La sucesión en la Corte
Columna JFM

La sucesión en la Corte

Para Vicente Leñero, el periodista, 
el intelectual, el hombre ejemplar

4-12-2014 La muerte parece estar presente en los procesos de sucesión de la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ayer murió el ministro Sergio Valls Hernández, sin duda uno de los más experimentos, con una larga carrera judicial, respetado y respetable, con conocimientos y relaciones políticas importantes y un hombre que si no hubiera sido sorprendido por una larga enfermedad que lo mantuvo relativamente alejado de sus funciones durante casi todo el último año, hubiera sido un potencial candidato para presidir la Corte.

Hace cuatro años, a fines de septiembre del 2010, la muerte en Londres, de un infarto, del ministro José de Jesús Gudiño Pelayo, alteró el proceso de sucesión en el máximo órgano judicial del país. Competían entonces por suceder al ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, José Ramón Cossio, el más joven y reformista de los integrantes de la Corte y quien resultaría a la postre el elegido, Juan Silva Meza, un ministro con una larga y sólida carrera judicial. Gudiño Pelayo era considerado un ministro liberal y que podía ser afín a Cossio. Lo cierto es que, finalmente, previo un anunció público de Cossio de que se retiraba de la contienda, Juan Silva Meza se convirtió en el presidente de la Suprema Corte.

Ahora la muerte de Sergio Valls afectará una sucesión que se encuentra ya en su etapa final. La afectará porque puede cambiar los equilibrios existentes: el presidente Peña enviará una terna al senado para reemplazar al ministro ausente y dependiendo de esa designación (incluso de que el senado la concluya antes de la elección, que será en los primeros días de enero) se distribuirán los votos. Pero además, porque, por lo menos de palabra, son varios los ministros que aspiran a esa responsabilidad. Asumiendo que quien sea el ganador requerirá por lo menos seis votos en una primera ronda, o la mayoría entre los dos primeros en una segunda, se comprenderá que los equilibrios son inestables y que, además, no está nada claro el rumbo que puede y debe seguir la Corte y con ella todo el sistema judicial en el país. 

Los aspirantes tienen hasta el viernes a las 14.30 para registrarse y dar a conocer las líneas generales de su propuesta. Allí comienza un proceso de intercambio de opiniones entre los propios ministros y, no nos engañemos, un muy intenso trabajo de lobbying externo tratando de influir en sus votos.

Hacer apuestas en la sucesión de la Suprema Corte siempre resulta complejo: sólo los ministros participan en la elección, pero el hecho es que existen tendencias y coyunturas que no se pueden ocultar. Uno de ellas es que nunca antes la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha sido presidida por una mujer. En la Corte hay sólo dos mujeres, pero una de ellas, la ministra Olga Sánchez Cordero, dejará su responsabilidad el 30 de noviembre del año próximo (lo mismo que Juan Silva Meza) y por lo tanto no puede ser candidata. La otra ministra es una mujer con una notable carrera judicial, donde ha recorrido prácticamente todos los peldaños, Margarita Luna Ramos. Es mujer y es, además, una opción de renovación y claridad sin rupturas y ha recibido el apoyo explícito de la Asociación Nacional de Doctores en Derecho. Luna Ramos es, sin duda, una de las opciones más fuertes para la SCJN. Habrá que tomar en cuenta, además, que no sería nada descabellado que el presidente envié una terna con opciones de mujeres para por lo menos mantener la presencia de género en el máximo tribunal

Otro candidato muy fuerte es el ministro Luis María Aguilar, un hombre con una muy larga y exitosa carrera judicial, considerado moderado y cercano al ministro Silva Meza y con muchos apoyos en el propio sistema judicial. Sería la suya la sucesión más natural respecto al actual presidente.

Se ha hablado mucho en los últimos días de Jorge Mario Pardo Rebolledo que fue quien reemplazó, hace cuatro años a Gudiño Pelayo. Se trata de un ministro, y antes un juez, que no teme entrar en temas controvertido e incluso conflictivos. No sería en absoluto un mal presidente, pero quizás su momento será dentro de cuatro años.

Están también los ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea y Fernando Franco González  que podrían aspirar a ese cargo, aunque hoy se los percibe con menores posibilidades. Otros dos ministros mucho más recientes como Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena y Alberto Gelasio Pérez Dayán difícilmente participarán en este proceso.

Quien sea, deberá atacar tareas clave para el futuro del país: trabajar por una mucho mayor transparencia en el poder judicial, acabar con la corrupción que permea la base, pero en ocasiones también partes muy altas del sistema y trabajar en la implementación del nuevo sistema penal en todo el país, formando magistrados y jueces capaces para esa labor. Nada de eso es sencillo: se requerirá inteligencia y sensibilidad para salir adelante soportando, como cada día es más frecuente en la Suprema Corte, enormes presiones políticas y económicas. 

 

Jorge Fernández Menéndez

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