Se cumplen cuatro años de la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, sin duda la medida que mayor apoyo concitó durante la administración de Felipe Calderón con lo que se logró erradicar un círculo vicioso que tenía ya 35 años desde que se había tomado la decisión de acabar con una empresa crecientemente ineficiente, algo que nunca se había terminado de hacer simplemente por miedos políticos y porque su sindicato, el SME recurrió a todo tipo de alianzas, desde la que estableció con Carlos Salinas en 1987 hasta las que hizo con López Obrador en 2006 y 2012 para tratar de evitar la desaparición de un negocio que le daba, todavía les da, cientos de millones de pesos anuales a sus dirigentes.
Se cumplen cuatro años de la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, sin duda la medida que mayor apoyo concitó durante la administración de Felipe Calderón con lo que se logró erradicar un círculo vicioso que tenía ya 35 años desde que se había tomado la decisión de acabar con una empresa crecientemente ineficiente, algo que nunca se había terminado de hacer simplemente por miedos políticos y porque su sindicato, el SME recurrió a todo tipo de alianzas, desde la que estableció con Carlos Salinas en 1987 hasta las que hizo con López Obrador en 2006 y 2012 para tratar de evitar la desaparición de un negocio que le daba, todavía les da, cientos de millones de pesos anuales a sus dirigentes.
Y todo indica que lo volvieron a lograr. Es verdad: la LyFC ya no existe, pero con el acuerdo que se anunció ayer, donde entre otras medidas se otorga una pensión vitalicia de 15 mil pesos mensuales a unos mil 400 trabajadores de la empresa desaparecida, se premia a los miembros del sindicato que en su momento no aceptaron ni la liquidación ni la reinserción laboral, los que fueron mantenidos por distintos grupos políticos todos estos años y a unos dirigentes que cometieron todo tipo de desmanes, políticos y sociales.
En torno a los recursos del sindicato giran cantidades estratosféricas: unos 400 millones de pesos en cuentas que estuvieron congeladas; unos cuatro mil millones de pesos en propiedades y según reveló uno de lo opositores a Martín Esparza, Alejandro Muñoz, existirían en el fondo de ahorro unos 25 mil millones de pesos en disputa.
Tenemos que recordar que Luz y Fuerza del Centro nos costaba a los contribuyentes, unos 40 mil millones de pesos al año, una cantidad enorme de la que buena parte terminaba en las manos del sindicato, con un agregado: los sueldos en Luz y Fuerza se pagaban en efectivo, en sobres. Esos sobres se entregaban al sindicato para que lo distribuyera entre sus agremiados. Después de la desaparición de Luz y Fuerza, cuando fueron contabilizados los trabajadores sindicalizados, resultó que había varios miles que no aparecían por ningún lado. Y evidentemente ese dinero ingresaba directa o indirectamente a las arcas de los dirigentes.
La lucha de éstos por conservar privilegios y dinero, generó bloqueos, agresiones y manifestaciones de todo tipo. De acuerdo con datos de la Secretaría de Gobierno del Distrito Federal, de 2010, el SME había bloqueado vialidades por un total de 489 horas con un total de 859 manifestaciones, de las cuales, 12% fueron bloqueos y 48% plantones. Los lugares donde más se presentaron fueron la sede del SME, las oficinas de la LyFC, la Plaza de la Constitución y el monumento a la Revolución, además del bloqueo recurrente de las avenidas Paseo de la Reforma e Insurgentes, además del Periférico Sur. Ni en una sola ocasión durante esas 859 manifestaciones, las autoridades capitalinas intervinieron a pesar de los bloqueos y las acciones violentas. Incluso cuando se incendiaron automóviles con sus pasajeros dentro en pleno Circuito Interior.
La medida más espectacular fue la supuesta huelga de hambre de los trabajadores del SME durante más de 80 días. ¿Por qué supuesta? Porque no la realizaron. Los médicos del SME dijeron entonces que por lo menos dos de los huelguistas estaban a punto de morir y exigieron una negociación. Pero según el parte médico emitido por el Centro Médico del IMSS, al levantarse esa “huelga de hambre”, todos los huelguistas fueron dados de alta en menos de 48 horas porque no existía evidencias de alteraciones en órganos funcionales, bioquímicamente estaban íntegros e incluso que no habían perdido masa muscular. Y todos se fueron a sus casas sin ningún problema, salvo uno que pese al alta prefirió quedarse un día más en el hospital. No hubo huelga de hambre y mucho menos de más de 80 días. Mintieron el sindicato, los huelguistas y los médicos del SME que supuestamente los atendieron. Y en el gobierno, el aquel entonces secretario de Gobernación,Francisco Blake, fallecido poco después, aceptó una mentira para iniciar una negociación que les terminó permitiendo a los líderes a acceder a buena parte de sus recursos entonces congelados.
¿Qué iba a hacer Martín Esparza si no le regresaban los recursos que supuestamente eran del sindicato? Tomar el aeropuerto capitalino y bloquear aún más la Ciudad de México. ¿A usted todo esto le suena parecido a algo que hemos visto en estos días en el Distrito Federal?
Es comprensible de que desde el gobierno se esté intentando cerrar todos los frentes posibles para sacar la reforma más importante que se ha propuesto el presidente Peña Nieto: la reforma energética. Pero incluso desde esa perspectiva a veces hay que recurrir a la memoria, esa que, parafraseando a Milan Kundera, es la que permite construir la historia luchando contra el olvido.