En un punto no deberían existir desacuerdos: lo hecho por Venezuela con el famoso avión mexicano “inutilizado” en su frontera con Colombia sólo puede calificarse de un absoluto desaseo o complicidad. No se rastrea un avión para bajarlo en una zona aislada del país y cuando es localizado, se lo quema, sin dejar rastros ni de la carga ni de los pasajeros, tampoco del plan de vuelo seguido. Si a eso le sumamos que la región donde aterrizó el avión es una de intenso tráfico de cocaína y de estrecha relación de narcotraficantes, miembros de las FARC y del gobierno venezolano no queda demasiado margen para la sospecha.
En un punto no deberían existir desacuerdos: lo hecho por Venezuela con el famoso avión mexicano “inutilizado” en su frontera con Colombia sólo puede calificarse de un absoluto desaseo o complicidad. No se rastrea un avión para bajarlo en una zona aislada del país y cuando es localizado, se lo quema, sin dejar rastros ni de la carga ni de los pasajeros, tampoco del plan de vuelo seguido. Si a eso le sumamos que la región donde aterrizó el avión esb una de intenso tráfico de cocaína y de estrecha relación de narcotraficantes, miembros de las FARC y del gobierno venezolano no queda demasiado margen para la sospecha.
Pero hay puntos que debemos aclarar en México, más allá de los venezolanos. Aquí también se acumulan preguntas sin respuestas. Primero, la propiedad del avión. El que aparece como dueño es un hombre de Colima que vive, dicen, en una casa de interés social cuyo valor de mercado es inferior al millón de pesos. Imposible que sea el propietario del Hawker 25. El avión partió de Monterrey, donde dicen que le hicieron algún tipo de mantenimiento, a Querétaro. Allí primero se informó que fueron cinco pasajeros los que abordaron y se dieron sus nombres, aunque más tarde se sostuvo que podrían ser identidades falsas, pero también que no sabían si eran cinco o tres los pasajeros. Además de los pasajeros iban un piloto y un copiloto. Todo indica que también con pasaportes y licencias falsas. ¿Cómo pueden abordar siete personas un vuelo internacional, aunque sea privado, con documentación falsa?. Supongamos que, por la razón que fuera eso sucedió: ¿en el área internacional de aviación civil de Querétaro no hay una sola cámara de seguridad para saber, por lo menos, cuántas personas abordaron ese avión?. Si en Venezuela hubo complicidad con quien sea que abordó ese avión, todo indica que aquí también.
En la política interna las actitudes ante el hecho también resultan desconcertantes. No es ninguna novedad saber que el chavismo mantiene muy estrechas relaciones con distintos grupos políticos de la izquierda mexicana, entre ellos con la corriente de René Bejarano y Dolores Padierna. Pero las declaraciones de la legisladora perredista nos llevan a recordar los tiempos de la guerra fría, cuando cualquier cosa que se hiciera desde el campo socialista debía se justificada, desde el pacto Molotov-Ribbentrop, hasta la persecución de intelectuales. Ahora Dolores asegura que Venezuela está en todo su derecho a derribar a cualquier avión que cruce su espacio aéreo porque eso es lo que dice el derecho internacional. No sé que sabe Padierna de derecho internacional, pero desde que se descubre que un vuelo ha violado el espacio aéreo de un país hasta que se toma de decisión de derribarlo, existe todo un largo proceso de procedimientos, sobre todo cuando se trata de un vuelo civil, no militar. Pero además, habría que explicarle a Dolores que el avión no fue derribado. Aterrizó en una pista clandestina (no se sabe si porque no tuvo otra oportunidad o por decisión propia) donde las autoridades simplemente lo incendiaron sin que se sepa qué pasó con la tripulación o la carga, violando, como se explicó ayer, los propios lineamientos legales de ese país sobre el tema. No tiene sentido.
Tampoco lo tiene querer elevar la protesta y el conflicto diplomático. La propuesta de la senadora panista Mariana Gómez del Campo pidiendo que México suspenda apoyos diplomáticos a Venezuela hasta tener una respuesta. No servirá de nada pero, además, tendría el efecto contrario: en lugar de esclarecer lo sucedido, el régimen de Maduro se dirá objeto de una “conspiración internacional” contaminando aún más la agenda bilateral.
Quizás Mariana no conoce algunos capítulos oscuros de la relación entre México y Venezuela. Uno de ellos fue notable: era el día de la calificación presidencial de Felipe Calderón, y existía el peligro y la sospecha de que los seguidores de López Obrador podrían provocar actos de violencia. Ese día llegaba al aeropuerto capitalino una joven venezolana. El agente de migración intuyó algo extraño en su pasaporte y decidió que la retuvieran para interrogarla: pensó que podría ser una de estas jóvenes que transportan drogas o dinero. En cuanto comenzó a ser interrogada, la joven exigió que se comunicaran con la embajada de Venezuela, que en realidad era la hija de Hugo Chávez y exigía ser tratada como tal. Pasaron algunas horas hasta que llegaron de la oficina consular y efectivamente comprobaron que era una hija de Chávez que viajaba a México con un pasaporte con otra identidad para realizar contactos políticos. Después de varias consultas fue dejada en libertad y la joven realizó su trabajo y se fue. El caso era como para escalar un conflicto diplomático. ¿Tenía objeto dispararlo?. La verdad que no. En todo caso, nos cuentan, quedaron muy bien registrados quiénes fueron los interlocutores de la joven Chávez en aquella visita por México. ¿O no Dolores?