Me ha tocado sufrir la llegada de cuatro huracanes en la vida (estamos hablando sólo de fenómenos climatológicos, no existenciales): dos en Cancún, uno en Belice y el cuarto en Acapulco. En las cuatro ocasiones, los sistemas de alerta y protección civil funcionaron lo suficientemente bien como para que pudiera abandonar esas plazas antes de que llegara el huracán. En todas esas ocasiones y en las muchas otras que me ha tocado cubrir como reportero este tipo de eventos, prácticamente siempre ha habido refugios, albergues, traslado de turistas, sobre todo en grandes centros vacacionales. Tenemos como país enorme experiencias al respecto. No recuerdo una sola ocasión en que miles de turistas hayan quedado atrapados en una ciudad sin contar con advertencia alguna sobre lo que sucedería.
Me ha tocado sufrir la llegada de cuatro huracanes en la vida (estamos hablando sólo de fenómenos climatológicos, no existenciales): dos en Cancún, uno en Belice y el cuarto en Acapulco. En las cuatro ocasiones, los sistemas de alerta y protección civil funcionaron lo suficientemente bien como para que pudiera abandonar esas plazas antes de que llegara el huracán. En todas esas ocasiones y en las muchas otras que me ha tocado cubrir como reportero este tipo de eventos, prácticamente siempre ha habido refugios, albergues, traslado de turistas, sobre todo en grandes centros vacacionales. Tenemos como país enorme experiencias al respecto. No recuerdo una sola ocasión en que miles de turistas hayan quedado atrapados en una ciudad sin contar con advertencia alguna sobre lo que sucedería.
En términos estrictos se puede decir que protección civil sí anunció que llegarían el fin de semana del 15 de septiembre las tormentas Ingrid y Manuel a las costas mexicanas. La información ahí estaba, es verdad. Pero también lo es que no se dio, por lo menos en el caso de Acapulco, ninguna información adicional, mucho menos se pidió a los turistas que tomaran previsiones o que desalojaran la plaza por la proximidad del huracán, mucho menos que no llegaran al puerto o no transitaran por la autopista del Sol, no se pusieron albergues, no se le pidió a la gente que comprara alimentos o agua potable como precaución, como ha ocurrido en infinidad de ocasiones.
¿Fue inesperado el evento?. No lo fue, se sabía que ocurriría: no se podía prever la magnitud pero sí que allí, en Guerrero, golpearía la tormenta. Tanto no se advirtió que cuando ya la situación era muy grave, cuando la autopista del Sol por la lluvia y los deslaves estaba prácticamente intransitable en algunos tramos (eso le costó la vida a una familia de seis personas desde el día 14) seguían llegando turistas al puerto de Acapulco.
Ha habido denuncias exigiendo que protección civil del gobierno federal y las autoridades de Guerrero y Acapulco den una explicación sobre lo sucedido. Y creo que esa explicación, más allá de las contingencias habituales en este tipo de hechos, debe proporcionarse porque resulta evidente que las cosas no funcionaron, que los sistemas de alerta fallaron y que no se tomaron las previsiones suficientes.
En octubre del 97, cuando ocurrió el Paulina, el presidente municipal de Acapulco, que entonces era Juan Salgado Tenorio, no estaba en el puerto, estaba en Las Vegas. Dicen que pensó que la tormenta (que había pegado ya en Oaxaca) no afectaría a al puerto y se quedó en la ciudad del juego. Lo pensó mal: fue el mayor desastre que ha vivido Acapulco y llegó antes a México el presidente Zedillo que estaba en Alemania que el presidente municipal a su ciudad. Tuvo que presentar su renuncia de inmediato. Ahora, años después, forma parte del equipo del gobernador Angel Aguirre Rivero, que era mandatario, en esos años interino, de Guerrero. Todo lo ocurrido entonces no le costó el puesto porque Aguirre acababa de reemplazar a Rubén Figueroa después de que éste fuera responsabilizado de la matanza de Aguas Blancas. Dos gobernadores en un año eran demasiado, hasta para un presidente que en eso no se tentaba el corazón como Ernesto Zedillo.
Ahora sabemos por una columna de Francisco Zea (querido amigo al que le deseamos el mayor éxito en su nueva encomienda en Cadena Tres) que el director general del Fonden, José Tapia Franco, también estaba en Las Vegas durante la tragedia ocasionada por Ingrid y Manuel, ciudad donde pasó el Grito en restaurantes del muy prestigiado hotel Encore, apostando en sus mesas de juego, dicen que altas cantidades. La denuncia la hace Zea con base en declaraciones del diputado local del partido Verde, Jesús Sesma, que de ninguna manera puede identificarse como un adversario del gobierno federal.
No sé si el director del Fonden se puede dar ese nivel de vida. Si puede está en todo su derecho a hacerlo. Pero no puede irse de viaje cuando están en puerta una serie de eventos naturales que evidentemente demandarán su presencia en el país. Y su ausencia, demuestra, una vez más, que las áreas de protección civil del gobierno federal y las autoridades locales no estaban preparadas para hacerle frente al huracán Manuel en Guerrero. Muchas cosas, muchas tragedias, son atribuibles al destino, pero otras son simple responsabilidad (o falta de ella) de quienes deben tomar decisiones para enfrentar los caprichos del destino con las armas que nos da el servicio público.