24-03-2015 Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre se me hace un personaje políticamente impresentable. Y no, como él dice, por portación de cara, sino por su forma de hacer y entender la política, por la violencia que ejercen los suyos contra sus adversarios de dentro y de fuera de su partido. Por su intolerancia, y sí, también por las denuncias que existen en su contra por al manejo de edecanes y mujeres para su placer y el de los suyos.
Concedo que, como han insistido algunos colegas, esas acusaciones no se han podido sustentar judicialmente: más allá de las denuncias que existían desde mucho antes de que el tema estallara mediáticamente, de los rumores, versiones, acusaciones solapadas, es un hecho que las denuncias no se han ratificado en el ministerio público (falta por ver aún la decisión al respecto de la justicia capitalina) por las razones que sea, porque no había sustancia en ella, o mucho más probablemente, porque las jóvenes involucradas no han decidido ratificar esas denuncias por miedo. Con pesar y desconfianza (nuestra justicia no es la más proba en esos temas) démosle en ese capítulo, el espacio de la duda a Cuauhtémoc Gutiérrez.
Pero si el PRI realmente quería mostrar un rostro de renovación en el DF, esas denuncias tendrían que haber sido algo así como la gota que colma el vaso. Su expulsión del partido tricolor se tendría que haber dado por muchas razones y mucho antes. Por ejemplo, por la violencia con la que su grupo se ha ido quedando con el control de las estructuras del priismo capitalino, golpeando adversarios (¿se olvidó ya el caso de Rosario Guerra?), copando y reventando asambleas, impidiendo la actividad de sus opositores, amenazando periodistas (un servidor uno de ellos, y con carta membretada del PRI incluida), expulsando, él y su gente, al priismo capitalino del PRI.
El mejor reflejo de esa forma de hacer política la tenemos en los números del PRI en el DF: una fuerza endeble; abandonada a los grupos clientelares y corporativos como el que encabeza Gutiérrez de la Torre; con dirigentes en muchos de los casos impresentables, más cercanos a un hooligan que a un político local. Un partido, el del PRI en el DF, donde más allá de las buenas intenciones de algunos de sus dirigentes, incluyendo al actual Mauricio López, el fracaso es constante desde 1997, porque no se ha logrado que crezca una sola figura con verdadero alcance local, no hablemos ya nacional, y por el contrario, se ha devorado a muchos que intentaron hacerlo, desde Jesús Silva Herzog hasta Beatriz Paredes.
Pero, además, en el caso de Cuauhtémoc de la Torre, tenemos un hombre y un grupo que se terminaron de quedar con el PRI del DF, haciendo todo eso contra sus adversarios internos, pero contando para ello con la más estrecha colaboración recíproca, que venía de muchos años atrás, con el anterior jefe de gobierno, Marcelo Ebrard.
Si por las razones que fueran, la justicia y la política casi nunca pueden o quieren ir de la mano, y Gutiérrez de la Torre no puede ser separado del PRI por el tema de las redes de mujeres y edecanes contratadas en su beneficio, sí debería serlo por ser parte de una red política que ha logrado acabar, prácticamente, con el priismo y con los priistas en la capital del país. Por lo pronto, la cauda de mujeres y hombres en el propio PRI, indignados por la decisión adoptada crecen, y el mismo fin de semana, la presidenta de la comisión de honor y justicia y otra integrante de la misma renunciaron por el perdón a Gutiérrez de la Torre; María de los Angeles Moreno denunció una imposición de la dirigencia partidaria a la comisión de honor y justicia; y Cecilia Soto (que no es militante priista pero fue oradora en el homenaje que se le hizo a Luis Donaldo Colosio, el domingo) se preguntó que hubiera hecho Luis Donaldo, tan partidario de la equidad de género, ante el caso Gutiérrez. Mientras tanto, César Camacho se vio en la triste tarea de estar defendiendo a Cuauhtémoc Gutiérrez en los medios, diciendo que no se le podía expulsar porque no se le había comprobado delito alguno. Es verdad, pero la política tiene, debe, puede, ir más allá de la justicia. Y en el caso de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre no sólo no se lo castigó con la expulsión sino que además sí se lo premió con la candidatura plurinominal de diputado federal para su madre, Guillermina de la Torre.
¿A qué electores les puede resultar atractivo votar por estos grupos, defenderlos, creer que representan algo nuevo?¿quién querrá ser acompañado por ellos en una campaña?. Así no se crea una alternativa política, no se puede recuperar el poder local, no se respalda a un gobierno federal que es de ese mismo partido. Que nadie se asombre luego de que el PRI lleve años sin poder alcanzar ni remotamente el 20 por ciento de los votos en la capital del país. No se los merece.