Cerrado con la promulgación de la reforma constitucional en energía el ciclo de reformas más importante que ha habido en años en el país, es la hora de analizar los pendientes y objetivos para el año próximo. Y si vemos lo sucedido durante este 2013 son dos los centrales: la economía y la seguridad. El país no ha crecido (en realidad el PIB creció, algo insólito, un tercio del de Estados Unidos durante este año) y la gente no vive más segura.
Cerrado con la promulgación de la reforma constitucional en energía el ciclo de reformas más importante que ha habido en años en el país, es la hora de analizar los pendientes y objetivos para el año próximo. Y si vemos lo sucedido durante este 2013 son dos los centrales: la economía y la seguridad. El país no ha crecido (en realidad el PIB creció, algo insólito, un tercio del de Estados Unidos durante este año) y la gente no vive más segura.
En ninguno de los dos temas se puede descubrir el hilo negro ni cambiar las cosas de un año para el otro, pero en los dos la gente tiene que percibir avances para tener confianza en las autoridades y en su propio futuro. En el ámbito económico la apuesta se concentra en las inversiones que se detonen a partir de las reformas, de las que aún faltan las leyes secundarias para terminar de establecer las bases sobre las que se podrán detonar en energía y telecomunicaciones, por ejemplo. Y también de las ambiciosas obras de infraestructura propuestas. Las expectativas de muchos inversionistas, por lo pronto, ya se han generado.
Los números de la seguridad son en ese sentido, el de las expectativas, menos importantes que las percepciones y la gente no se siente más segura. Es verdad que ha bajado el número de asesinados por actos de la delincuencia pero es una reducción mínima: en los hechos, poco más o poco menos, siguen existiendo cerca de mil asesinatos por mes. Los secuestros han aumentado y también, en muchas regiones del país, las extorsiones así como los robos a comercios y casas habitación. Es verdad que hay estados y ciudades donde se han dado avances importantes en seguridad, pero en otras el deterioro es notable, sobre todo en Michoacán y Guerrero, pero también en el área metropolitana de la ciudad de México o en zonas de Morelos.
No es un problema de diseño ni tampoco de voluntad. Es una tarea política que debe tener implicaciones y decisiones más puntuales, más cercanas a cada una de las comunidades para dar mejores resultados. Se ha dicho muchas veces, el sexenio pasado y éste, que eso no se puede lograr de la noche a la mañana. Es verdad, pero la gente tiene que comenzar a ver avances, debe ser un imperativo central de las políticas públicas.
Lo que, por cierto, se relaciona con la economía. Los inversionistas que se espera lleguen en forma importante al país, están interesados en tener una plena seguridad jurídica pero también seguridad a secas. En muchas de las zonas del país donde se tendrán que asentar esas inversiones, por ejemplo las de shell gas, son de las que tienen problemas graves de seguridad. Esos depósitos están en Tamaulipas, en el norte de Veracruz, en distintas zonas de Coahuila, sobre todo en la Comarca Lagunera. Los puertos que serán claves en el futuro (más allá de que se deben detonar otros proyectos como los puertos y el corredor Salina Cruz-Coatzacolacos), son en el Golfo, Altamira y Veracruz (y seguramente en el futuro cercano Tuxpan) y en el Pacífico, Lázaro Cárdenas y Manzanillo (aunque también habría que poner atención en cómo pueden crecer Topolobampo o Mazatlán en Sinaloa, sobre todo si se concretan los gasoductos que tendrían que llegas a esa zona del país). En torno a todos esos puertos, en algunos más, en otros menos, hay una situación complicada de seguridad. Y lo mismo podría decirse de muchas otras regiones, comenzando por la propia ciudad de México y su área metropolitana o diferentes áreas turísticas, un sector que este año ha crecido en forma muy considerable, pero que puede dar aún muchísimo más, avanzando, entre otros temas, en la seguridad de varios destinos.
Así, interrelacionados, con una influencia recíproca, conviven la seguridad y el crecimiento económico. Son las dos grandes asignaturas pendientes para el año próximo, acompañadas, quizás, por una tercera que también influye y se deja influir en ambas: la educación. No cambiará de un año para el otro, pero la gente tiene que ver que el vandalismo no paga y que el esfuerzo, por lo menos, se hace, desde las autoridades y desde la sociedad.
Al margen pero hablando todavía de la seguridad. Otro de los pendientes para el año próximo, ya lo hemos dicho desde hace años en este espacio, es darle a las fuerzas armadas un marco regulatorio adecuado para ejercer sus funciones de resguardo de la seguridad interior del país. Es una vergüenza que pese a las demandas explícitas, una y otra vez de los mandos militares, sobre todo del general Salvador Cienfuegos (y la exigencia viene desde el sexenio anterior) de que el congreso le otorgue ese marco legal a las fuerzas militares para cumplir con su labor, lo único que se escuche sea el silencio de los legisladores y, en ese tema, del propio ejecutivo.