07-01-2015 “A algunos hombres los disfraces no los disfrazan, sino los revelan”
Gilbert K. Chesterson
Disfraz: “artificio para cambiar el aspecto de una cosa con el fin de que no sea conocida”. De eso se trata mucho de lo que estamos viendo en estos días: de disfraces. El disfraz puede ser ideológico o utilizar un supuesto interés humanitario para ocultar cualquier objetivo personal o de grupo, o una actividad criminal se disfraza de política o de buenas intenciones sociales.
Tres casos, entre muchos otros de disfraces. En Apatzingan, ayer hubo por lo menos dos enfrentamientos con nueve muertos y casi 50 detenidos. ¿Qué ocurrió?. Que fuerzas militares fueron a desalojar a un grupo que tenía bloqueada la entrada a la presidencia municipal desde diciembre pasado. Se resistieron con armas, una persona murió y otros fueron detenidos. Cuando eran trasladados los detenidos y los vehículos decomisados los soldados fueron atacados por grupos armados: ahí se dieron la mayoría de las muertes. Los ocupantes que se presentaban como autodefensas y defensores de derechos humanos, en realidad, dice el padre Goyo en Apatzingan, son los integrantes del grupo criminal Los Viagras. Vamos a ver cuando tardan en aparecer los defensores de las víctimas de Apatzingan.
Ahí mismo en Michoacán, pero en la Rauna, en diciembre se dio el enésimo enfrentamiento entre los grupos de Hipólito Mora y Luis Antonio Torres, llamado El Americano, parte, ambos de los grupos originales de las autodefensas. Ya en el pasado, Mora y algunos de sus seguidores habían sido detenidos por asesinar a dos integrantes del grupo del Americano, pero quedaron luego de varias semanas de prisión en libertad porque no se encontraron pruebas de su participación, aunque no se descartó que existiera un acuerdo político para ello, precisamente en el momento en el que las autodefensas se estaban convirtiendo en fuerzas policiales locales.
No importó, los conflictos siguieron porque son muy añejos, anteriores a las autodefensas. Mora y el Americano, los dos, se acusan de actuar (o haber actuado) como instrumentos de grupos criminales. Quizás los dos mienten, quizás los dos dicen la verdad. Pero los conflictos se radicalizaron cuando en diciembre ambos quisieron colocar controles en la entrada del pueblo. Cuando la gente está armada, los conflictos se suelen dirimir a los tiros. Así sucedió y murieron once personas en un combate en el que se intercambiaron casi dos mil disparos. Ahí murió un hijo de Mora, que dice que fue atacado por el Americano.
Pero los estudios periciales dicen otras cosas. Dicen que todos dispararon incluyendo Mora, su hijo y el Americano; que tres de los muertos, del grupo de éste último, fueron asesinados con tiros de gracia en la cabeza por gente de Mora y que no queda en absoluto claro quién comenzó el ataque. Dice Mora, al que no le faltan defensores en los medios, que él es un “pendejo” que se entregó a las autoridades porque pensó que sería liberado ya que él era la víctima. Puede ser, pero también es victimario, y no se puede aceptar la justicia por propia mano. Ahora hay quien dice que Mora fue detenido porque en realidad le habían ofrecido ser candidato a diputado federal por un partido de la oposición. Otro disfraz para seguir disfrutando de la impunidad.
En Guerrero, los llamados familiares de los jóvenes desparecidos en Iguala se han vuelto omnipresentes. Están el mismo día y a la misma hora en Chiapas y en el DF, en Acapulco y en Chilpancingo, toman casetas de cobro y bloquean carreteras, pero también se manifiestan en distintos lugares del país y hasta en el extranjero. No sé, nadie sabe, cuántos familiares reales de los jóvenes participan en estos movimientos pero deberían ser miles para cubrir tanta actividad y además deben tener una vida económica desahogada para hacerlo.
O quizás es otro disfraz y quienes se presentan como tales en su enorme mayoría no son familiares de ninguna víctima como el vocero de los propios familiares, Felipe de la Cruz, que como ya hemos dicho aquí, no tiene, para su suerte, a familiar alguno, ni lejano ni cercano, víctima de los hechos de Iguala. Sí es el señor De la Cruz dirigente de la CETEG, cuyos integrantes son los que están reemplazando en forma constante a los familiares y haciéndose pasar por tales. Es su nuevo y mucho más cómodo disfraz.
Porque una cosa es pedir (ahora ya no piden: exigen) dinero para el movimiento magisterial disidente y otra para familiares de víctimas. No es mal negocio tampoco: como publicó ayer Excélsior eso les genera hasta 200 mil pesos por hora en la casetas que tienen tomada, por ejemplo, en la Autopista del Sol. También sirve el disfraz para saquear camiones de empresas que transportan desde comestibles hasta bienes de uso duradero: son detenidos y la mercancía robada “en solidaridad con Ayotzinapa”. Nadie sabe a dónde van a parar el dinero y los bienes: a los familiares reales no les toca nada de eso, pero todo esos recursos sirven para mantener un movimiento político que no tiene nada de humanista. El disfraz.