EPN y los paracaídas
Columna JFM

EPN y los paracaídas

06-01-2015 La frase aparece un poco perdida en el mensaje que ofreció el presidente Peña Nieto el 4 de enero pasado. Luego de anunciar una serie de medidas económicas que podrían ayudar a una parte de la población a sobrepasar un 2015 que se antoja desde ya difícil, el presidente aseguró que este año “estaré más cerca de la gente”. Puede parecer una frase más, un simple protocolo de inicio de año, pero la realidad es que el mandatario ha estado estos dos años lejos de la gente y ahí reside, como hemos dicho muchas veces, buena parte de los problemas que se le han presentado a esta administración. 

 

La lejanía de la gente en la política (o en muchas instituciones eminentemente sociales) es mortal. Existe un diferencia decisiva entre, por ejemplo, el papa Benedicto y el actual, Francisco, pero no creo que piensen teológicamente en forma muy diferente, pero con el primero la iglesia estaba rebasada y parecía en crisis permanente, con el otro parece haber renacido por el discurso, por las formas pero sobre todo por la cercanía con la gente: “a la iglesia le falta cercanía con la gente y sus problemas”, le dijo Francisco a un periodista argentino hablando sobre cómo abordar temas como el divorcio o los matrimonios de personas del mismo sexo. Más allá de cualquier opinión no habló de teología, sino de la forma de enfrentar los problemas.

Pero cuando hablamos de política esa necesidad es más urgente aún. Desde la lejanía, o desde las burbujas que las propician, cuando no existe ese contacto (por más que se realicen muchos actos masivos), tampoco puede existir la comunicación que un político, un funcionario, un presidente requiere con su gente. De eso trata la comunicación en la política.

Se dice que estamos en una época de regreso de los populismos, se exhiban como de derecha o de izquierda. En parte es verdad: no hay más que mirar alrededor, desde la Venezuela de Maduro que se desmorona, hasta la Bolivia de Evo Morales que hace girar los relojes al revés para recordarnos su visión de la marcha de la historia. Pero no sólo en América: también en Europa, donde agrupaciones como Podemos en España se erige como alternativa a los partidos tradicionales con un discurso por lo menos confuso o en Francia, donde el Frente Nacional con un populismo engendrado desde la extrema derecha se ha convertido en la primera fuerza del país. En Grecia, llevará a ese país afuera de la zona euro, en Holanda y en Suecia aparecen desde el espectro de la derecha radical y en Italia giran, todavía, en torno a personajes como Silvio Berlusconi, siempre denunciado y todavía vigente. No hablemos de la locura personificada en el Tea Party y algunos exponentes, irracionalmente exitosos en la política estadounidense, tan bien representados por la información política de la cadena Fox o la candidatura pasada de Sara Palin.

En buena medida eso se explica, por supuesto, por la crisis económica que hemos vivido desde el 2008 a nivel global, pero también porque en la política tradicional, de derecha o de izquierda, ha habido una lejanía constante y cada vez mayor de la gente y de sus expectativas. Se han tomado medidas técnicas que estabilizan las economías pero se han olvidado de la gente y sus economías cotidianas. Las haciendas pueden estar estables, pero las sociedades no y con la idea de no combatir el populismo se ha dejado de hacer una política abierta y, en el mejor sentido de la palabra, popular. Muchos comienzan a darse cuenta de ello: Obama, que llegó al poder basado en su comunicación con la gente la ha ido perdiendo por no responder a sus expectativas: hoy busca aumentar el salario mínimo o rediseñar una estrategia promigrantes, cuando perdió muchos años en tomar decisiones populares. En Francia, Francois Hollande tuvo que quedar con índices de aprobación menores al 15 por ciento para decidir olvidarse o por lo menos dejar de lado los aspectos más duros, de una política fiscal que castigó tanto a la clase media como a la alta y al consumo y por lo tanto terminó afectando a todos.

Nuestros problemas sin duda son muchos, es difícil hasta empezar a enumerarlos, pero ninguno supera la caída de las expectativas por el deterioro de la economía cotidiana y eso en ocasiones no se entiende porque se ven las cifras macroeconómicas, sin duda positivas, pero sencillamente no se habla con la gente para ver cómo la está pasando o cómo espera que le vaya. Cómo se refleja la macroeconomía en la vida cotidiana.

Hizo bien el presidente Peña anunciando que estará más cerca de la gente en un mensaje navideño donde anunció medidas económicas que pueden ayudarla en su vida cotidiana. Quizás si esa cercanía se vuelve más regular se terminará de comprender que siendo positivo lo anunciado falta aún, en la forma y en el fondo, más contundencia para que ese buen intento se torne percepción. Decía Einstein que “la mente es como un paracaídas, sólo funciona si se abre”. Es hora de abrir muchos paracaídas en el escenario nacional.

 

Jorge Fernández Menéndez

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