El salario, la desigualdad, el fisco
Columna JFM

El salario, la desigualdad, el fisco

07-08-2014 ¿Alguien puede vivir con 67 pesos al día en México?. Evidentemente no. Ese es, sin embargo, el salario mínimo vigente en el país, estamos hablando de aproximadamente 5 dólares al día, el índice más bajo de la OCDE y de muchos otros países del mundo. Es verdad que casi nadie gana el salario mínimo en México, sobre todo en las áreas urbanas. 

El salario mínimo sirve para muchas cosas menos para ser eso, un indicativo salarial. Desde ese punto de vista la propuesta que ha presentado el jefe de gobierno Miguel Angel Mancera de que se incremente el salario mínimo es inobjetable. El problema es que el salario mínimo se usa para muchas otras cosas, desde el establecimiento de multas hasta para mover los índices de aumento salarial promedio en los contratos colectivos y un incremento sustancial de éste puede desequilibrar muchos sistemas económicos y salariales, creando, dicen la mayoría de los expertos, el efecto contrario al deseado.

 

Mancera tiene razón en un punto central y hace muy bien en colocarlo sobre la mesa: en México deben aumentar los salarios si se quiere incentivar la producción, el mercado y la calidad de vida. También acepta que eso no puede realizarse por decreto sino en forma gradual y como parte de un acuerdo, de una política estratégica. Pero precisamente por eso es algo que no puede dejarse, simplemente a la buena voluntad de las fuerzas del mercado.

Nuestro gran tema social es la desigualdad: nuestra sociedad es muy desigual y ese colchón de una amplia clase media, que resulta la fórmula idónea para la estabilidad política, social y económica, es cada día más delgado. Por eso, en esa propuesta de gradualidad de la que habla Mancera, se deberían incluir los salarios mínimos pero también muchas otras variables. Para que disminuya la desigualdad los salarios deben crecer, pero también la calidad de vida: deben mejorar el transporte, la educación, la salud, la seguridad pública. De poco sirve que se incremente el salario si la gente debe gastar una parte sustancial del mismo en un transporte malo, inseguro e ineficiente. De poco sirve si los padres deben pagar escuelas privadas, buenas, malas o regulares. O si los servicios de salud no son gratuitos o por lo menos accesibles. Si nadie está seguro en su casa o colonia. 

Ese es, por ejemplo, uno de los grandes conflictos que se han dado en Brasil y que estallaron en torno a la Copa de Mundo: en ese país durante los gobiernos de Luis Inácio Lula Da Silva se incrementaron y mucho los salarios. Al incremento salarial se sumó una ambiciosa política de subsidios y apoyos sociales. Eso le dio a Lula popularidad y también creció, en una economía mucho menos abierta que la mexicana, el consumo y el mercado interno. Pero todo ello redundó en un aumento del costo de la vida notable, que hicieron de Brasil un país muy caro para vivir. La gente hoy en Brasil gana mucho más que hace unos años, pero simplemente tomar el metro o el transporte público le consume una parte considerable del salario. Más que aumento salarial, en las últimas manifestaciones premundialistas lo que pedían era transporte gratis para trabajadores y estudiantes.

Eso se relaciona también con la política fiscal. La principal crítica a la reciente reforma se centra en ello. Se castigó, sobre todo, a los asalariados medios, no sólo con la tasa que deben pagar de ISR, sino también eliminando muchas de las deducciones que les permitían acceder a servicios que el Estado no está prestando o lo hace con muy baja calidad, desde la salud y la educación hasta la vivienda. Al castigar la deducibilidad de seguros de gastos médicos, colegiaturas, hipotecas, al sumar las prestaciones como parte del salario, el castigo se torna muy duro precisamente para esos sectores que ganan un poco más, pero que también deben pagar mucho más. Y no hablemos de la diferencia entre quienes viven en la formalidad y quienes están la informalidad.

La propuesta de Mancera es buena, pero para ser realista debe ser integral: y además, o por encima, del salario mínimo, se debe analizar la política fiscal (y que perdonen autoridades y legisladores, pero la fórmula exitosa en ese sentido sigue siendo un ISR más bajo y un impuesto al consumo generalizado), incluyendo el sistema de deducciones y el costo que implica crear o poner fin a un empleo. Se debe trabajar en el ámbito del transporte, la salud, la educación, la vivienda, la seguridad. Hay que revisar salarios, pero debe ser desde una lógica de abatir la desigualdad, generando crecimiento, empleos, educación, favoreciendo a trabajadores y empresas.

¿Es el 15 o el 16?

Dicen en Tamaulipas que el director de giras de las presidencia de la república, Alejandro Guevara Cobos, que asegura que buscará ser alcalde de Ciudad Mante como trampolín para la gubernatura, tiene un solo problema: confunde el 15 con el 16 y rompe los tiempos políticos locales. Eso dicen.

 

Jorge Fernández Menéndez

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *