19-02-2015 La aspiración, justificada, de José Luis Santiago Vasconcelos, estimado y notablemente eficiente y comprometido ex titular de la subprocuraduría contra la delincuencia organizada que falleció en el accidente en el que murió también Juan Camilo Mouriño, era llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Tenía preparación y razones que justificaban esa aspiración, desde su larga carrera en la lucha contra el crimen organizado hasta su nueva responsabilidad, que se vio truncada por el accidente, en la implementación del nuevo sistema penal en el país.
Pensaba, y tenía razón, que en la Corte, ante el desafío que significaban el crimen organizado en todas sus variantes y la violencia creciente en el país, era necesaria la presencia de ministros que tuvieran un conocimiento de primera mano de esos fenómenos. Como dijimos, la aspiración de José Luis se vio truncada por su prematura muerte.
Todo esto viene a colación porque el presidente Peña Nieto presentó ante el senado una terna para reemplazar al ministro Sergio Valls, fallecido en diciembre. En ella figuran dos magistrados con una impecable carrera judicial: Felipe Fuentes Barrera y Horacio Hernández Orozco. El tercero es el actual embajador de México ante los Estados Unidos, Eduardo Medina Mora. Con respeto a ambos magistrados, Medina Mora me parece una excelente opción para ir a la Corte. Algunas de las razones para ello son las mismas que animaban la ambición de Santiago Vasconcelos: la Corte requiere de juristas que conozcan mucho más de cerca las nuevas formas que han adoptado el delito y la violencia. Pero en el caso de Medina Mora se amplían notablemente por su experiencia empresarial, política, institucional y diplomática.
El actual embajador, además de un importante asesor empresarial que jugo un papel destacado en muchos temas, incluyendo la negociación del TLC, ha sido director del Cisen, secretario de Seguridad Pública federal, Procurador General de la República y embajador, en la Gran Bretaña y en Estados Unidos. Pocos conocen mejor el sistema político y judicial, y pocos tienen esa experiencia en terrenos tan diversos y complejos. Y lo ha hecho con distintas administraciones porque es un hombre de Estado, no un militante político, que mantiene relaciones y redes con los más diversos sectores.
Siempre pensé que, por esas razones, Medina Mora, que durante la administración del presidente Calderón, siendo procurador, tuvo diferencias importantes con otros miembros del gabinete de seguridad sobre cómo llevar el proceso que el propio presidente había lanzado contra la delincuencia organizada, hubiera sido un excelente secretario de Gobernación, sobre todo en el polarizado ambiente que se vivió en aquellos años. No fue así, y sus desencuentros lo llevaron a aceptar la embajada en Londres y, hace dos años, ya en la administración Peña, la de Washington.
Por supuesto que en ese trayecto, y en esa responsabilidades ha tenido aciertos y errores, pero son mucho mayores los primeros que los segundos, como lo es el hecho de que después de haber pasado por tres de los espacios más complejos que existen en la administración pública (el Cisen, la SSP y la PGR) no exista una sola denuncia o sospecha sobre el desempeño de Medina Mora.
Creía con Santiago Vasconcelos, y mucho más ahora, un sexenio después, que en la Corte se requiere de gran talento jurídico pero además de ministros con una visión diferente en muchos ámbitos para complementar el espectro judicial, político, ideológico, del principal tribunal de la Nación. El senado tiene la palabra.
Las vidas de Marcelo
Leí en estos días muchos textos sobre el affaire de Marcelo Ebrard con su perdida diputación en el PRD. Al respecto, también hemos escrito con amplitud en este espacio. Dos columnas me parecieron especialmente interesantes, la de mis amigos Leo Zuckerman y la de Ricardo Alemán. Uno habla del hombre que iba a ser presidente y el otro de la cantidad de vidas (políticas) que ha tenido Marcelo. Me quedo con una reflexión: es verdad que Ebrard tuvo en sus manos la posibilidad de ser candidato presidencial en el 2012 y él mismo la desechó por un muy mal cálculo político; y también es verdad que ha tenido innumerables vidas políticas: desde el discípulo preferido de Manuel Camacho en el PRI, hasta su paso por el Verde, el PCD, el PRD y ahora, seguramente Movimiento Ciudadano o Morena. La pregunta es porqué sobrevive pero nunca llega y la respuesta es que Marcelo siempre ha apostado a las posiciones que desea alcanzar por las relaciones, los amarres, los acuerdos. En ocasiones le salen bien, en otras fracasa estrepitosamente. Me recuerda a Porfirio Muñoz Ledo: nadie les niega el talento y la inteligencia, tampoco una soberbia que les hace olvidar que la política se hace en los cielos pero también en la tierra y que para tener posiciones del tamaño de las ambiciones hay que ganarlas, no esperar que les llegue porque, simplemente, creen merecerla.