Un negocio de mil millones
Columna JFM

Un negocio de mil millones

El tejido de relaciones que se fraguó durante años en torno al manejo de los espacios comerciales de la Terminal 1 del aeropuerto capitalino, termina relacionándose con la prácticamente desparecida Mexicana de Aviación y con los manejos fraudulentos que llevaron a su virtual quiebra.

El primero de enero pasado concluyó la relación comercial entre el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y la empresa Fumisa, que durante 20 años se hizo cargo de rentar todos los espacios comerciales de la Terminal 1 del aeropuerto, incluyendo su estacionamiento y oficinas, a cambio de responsabilizarse del mantenimiento de las instalaciones. Estamos hablando, en la Terminal 1, de 20 mil metros cuadrados, con 740 espacios comerciales cubiertos en 320 contratos, todo un centro comercial con 30 millones de visitantes al año. El convenio establecía que Fumisa tendría una tasa de recuperación de su inversión de 12.82% anual, y superados esos ingresos, los mismos se compartirían con el propio AICM.

 

En 20 años, a pesar de generar utilidades por más de mil millones de pesos anuales, el aeropuerto no ha recibido de Fumisa un solo peso. La empresa argumenta que nunca ha podido cubrir su tasa de recuperación y por lo tanto no comparte sus ingresos con el aeropuerto. Estamos hablando de miles de millones de dólares en utilidades que en 20 años no han redundado en un solo peso en beneficio del aeropuerto.

Pero el conflicto es mucho mayor. Porque no se sabe, hoy, quiénes son a ciencia cierta los propietarios, nacionales y extranjeros, de la empresa Fumisa. Sólo aparece asociada a una empresa de fondos de inversión muy controvertida llamada Advent International. Pero sí se sabe quiénes son los representantes legales de la empresa y resulta que son los mismos de Tenedora K, la empresa que compró por escasos mil pesos todas las acciones de Mexicana en el 2010, en el proceso de vaciamiento que sufrió esa empresa de aviación. Y son los mismos que se opusieron firmemente a que se capitalizara el único bien de Mexicana que sigue funcionando y siendo rentable: el centro de mantenimiento, el MRO, un negocio con un valor cercano a los 150 millones de dólares (y que compraron por mil pesos). El despacho se llama Gastélum Abogados y su representante es Jorge Gastélum.

Los negocios de Mexicana y de Fumisa parecen haber sido los mismos, y la estrategia también: vaciar las empresas, alegar costos enormes que no las hacen rentables y embolsarse el dinero. En el caso de los locales comerciales del aeropuerto, hablamos de  mil millones de pesos anuales, y en el del Centro de Mantenimiento, quedarse con un bien de 150 millones de dólares por mil pesos y evitar de esa forma que vayan a manos de los trabajadores y jubilados de esa empresa, quienes fueron dejados en el desamparo por sus dueños originales.

¿Cómo se lleva a cabo esa operación? Fingiendo gastos mayores a los reales y reportando menores ingresos. No tiene sentido que una empresa con un aliado financiero como Advent reporte durante 20 años que nunca ha podido obtener utilidades mayores a 5% (una utilidad similar a la de los Cetes) y esté peleando judicialmente por quedarse con esos negocios no redituables. ¿Cuánto genera un aeropuerto con 30 millones de visitantes al año, incluyendo los restaurantes, los Duty Free, los estacionamientos (que se estima que dejan, mínimo, 12 millones de pesos mensuales a sus usufructuarios)?¿Cuánto se ahorra una empresa que debe encargarse del mantenimiento de toda una terminal y la misma está en cada vez peor estado? Cualquiera que haya ido a la Terminal 1 del aeropuerto capitalino y compare sus instalaciones comerciales y de tránsito ya no con las de otros grandes aeropuertos en el mundo, sino con los servicios e instalaciones de la Terminal 2, comprobará el grado de desidia con que se ha realizado ese mantenimiento durante dos décadas.

Lo cierto es que el contrato que unía al AICM con Fumisa, esta empresa tan cercana a los que se quedaron con los restos de Mexicana de Aviación, concluyó el pasado 31 de diciembre. Desde esa fecha, el aeropuerto se ha comenzado a hacer cargo de todos los espacios de la Terminal 1, menos de los que se niega a dasalojar la propia Fumisa, que ha iniciado un litigio para seguir usufructuando su negocio de mil millones de pesos al año sin generar contraprestación alguna al Estado, que es el legítimo propietario del mismo.

Pero la recuperación de espacios está prácticamente concluida. Ahora tendrá que venir otra etapa: establecer con claridad quiénes son los propietarios de Fumisa, saber cuáles son sus nexos con Tenedora K y los propietarios de Mexicana de Aviación, y saber hasta qué punto la trama que llevó a la virtual quiebra de esa empresa, dejando en el desamparo a miles de trabajadores, no es la misma que ha expoliado un bien del Estado durante 20 años sin regresarle un solo peso.

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