¿Autonomía para crear o para delinquir?
Columna JFM

¿Autonomía para crear o para delinquir?

19-11-2014 ¿Qué implica la autonomía de la UNAM, de las universidades públicas en nuestro país?. No pocas cosas: implica garantizar la libertad de cátedra y académica entendida como “la libertad de enseñar y debatir sin verse limitado por doctrinas instituidas”. Incluso, la libertad de llevar a cabo investigaciones y difundir y publicar los resultados de las mismas, la libertad de expresar su opinión sobre la institución o el sistema en que trabaja, la libertad ante la censura institucional y la libertad de participar en órganos profesionales u organizaciones académicas representativas. La autonomía universitaria incluye la autarquía administrativa y presupuestal, o sea la plena libertad de la institución para la utilización de sus recursos presupuestales sin tener que rendir cuentas a nadie más que a sus propios órganos de gobierno. Según la ley orgánica de la UNAM, su autonomía está inspirada en “el respeto a todas las corrientes del pensamiento, sin tomar parte en actividades militantes y derrotando cualquier interés individual”. Pocos espacios institucionales pueden gozar de mayores libertades.

 

Pero la autonomía universitaria no es un espacio de extraterritorialidad, con leyes y normas diferentes a las del resto del Estado. Difícil entender que ante los disturbios del fin de semana se esté argumentando que se ha violado la autonomía universitaria porque un agente judicial que estaba investigando un delito, tomó fotos a personas que estaban frente al auditorio Che Guevara. El policía y sus acompañantes fueron agredidos y las fotos fueron, dicen los propios participantes, las que “enardecieron” a ese grupo. En la refriega y mientras era agredido, el agente (violando normas) disparó su arma e hirió a un estudiante. Luego ya sabemos de los actos vandálicos, la quema de carros, los bloqueos y movilizaciones exigiendo “el respeto a la autonomía universitaria”, las disculpas del gobierno capitalino y el discurso del rector Narro diciendo que la universidad “saldrá fortalecida de este trance”. 

Pero nadie puede decir en qué se violó la autonomía universitaria: ¿es que las autoridades no pueden investigar un delito dentro del campus universitario, se trate del robo de un celular o la quema de un vagón y una estación del metrobús?¿hay alguna violación a la autonomía cuando el agente va a acompañado de un ministerio público y de un representante de la oficina del abogado de la UNAM?¿en qué reside el atentado a la autonomía cuando se toman fotos a un grupo de jóvenes que, ellos sí, están ocupando ilegalmente un espacio universitario desde hace quince años, un espacio donde residen quienes presuntamente han cometido muchos delitos, incluso contra la propia comunidad y la institución?.

No hubo violación de la autonomía de la UNAM: las autoridades están obligadas a investigar los delitos que se comenten en todo el país. Que no lo estén haciendo porque se ha confundido, en la UNAM y en muchos otros espacios, la autonomía con la extraterritorialidad, es otra cosa. La autonomía no implica un derecho a la impunidad. Aunque en demasiadas ocasiones pareciera que así es. La autonomía ha servido para que puedan florecer muchos pensadores independientes y para que haya una educación abierta y laica en las universidades pero también para justificar todo tipo de actos.

En realidad, la lógica de la violación constante a la ley y del ejercicio de la violencia como forma de expresión política no sólo no es un derecho adquirido vía la autonomía universitaria sino la mejor coartada para que el día de mañana cualquier gobierno autoritario termine acabando con ella. La violencia y la intolerancia, la convicción de que se puede ser impune porque es una suerte de derecho natural no es sinónimo de la libertad académica y la autonomía, sino formas fascistoides de hacer y de entender la política.

Y eso no es sólo algo que suceda en la UNAM ni necesariamente allí se expresa en la forma más crítica: ahora que está tan presente el tema Ayotzinapa hay que recordar que la autonomía en esos campus ha servido también para todo, incluyendo convertirlos en un receptáculo de camiones secuestrados sin que nadie se atreva a rescatarlos. En otras universidades ha servido par poder dirimir a tiros la supremacía en algún órgano de poder, incluyendo las rectorías, sabiendo que nadie interferirá en esas luchas, y hay casos en los cuales todo se reduce a contar con un espacio para cometer ilícitos, ligados con la política o no, sabiendo que allí no ingresarán las fuerzas de seguridad.

Quienes hemos estudiado en universidades públicas, quienes hemos gozado de las bondades de la autonomía universitaria y de las libertades académica y de cátedra, no podemos confundir ese derecho inalienable a una universidad libre, laica y de calidad con un refugio de delincuentes que tienen como coartada la autonomía y la ideología para cometer todo tipo de fechorías. 

 

Jorge Fernández Menéndez

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *