó cuando cayó Juan García Abrego, al inicio del gobierno de Ernesto Zedillo y tuvieron que pasar algunos años de reacomodos, establecimiento de nuevos cabecillas y una larga lucha a sangre y fuego para que surgiera un nuevo líder, Osiel Cárdenas Guillen.
Son precisamente los sucesores de Osiel, detenido desde el 2003 y preso en Estados Unidos desde el 2007, los que se han ido desmoronando. Primero, tras la deportación de Osiel (que supuestamente se ha convertido en una suerte de colaborador de la justicia en Estados Unidos), se separaron e iniciaron una verdadera guerra por el control de todo ese territorio, los Zetas, que habían surgido como brazo armado, como sicarios de Osiel. Separados los Zetas, el control del CDG lo tomó Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén, apodado Tony Tormenta, quien fue abatido por la Marina en el 2010 en uno de los enfrentamientos callejeros más violentos que se han tenido en pos de la captura de un narcotraficante. Lo siguió Mario Cárdenas Guillén, otro hermano de Osiel y detenido poco después. A Mario lo sucedió el Coss, que también fue detenido y a éste lo había reemplazado Mario Armando Ramírez Treviño. Todo ese proceso de desmembramiento en unos pocos años, en el que participaron la Marina, el Ejército (que detuvo al X 20 y que apenas este miércoles había sido homenajeado por el gobierno estatal) y la Policía Federal, en distintas etapas y regiones del Tamaulipas, ha estado, también, marcado por innumerables traiciones, delaciones, búsquedas de quedarse con el poder interno, asesinatos y ajustes de cuentas, que denotan el deterioro y la falta de control en este tipo de organizaciones criminales. El cártel del Golfo, como tal, difícilmente podrá subsistir en el futuro, como no lo pudo hacer en el pasado la estructura de García Abrego o quienes intentaron sucederlo, como Los Texas. Si a eso se suma el fuerte deterioro que tienen también los Zetas (por supuesto que hay muchas organizaciones que se autodenominan Zetas, pero que no tienen en realidad una relación real, orgánica, con ese cártel) existen condiciones para recuperar espacios de tranquilidad en un estado como Tamaulipas que, durante años, fue azotada por una criminalidad que llegó a carcomer el poder político, deteriorar el económico, unos criminales que literalmente secuestraron parte del estado, mataron a un candidato a punto de convertirse en gobernador, un estado en que tomaron a la sociedad de rehén.
El gobierno federal (el pasado y el actual) y el local, el de Egidio Torre, han realizado esfuerzos enormes en la búsqueda de la recuperación de Tamaulipas y los mismos parecen comenzar a tener éxito. No se trata sólo de una decisión de seguridad, en una región azotada por el crimen. Resulta que todo este proceso era imprescindible por lo menos para dos cosas. Primero para recuperar la tranquilidad en Nuevo León y particularmente Monterrey, una zona estratégica en lo social pero también para la economía del país: México no se podía dar el lujo de ver caer a una de sus dos principales plazas económicas, empresariales y de inversión. Alguna vez dijimos aquí que el verdadero termómetro para medir si se podía o no controlar la inseguridad se debería dar en Monterrey y su zona metropolitana. Y ese objetivo en buena medida se está logrando. Pero para lograrlo se tenía que restablecer también la seguridad en Tamaulipas, porque el desafío que afrontan ambos estados es el mismo: los Zetas y el Golfo.
En Tamaulipas, como decíamos, se han logrado éxitos muy importantes, pero allí tampoco estamos hablando sólo de seguridad. Con la reforma energética Tamaulipas se convertirá en una potencia del sector: allí está el gas que se puede explotar para todo el país; por allí pasarán los gasoductos que también traerán gas de la Unión Americana. En los puertos de Altamira y Tampico Madero, pero también en Matamoros, se deberá recibir buena parte de los productos petroleros que provengan de la explotación de los yacimientos en aguas profundas del golfo de México que están exactamente frente a ese estado. Allí tendrán que asentarse empresas de apoyo, personal, depósitos, equipo. Estamos hablando de inversiones que pueden ser miles de millones de dólares. Y que necesitan tener tanto seguridad jurídica (y por eso la reforma) como seguridad cotidiana para poder desarrollarse.
La caída del X 20 y de otros capos, la desarticulación de estos grupos, sólo partiendo de esta perspectiva se puede comprender en toda su dimensión.