08-05-2015 Dentro de un mes exactamente, el 8 de junio, ya con los resultados electorales en la mano, el presidente Peña tendrá que estar definiendo cómo será el futuro de su gobierno. Son muchas las voces cercanas al Presidente que aseguran que el segundo tercio de su administración generará cambios importantes en políticas, en personal, incluso en el perfil de quienes podrán anotarse seriamente como aspirantes a la candidatura presidencial en 2018.
No es la primera vez que se presenta un panorama futuro de estas características. También se pensó en dar ese paso en agosto pasado, concluido el ciclo de grandes reformas. La fecha era para diciembre, incluso algunos la adelantaban para noviembre, pero el caso Ayotzinapa e historias como la Casa Blanca echaron para atrás todo el escenario que parecía tan favorable apenas unas semanas antes, cuando el presidente Peña visitó Nueva York en septiembre. Había que volver a empezar y volver a evaluar a quienes lo acompañaban o podían acompañar de cara a las nuevas circunstancias.
Y en ese proceso son pocos los que salen bien evaluados. Es evidente que el gabinete tiene muchas debilidades: se pueden contar con los dedos de una mano quiénes realmente están comprometidos con la administración presidencial, incluyendo, además de algunos secretarios, a los dos coordinadores parlamentarios, y compararlos con quienes, en cada oportunidad, quitan las manos, no aparecen y prefieren un perfil tan discreto que, más que discreción, parece que estamos ante una manera consciente de eclipsarse. Eso sucede en el gabinete, en el PRI y con muchos candidatos, de todos los niveles. La campaña, y los resultados obtenidos, tendrán que ser la clave para que el presidente Peña decida los movimientos a realizar. En esta ocasión no tiene tiempo hasta diciembre, como el año pasado: con los resultados electorales se debe comenzar a cerrar expedientes y la administración debería dejar de estar tan crudamente a la defensiva, como lo ha estado durante los últimos nueve meses.
El presidente Peña dijo en su campaña, y lo ha repetido una y otra vez en estos dos años y medio, que es un político de resultados. Así, por resultados, tiene que medir a su equipo (al cercano y al ampliado) y, con base en resultados, operar los cambios que su gobierno y el país requieren.
Seguramente habrá movimientos en los procesos electorales en curso, pero el esquema general está, en buena medida, claro: el PRI, aliado con el Verde, puede alcanzar la mayoría en la Cámara de Diputados, aunque deberá esperar una disputa, diputado por diputado, para confirmarlo. El PAN, pese a que sus heridas internas no cerrarán en el corto plazo y a que se equivocó en el inicio de su campaña publicitaria, será, con amplio margen, la segunda fuerza electoral del país. El PRD, estoy seguro, terminará superando por muchos puntos a Morena, que no tiene ni la estructura ni los candidatos como para rebasar a la izquierda tradicional: el objetivo de Morena será llegar a los dos dígitos. Lo mismo que el Partido Verde, con la diferencia de que, en su caso, esos puntos son determinantes para contar o no con una mayoría en San Lázaro. Los tres: PRD, Verde y Morena, se ubicarán en una nueva franja electoral de partidos intermedios. Nueva Alianza, MC y posiblemente Encuentro conservarán el registro, pero difícilmente lo harán el PT y el Humanista. No es un mal escenario en el terreno federal para Peña Nieto.
En los estados, las cosas pueden ser diferentes: hay varias entidades que están, particularmente, cerradas entre el PAN y el PRI, desde Sonora hasta Querétaro, desde San Luis Potosí hasta Baja California Sur. El PRI puede ganar Nuevo León, y seguramente Campeche y Colima, y tiene grandes posibilidades en Guerrero. En Michoacán existe una suerte de triple empate entre Silvano Aureoles, Luisa María Calderón y el Chon Orihuela. En el DF ganará el PRD, aunque lejos de la hegemonía abrumadora del pasado. En otras palabras, el PRI se puede llevar casi todo en estos comicios locales, como también puede perder mucho: son demasiados los estados que no están definidos. Tendrá pérdidas en las municipales, a favor del PAN, y deberá afrontar el desafío de que los comicios se realicen en Guerrero y en Oaxaca sin daños considerables.
No es, decíamos, el escenario más halagüeño, pero no es malo para dar un golpe de timón. Existen condiciones favorables en varios terrenos que se pueden explotar, pero Peña Nieto necesita un acompañamiento de otro nivel en varias carteras y dejar de verse como un Presidente solo, arropado políticamente apenas por un puñado de funcionarios. Podrá disponer, desde el 8 de junio, de una nueva baraja: habrá que ver cómo la utiliza.