02-10-2014 Dice Albert Einstein que “el inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos”. La crisis es la que ofrece la oportunidad de cambiar. Por supuesto que ante una crisis no es lo mismo tener una salida que una solución. Las salidas son coyunturales, permiten transitar la crisis, la solución detectar las causas y resolverlas.
Esta semana parecía ser una semana profundamente crítica para el gobierno federal. El caso Tlaltlaya resultaba evidente que crecería y tenía que tener respuesta. La situación en Guerrero, una vez más, se salía de cauce ante la increíble ausencia de las autoridades locales. En el Senado, la mala operación política de la presidencia de la cámara en la convocatoria del foro sobre federalismo amenazaba con convertir un evento pensado para la unidad, en un factor de ruptura. La intempestiva aprobación de cambios en los estatutos y programas de estudio del Politécnico Nacional, puso en unas pocas horas al gobierno federal ante el fantasma de una huelga en el IPN casi copiada de la que se produjo en la UNAM en 1999.
Ha sorprendido, para bien, la velocidad con que el gobierno federal le ha encontrado salidas a todas estas crisis. En el caso Tlaltlaya, primero la Sedena decidió aplicar la justicia militar a siete soldados y un oficial. Pero el martes, en una acción aún más destacable, la PGR dio a conocer los resultados de su investigación, aceptó la posibilidad de las ejecuciones y anunció que tres elementos militares serán juzgados por esos hechos por la justicia civil. Esa es la salida, pero la solución es otorgarle a las fuerzas armadas un andamiaje jurídico adecuado para cumplir su labor. Los legisladores han avanzado en el tema del fuero civil y el militar para los integrantes de las fuerzas armadas, pero siguen sin aprobar leyes claras que les den a los militares certeza jurídica plena y marco normativo para cumplir con sus tareas (hasta hoy irremplazables) para garantizar la seguridad interior.
En Guerrero el presidente Peña fue contundente al reclamarle al gobierno del estado que asuma sus responsabilidades. Fue necesario que el presidente cancelara una gira a la entidad y realizara ese fuerte reclamo para que apareciera (¡casi cuatro días después de los hechos!) el gobernador Angel Aguirre a tratar de dar una explicación de lo sucedido. Y para colmo cayó en contradicciones con su procurador, Iñaki Blanco: mientras el gobernador aseguraba que los jóvenes desaparecidos, hasta ahora 44, podrían estar todos escondidos, el procurador aceptaba que en los videos se ve que camionetas policiales se llevan a varios de ellos. Mientras el gobernador afirmaba que ningún policía participó en el ataque al autobús del equipo Avispones, el procurador informaba que por lo menos tres policías participaron en ese ataque y que accionaron sus armas reglamentarias. Al mismo tiempo, el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, pidió licencia y será consignado, mucho después de que se insistiera una y otra vez, y se ignorara sistemáticamente, su relación con el cártel de Guerreros Unidos. La salida ha sido rápida: el gobierno federal se ha desmarcado del estatal, exige responsables, será detenido el edil y los policías. Pero la solución pasa por retomar el control de unas instituciones estatales en las cuales la justicia simplemente es inexistente y la impunidad una norma. No sé si hay tiempo para una intervención federal mayor pero el descontrol en ese estado es evidente.
Lo que hizo el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, ante los estudiantes del Politécnico es políticamente notable. Se apersonó ante los manifestantes, aceptó la legitimidad de la movilización, leyó el pliego petitorio (que no es lo mismo que aceptarlo, hay puntos muy controvertidos en el mismo, pero los puso en la mesa de debates) y dará el viernes una respuesta. Si la política está hecha de gestos, el de salir a la calle, enfrentar y aceptar a los manifestantes e iniciar un diálogo con ellos es un gesto inédito. Poco antes, en la mañana, en el senado, el secretario de Gobernación había reemplazado al presidente Peña en el acto sobre federalismo, donde no participó el PAN. Una decisión acertada que evitó que el presidente quedara en medio de un conflicto que no era suyo. Son grandes salidas que logró Osorio en ambas crisis, sobre todo la del Poli, pero la solución será más lenta: hay que reformar la institución sin perderla, la directora Yoloxóchitl Bustamante tendrá que dejar ese cargo y habrá que pensar, es una decisión plena de clarosocuros, si, como se demanda, la salida es la autonomía del IPN. Y pensar también donde estuvo la SEP en todo este proceso: no se supo nada de ella, ni del secretario Emilio Chuayffet ni del subsecretario Rodolfo Tuirán.
Jorge Fernández Menéndez