El gobierno federal ha logrado uno de sus objetivos centrales en todo este proceso de reformas en las que estamos inmersos: lograr un acuerdo de fondo con el PRD para sacar adelante la reforma fiscal y los programas y políticas relacionadas con ésta. En un acto inédito, el propio gobierno federal, representado por Luis Videgaray, los coordinadores del PRI y el PRD en la cámara de diputados, Manlio Fabio Beltrones y Silvano Aureoles, respectivamente, y el jefe de gobierno capitalino, Miguel Angel Mancera le dieron, en los hechos, la luz verde a la reforma fiscal a partir de una serie de acuerdos que involucran aspectos tan concretos que van desde mantener el sistema de pensiones para adultos mayores de la capital hasta darle al Distrito Federal un fondo especial en el presupuesto como el que demandaba Mancera, además de incorporar a la capital al fondo de infraestructura federal.
El gobierno federal ha logrado uno de sus objetivos centrales en todo este proceso de reformas en las que estamos inmersos: lograr un acuerdo de fondo con el PRD para sacar adelante la reforma fiscal y los programas y políticas relacionadas con ésta. En un acto inédito, el propio gobierno federal, representado por Luis Videgaray, los coordinadores del PRI y el PRD en la cámara de diputados, Manlio Fabio Beltrones y Silvano Aureoles, respectivamente, y el jefe de gobierno capitalino, Miguel Angel Mancera le dieron, en los hechos, la luz verde a la reforma fiscal a partir de una serie de acuerdos que involucran aspectos tan concretos que van desde mantener el sistema de pensiones para adultos mayores de la capital hasta darle al Distrito Federal un fondo especial en el presupuesto como el que demandaba Mancera, además de incorporar a la capital al fondo de infraestructura federal.
No se dijo, pero a cambio de esos y otros acuerdos, la reforma fiscal (y todo el paquete económico 2014) contará con los votos del PRD, imprescindibles sobre todo en los aspectos que requieren reformas constitucionales, como la pensión de desempleo, la de adultos mayores y la del sistema de salud universal.
Hace ya muchas semanas que dijimos que el acuerdo de fondo de la administración Peña y del PRI era con el PRD. Y esa tendencia se ratifica día con día. Son innumerables los gestos que ha tenido el gobierno federal hacia el perredismo, dentro y fuera del Pacto por México. Incluso en un tema tan delicado como las leyes secundarias de la reforma educativa, el gobierno perdió tiempo y espacio para dárselos al perredismo tratando de llegar a un acuerdo con la Coordinadora. Pero quizás, lo más significativo, es el trato que se le ha dado, con los acuerdos de ayer, a la capital del país y a su jefe de gobierno.
Se debe reconocer que ha habido, también, reciprocidad de la dirigencia perredista, en un proceso en el cual el propio PRD debe definir su futuro con la elección de su nueva dirección nacional. Un camino en el cual parece resulta inevitable la definitiva bifurcación de rumbos entre las corrientes cercanas a Nueva Izquierda y los que terminarán agrupados en torno a Morena. Al respecto la posición del perredismo ante la reforma energética será clave para definir ese futuro. Es verdad que entre las fuerzas de izquierda se decidió formar un frente común en contra de la reforma al sector, pero viendo lo que ocurre en el terreno fiscal habrá que ver esa oposición con otros ojos, porque al mismo tiempo que el lopezobradorismo califica de “traidores a la patria” a quienes impulsan la apertura del sector petrolero, en la dirigencia del PRD hay, al respecto, sobre todo silencio, mismo que se amplía al gobierno capitalino y a los gobernantes de los estados que encabeza el propio PRD.
No creo que el PRD termine apoyando esa reforma pero parece cada día más claro que tampoco llamará a la rebelión contra ella, como hace López Obrador y como probablemente terminará haciendo el propio Marcelo Ebrard, cada día más lejos de la posibilidad de presidir el PRD. En medio de todos ellos, tampoco pareciera que Cuauhtémoc Cárdenas esté decidido a una oposición al estilo lopezobradorista.
Queda la duda, en todo este escenario, de qué pasará con el PAN. Obviamente podrá decir en la reforma fiscal que logró echar para atrás iniciativas tan gravosas como el IVA a colegiaturas, hipotecas o rentas (por lo menos las de menor rango) pero quedará en ella como un derrotado que sin embargo puede sacar partido de esa derrota ya que le otorga una plataforma opositora útil de cara al futuro (no creo, sin embargo, que se termine oponiendo a la pensión de adultos mayores o al sistema de salud universal que propone Peña Nieto, porque sería muy costoso electoralmente). De todas formas también apoyará en el futuro la reforma energética, porque no hacerlo iría en contra de sus propios intereses. Pero lo que parece ser claro es que el panismo no está en el centro de la estrategia de alianzas que se plantea el gobierno federal.
En ese sentido, la dirigencia de Gustavo Madero le es muy útil al gobierno porque le permite un margen de operación amplio para este tipo de acuerdos pero, en última instancia, esa misma lógica podría terminar de imponer en la dirigencia del PAN a un grupo menos pragmático y mucho más programático como el que encabeza Ernesto Cordero.
La ecuación es relativamente sencilla: mientras en el PRD su dirigencia y sus gobiernos ganan con la alianza con el gobierno, en el PAN esa misma alianza, esa misma dinámica, tendrá que darle margen y mayor fuerza a la diferenciación con un gobierno y una coalición que se inclinará hacia el centro izquierda y que más tarde o más temprano los irá excluyendo del juego de poder.