23-05-2014 “El que gana, gana todo; el que pierde, pierde todo”. Eso fue lo que le dijo, cuenta Pascal Beltrán del Río en su columna, un destacado integrante del equipo de Gustavo Madero la noche del domingo luego del triunfo electoral en los comicios internos del PAN para descalificar las negociones con los corderistas. Me llama profundamente la atención porque, en realidad, en las democracias actuales y ello incluye los partidos, la máxima es exactamente la contraria: quien gana, no gana todo y quien pierde, no pierde todo. Pensar lo contrario es impulsar la ruptura y la división en un país, una región, una ciudad, un partido político. Es un ejercicio de inteligencia y, también de pragmatismo.
La paradoja es que Gustavo Madero pudo hacerse fuerte en su partido gracias a ello. Si la administración Peña, al iniciar su gobierno, contando con mayoría absoluta en la cámara de diputados, y necesitando apenas cuatro votos en la de senadores, hubiera adoptado el principio que el destacado maderista le expuso a Pascal, no habría habido Pacto por México y quizás no hubiera habido reformas constitucionales, pero el presidente Peña hubiera podido gobernar a golpe de leyes emitidas por mayoría sin preocuparse por alcanzar acuerdos con sus opositores…que también se hubieran quedado sin espacio político, más allá de su derecho a oponerse, en una sociedad polarizada.
En el PAN, Gustavo Madero, que fue un legítimo ganador del proceso interno y que ayer volvió a asumir la presidencia de ese partido, tendrá que administrar el partido asumiendo, por ejemplo, que el 43 por ciento de los panistas no votó por él. Decir que el partido avanzará sin ellos es una locura tomando en cuenta que quienes no votaron por Madero son mayoría en varios estados claves para la elección del 2015. Por el contrario, en el proceso interno, Madero demostró capacidad de operación al haber ganado para su causa a los gobernadores de Puebla, de Baja California Sur y de Sonora, además del panismo de Sinaloa y de Monterrey (en realidad la alcaldesa Margarita Arellanes y toda esa corriente panista siempre estuvo con Madero). Pero habrá que integrar equipos, sacar candidatos y sumar fuerzas. Y las revanchas políticas no sirven para eso.
Porque además, aunque muchos analistas insistan en convertir al ex presidente Calderón en algo así como el Chupacabras del panismo, buscando ejecutar una operación similar a la que se hizo en su momento con Carlos Salinas en el PRI, lo cierto es que como dijo Luis Felipe Bravo Mena, el calderonismo como tal no existe, no es una fuerza estructurada, no tiene una operación conjunta ni se plantea proyectos de largo plazo. El salinismo como tal, a pocos meses de iniciado el gobierno de Zedillo, tampoco existía ya como una corriente determinada, lo que sumado a la persecución que se generó contra el ex presidente logró aislar a éste y a muchos de quienes fueron parte de su equipo…para comprobar años después cómo volvían a ocupar posiciones y recuperar historias. Hoy nadie duda que Carlos Salinas tiene un espacio, que no es mayor ni menor que el que le corresponde a un ex presidente que fue tan influyente en la historia de su partido. Pero no gobierna ni encabeza corriente alguna. Lo mismo sucede y sucederá en su momento con Calderón. No comprenderlo es no saber leer la historia.
Es diferente con los que se dicen calderonistas. En realidad hay y ha habido colaboradores de Calderón que están con Madero, pero la mayoría, no todos, se aglutinaron en torno a Ernesto Cordero. El ex secretario de Hacienda decidió presentarse a la disputa interna con apoyo y resquemores de algunos de ellos. Cordero fue un muy buen servidor público, pero ha demostrado, ya en dos ocasiones, que se pierde en las campañas electorales: en su momento dijimos que había sido un grave error haber buscado la candidatura frente a Josefina Vázquez Mota y un doble error haberlo hecho con una campaña tan beligerante que agotó al panismo antes siquiera de que comenzara la propia campaña electoral. Un error en el que no cayeron ni el PRI ni el PRD y en parte de allí sus mejores resultados. No sé si ahora era el momento adecuado para que el propio Cordero fuera el que se enfrentara a Madero, si no hubiera sido mejor alcanzar una candidatura de unidad, si no era mejor tener un mal acuerdo que un buen pleito. Lo que sí se, es que la campaña tan dura, las acusaciones tan manifiestas (que fluyeron de ambos contendientes, pero más de Cordero) no ayudó a darle a esa campaña el tono que debería haber tenido.
Pero, como hemos dicho, las condiciones para sacar adelante y darle una verdadera renovación al panismo, ahí están. Pero para eso es un requisito previo es que nadie piense que porque ganó, ganó todo, y que no se inventen un nuevo chupacabras. No lo necesitan.
Jorge Fernández Menéndez