Necesitamos una tregua
Columna JFM

Necesitamos una tregua

“Me tomó de un brazo y me dijo, casi apoyándose en mí: ¿Sabes lo que te pasa?: que no vas a ninguna parte.

La tregua, Mario Benedetti

24-11-2014 El país, la sociedad, los partidos, las instituciones, el gobierno, en los medios, necesitamos una tregua. Hay demasiada violencia, demasiado rencor, demasiada desazón y pesimismo en el ambiente político, económico y social, y cuando ello ocurre esos sentimientos se pueden mantener por años y envenenar la vida de más de una generación. Destruir una nación.

 

El país necesita una tregua: la tesis de agudizar las contradicciones, se escuchaba muy bien cuando los maoístas lo aplicaban en su tesis de la guerra popular prolongada, y hoy algunos, que poco o nada tienen que ver ni con el maoísmo ni siquiera con la izquierda, pero que tampoco comprenden que esta realidad tampoco nada tiene que ver con aquella, no comprenden que agudizar las contradicciones, se haga desde la izquierda, el centro o la derecha, acaba con las democracias y sólo le abre el paso a los populismos autoritarios, que siempre terminan pareciéndose o siendo una dictadura, más allá del ropaje con el que se vistan.

Una tregua no significa acabar con las diferencias ni mucho menos. Según el diccionario se llama tregua “a la cesación de hostilidad por determinado tiempo entre los enemigos que tienen rota o pendiente una guerra sin que por ello quede ésta terminada”. Y se requiere una cesación de hostilidades políticas porque sino no habrá espacio para realizar los ajustes que la situación política, económica y social requiere y mucho menos para que maduren las reformas estructurales que se han aprobado en los últimos años.

Se necesita una tregua en la política porque estamos yendo, más allá de los aciertos, errores, verdades y mentiras que se esgrimen cotidianamente, hacia lo que se llama un sistema de aniquilación mutua asegurada. La verdad es que nadie, ningún partido político, está íntegramente libre de sospechas, desconfianza, debilidades, actos de corrupción, reales o supuestos. Pero la consigna enarbolada por aquellos que piden “que se vayan todos”, no comprenden o no quieren comprender que eso significa que alguien se queda y que no sólo las cosas no cambian sino que suelen empeorar. 

¿Para qué entonces una tregua política?. Para poder establecer acuerdos constitucionales que permitan sacar adelante reformas sobre el estado de derecho, la justicia y la lucha contra la corrupción que no saldrán mientras las fuerzas políticas estén acusándose unas a las otras en forma virulenta. No debe ser tampoco un acuerdo entre partidos sino entre poderes e instituciones, donde todos participen. Y no hay tiempo: si esas medidas, que todos sabemos cuáles son, no toman identidad propia rápidamente, se contaminarán con el proceso electoral y la respuesta será la parálisis. 

Se asegura que hoy podría salir adelante un acuerdo de estas características. Incluso se asegura que la comisión que comenzaría a trabajar en estos temas estaría encabezada por el rector José Narro Robles. Si es así, será una muy buena noticia.

Pero se necesita también una tregua económica. El INEGI acaba de dar a conocer una encuesta de ingresos de la población y el resultado es aterrador: hoy sólo el 7 por ciento de la población gana más de 10 mil pesos mensuales. Y paradójicamente ese siete por ciento es el más castigado, además, por las medidas fiscales en curso. Se necesita darle celeridad a la propuesta del jefe de gobierno capitalino, Miguel Mancera, de incrementar los salarios mínimos al mismo tiempo que se declara una tregua fiscal que permita mayores deducciones a los causantes y que en el terreno empresarial permita aligerar algunas de las restricciones a la consolidación. Y de la mano con ello se deben acelerar las inversiones públicas y las condiciones para las privadas. 

Una tregua de estas características no tendría porqué ser eterna. Sería, como toda tregua, por un espacio de tiempo, una suerte de política económica de emergencia. ¿Por cuánto tiempo?. Digamos que dos o tres años, antes de que lleguen las nuevas elecciones presidenciales pero también la fecha que es cuando se supone que las reformas estructurales comenzarán a cristalizar en resultados tangibles. Se puede hacer todo: ajustar la política, luchar contra la corrupción o abatir la inseguridad, pero si la gente sigue sin sentir que su economía no mejora, si sigue sintiendo que no tiene dinero en su bolsillo, si los hijos siguen viviendo peor de lo que vivieron sus padres, todo eso servirá de muy poco.

Por supuesto que habrá quienes no estén en absoluto interesados ni en una tregua ni mucho menos en establecer acuerdos. Hay quienes piensan que cuanto peor estén las cosas, es mejor…por lo menos para ellos. Pero son una minoría aunque hoy pareciera que esas minorías le están dictando la agenda a las mayorías y la razón es simple: cuando no se sabe hacia dónde se va, decía Séneca, ningún viento es favorable. Y hoy no hay claridad, ni en el gobierno ni en las oposiciones, para decirle a la gente hacia dónde vamos. 

 

Jorge Fernández Menéndez

 

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