16-07-2015 Ayer fue separado de su cargo, el jefe de la División de Inteligencia de la Policía Federal, Ramón Eduardo Pequeño. Fue reemplazado por Damián Canales. Los dos, Pequeño y Canales, son capaces, con larga experiencia en los ámbitos de seguridad, con la diferencia de que Canales es uno de los hombres de confianza del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. El problema no son ellos, es estructural y, como decíamos ayer, lo que sucede es que a diferencia de otras instituciones, que se mantienen más allá de los cambios sexenales, en las áreas de inteligencia en cada sexenio se cambia casi todo. Y así se pierde sustancia, continuidad y profesionalización.
Hagamos una pequeña cronología: en el gobierno de Miguel de la Madrid se decidió acabar, consecuencia directa del secuestro y asesinato del agente de la DEA Kiki Camarena, con la Dirección Federal de Seguridad. El problema fue que cuando se acabó con esas estructuras, que fueron poderosísimas, pero también útiles para el sistema, sus miembros fueron enviados a la calle y muchos se convirtieron en los más poderosos operadores del crimen organizado. Pero no terminaron de ser reemplazadas por nada equivalente. Es verdad que se creó en esos años una estructura de la que surgiría poco después el Cisen y donde se formarían muchos de los principales cuadros de seguridad que ha tenido el país. Pero el vacío, entonces, fue notable.
En el gobierno de Carlos Salinas se tuvo el mérito de consolidar el Cisen y de tratar de profesionalizar todo el sistema. Hubo éxitos notables, pero también fracasos en el sector. Pero se sentaron las bases para un sistema de inteligencia profesional.
En el gobierno de Zedillo se terminó de consolidar el Cisen con cuadros formados en México y en el exterior y con un servicio de inteligencia militar, durante el periodo del general Enrique Cervantes que, superando tropiezos, terminó trabajando muy eficientemente con el poder civil. Quizás en los dos últimos años de Zedillo fue cuando se tuvieron los mejores equipos, los recursos humanos más sólidos y la mejor comunicación entre fuerzas civiles y militares en este ámbito.
Asumió Vicente Fox, y sus asesores le vendieron la idea de que había que acabar con el “espionaje priista”, y se desarticuló todo lo que se había hecho con acierto. La inteligencia se balcanizó y desde entonces nunca se ha vuelto a concentrar: por una parte estaba el Ejército; por otra, la Marina, pero también la naciente Secretaría de Seguridad Pública, donde Alejandro Gertzse encargó de desmantelar todo lo que se había construido antes; esos cuadros se fueron a la PGR, con Rafael Macedo de la Concha y encabezados por Genaro García Luna, crearon la AFI, mientras que en delincuencia organizada se quedaba José Luis Santiago Vasconcelos; el Cisen, muy disminuido porque la mayoría de sus cuadros se habían ido a la AFI, quedó en Gobernación. Todos hacían inteligencia y nadie la concentraba, competían unos con otros.
El sexenio de Felipe Calderón inició con la convicción de que el desafío central era la seguridad y se formó un buen equipo con ese objetivo. Genaro García Luna se llevó a la SSP toda la estructura que se había construido en la AFI, que quedó desmantelada, y la misma siguió creciendo en torno a la Policía Federal creando grandes áreas de inteligencia operativa y una infraestructura notable que se llamó Plataforma México. Allí se concentraba la capacidad de inteligencia civil del Estado. Pero se acrecentaron las diferencia entre SSP y PGR, y entre las dos dependencias civiles y las fuerzas militares, por discrepancias sobre cómo llevar una lucha que era cada día más compleja y costosa política y socialmente.
Cuando asumió el presidente Peña se volvió a cambiar el esquema. Se regresó la SSP a Gobernación y se quitaron atribuciones a la Policía Federal, las cuales se regresaron al Cisen y a la PGR; Plataforma México, que era un gran instrumento, terminó fraccionándose, lo mismo que el área de inteligencia que se había construido en torno a la Policía Federal; se redefinió la relación de inteligencia con Estados Unidos. El Cisen volvió a tener mayor peso, pero sin áreas operativas propias; buena parte de la inteligencia regresó a la PGR con un hombre de confianza del Presidente, Tomás Zerón de Lucio, en la nueva Agencia de Investigación Criminal, y luego de muchos estires y aflojes, finalmente, la Gendarmería terminó siendo un brazo más de la Policía Federal.
Son demasiados cambios en instituciones que son, y así deberían ser comprendidas, del Estado no del gobierno en turno. Por eso, buena parte del capital humano en ese ámbito estratégico, en lugar de estar concentrado y cuidado para evitar su desgaste sexenal, terminó fagocitado por el sistema y trabajando para empresas, en México y en el extranjero. Eso no ocurre en ninguna de las grandes instituciones de seguridad e inteligencia en el mundo. Pero sí en México y por eso sucede lo que sucede.