Cada cual tiene el diablo que se merece
Columna JFM

Cada cual tiene el diablo que se merece

16-03-2015 Yo no sé si a México “el diablo lo castiga con mucha bronca” como le dijo el papa Francisco a la corresponsal Valentina Alazraki. Tampoco sé si eso es porque “el diablo no le perdona (a México), que ella (la Virgen) haya mostrado ahí a su hijo. México es privilegiado en el martirio por haber defendido a su madre”. Los mexicanos son católicos, no católicos, ateos, pero todos son guadalupanos, enfatizó el Papa.

Pero, más allá de eso, sí es verdad que muchos de nuestros males devienen no de una maldición diabólica y sí, como también dijo el papa en un plan mucho más terrenal, por el crimen organizado que tenía como objetivo la distribución de drogas en Estados Unidos, pero que ahora abarca muchos otros espacios delincuenciales. Y acierta también al decir que el problema, la violencia, la delincuencia, la inseguridad, es algo que trasciende al gobierno y que no tendrá solución si no se involucra, junto con los gobiernos, la sociedad.

Destacó la solidaridad como una de las virtudes del pueblo mexicano y le pidió a los ciudadanos ser valientes ante los delincuentes. “Yo sé, agregó, que es muy difícil denunciar a un narcotraficante, porque va la vida, es duro, pero creo que todos en una situación así tenemos que poner el hombro. Creo que echarle la culpa a un sector o grupo en una situación así, es infantil”.

Tiene toda la razón, pero resulta que para que todo eso funcione debe funcionar un principio fundamental: la justicia. Es la única baza que pueden jugar sociedad y gobiernos para encontrar un punto de apoyo común. Y la justicia debe ir más allá de los acuerdos políticos. Hay muchos ejemplos que llevan a que la gente descrea de la justicia o que piense que ella es sólo un factor instrumental, que se negocia.

Uno clarísimo es la liberación de Hipólito Mora y Luis Antonio Torres acompañados de todos los miembros de autodefensas de ambos grupos, y que estaban acusado del enfrentamiento en el que murieron once personas, entre ellas un hijo de Mora. Los estudios periciales demostraron que todos los detenidos habían utilizado armas, que los muertos eran de ambos bandos y que incluso, algunos de ellos, tenían hasta un tiro de gracia. Pues bien, un tribunal michoacano (lo mismo que ocurrió años atrás con el michoacanazo)  decidió que todos quedaban en libertad porque todos “actuaron en legítima defensa”.

¿Cómo puede ser que dos grupos que se están enfrentando a tiros, que provocan once muertes, estén actuando, al mismo tiempo y simultáneamente en legítima defensa?. Hasta el sólo enunciado ofende la inteligencia. El procurador del estado, José Martín Godoy Castro, fue aún más allá y dijo que el caso estaba cerrado, que la procuraduría se había quedado sin recursos para impugnar porque “lo que hizo el magistrado fue hacer un razonamiento de fondo donde analiza criterios sociológicos, aspectos de derechos humanos aplicados por cortes internacionales”.

¿Qué tienen que ver esto con los derechos humanos o las cortes internacionales?. Aquí lo que hubo fue que dos bandas ilegalmente armadas se enfrentaron entre sí por el control de un cruce de caminos donde ambos querían colocar, de manera también ilegal, un retén. Ahí murieron once personas. Un día después, por las protestas derivadas de la detención de estos personajes, hubo otro enfrentamiento, éste en Apatzingan, donde incluso se emboscó a la Policía Federal y hubo otros siete muertos, y un veintena de detenidos. Hoy todos, los del enfrentamiento en La Ruana y los de la emboscada en Apatzingán, están libres. En el camino quedaron 18 personas muertas, muchas familias con ansias de vengarse y uno de los responsables de esas muertes (víctima también por la muerte de su hijo) Hipólito Mora, con una candidatura para diputado federal otorgada por Movimiento Ciudadano.

Algo similar sucede cuando cualquier pobre diablo termina en la cárcel porque se robó unos tenis, pero los grupos que roban, secuestran, extorsionan, bloquean, hasta matan y vulneran el derecho a la educación de los niños o simplemente los derechos más elementales de cualquier ciudadano, quedan impunes y en muchas ocasiones son premiados porque argumentan razones políticas. Delinquir individualmente es un delito, hacerlo con una coartada política detrás es parte de una expresión social que no puede ser castigada. Siempre habrá un juez que arguya “criterios sociológicos, aspectos de derechos humanos aplicados por cortes internacionales” para que nadie sea castigado.

Esa, la impunidad ante el delito, es el verdadero mensaje, siguiendo la lógica de Francisco, que nos impone el Diablo y lo que impide, por muchas razones, que ni el gobierno muestre la eficiencia que debería tener ante la inseguridad, ni la sociedad crea en los gobiernos y los tribunales. Las leyes deben ser flexibles y aplicarse de forma estricta. La nuestra dice ser estricta pero se aplica de forma demasiado flexible. Como diría Arturo Pérez Reverte “cada cual tiene el diablo que se merece”.

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