07-09-2015 Cuando la semana pasada entrevisté al presidente Peña, le pregunté qué tan peligrosos eran el populismo, la demagogia y la intolerancia hoy en el país.
El presidente Peña me dijo que creía que esas vías eran “un peligro, un riesgo para cualquier nación y que las lecciones que nos ha dejado la historia es que después de momentos difíciles en la economía del mundo y de diferentes naciones se presentan posiciones muy radicales que combaten a las propias instituciones que se han formado”. Le pregunté si la afirmación tenía destinatario. Me dijo que no tenía destinatario, porque lo mismo encuentras populismo y demagogia en la derecha que en la izquierda. ¿Es transversal a los partidos?, lo cuestioné. Sí, es transversal, aseguró, “son voces que simplemente se presentan combatiendo lo que se tiene, porque en un ambiente de insatisfacción, por este ambiente de incertidumbre y de crisis económica que el mundo eventualmente ha vivido, ya ha pasado en otros momentos de la historia de la humanidad, que algunas sociedades se llegan a confundir. Lo que apunté y la reflexión que hice, la hice orientada fundamentalmente a decir, seamos claros, vamos en la ruta que nos va a llevar realmente a un mayor desarrollo, no claudiquemos, no pensemos que por este desánimo que hay en el mundo, que a veces nos genera incertidumbre entre los propios mexicanos, vayamos a apartarnos de la ruta que hemos trazado”.
Creo que en ese punto Peña tiene razón. Se ha criticado esa afirmación diciendo, por una parte que sí tenía destinatario y que es López Obrador. Se ha dicho también, lo declaró Miguel Barbosa, que los verdaderos peligros no son el populismo, la intolerancia o la demagogia, sino el hambre, la pobreza y la desigualdad.
Vamos por partes. Sin duda, López Obrador es quien mejor y más representa esa tendencia populista, demagógica e intolerante: lo ha demostrado gobernando, como candidato y como líder partidario. Lo hace además gozando, por una inconcebible permisividad de las autoridades electorales, de millones de spots, pagados con los recursos públicos que exige que no se derrochen en publicidad, que le permiten ser el único precandidato para el 2018 con ese nivel de exposición y sin posibilidad de réplica.
Una anécdota. No hace demasiado un médico, reconocidísimo especialista, me contaba que atendió a Andrés Manuel en uno de los hospitales privados más importantes (y caros) del país: durante toda la consulta, el líder de Morena estuvo criticando a los médicos, incluyendo al que lo atendía y al hospital en el que estaba porque decía que no conocían a los pobres, que estaban alejados de ellos, que no pagaban impuestos, que abonaban a la desigualdad. El médico, al terminar la consulta y recetarle lo conducente, simplemente le pidió que para la próxima mejor buscara a un especialista con el que simpatizara políticamente porque era demasiado desagradable estar atendiendo a un paciente que no hacía más que descalificar a su médico y a la institución en donde él había ido voluntariamente a atenderse. Me parece que la anécdota escenifica exactamente la forma de hacer política y de entender la sociedad de López Obrador: considera lícito aprovecharse y explotar lo que supuestamente no le gusta y con lo que dice que no está de acuerdo cuando es en su beneficio, lo descalifica radicalmente cuando lo ve en los otros. Ésa es la base de la intolerancia, la demagogia y el populismo.
Creo que esa batalla hay que darla y que no pasa sólo por López Obrador. Hay populistas, demagogos e intolerantes en Morena, comenzando porLópez Obrador y Martí Batres, entre muchos otros, pero también los hay en el PRD, en el PAN y en PRI, los hay entre los independientes y en la sociedad. Nuestra vida política del último siglo se alimentó del populismo, la demagogia, la intolerancia. Cuando se dice, con simpatía, que “López Portillo fue el último presidente de la Revolución”, como dijo López Obrador, o cuando muchos priistas o expriistas de vieja escuela añoran ese pasado, cuando se cree que sin tolerancia y apertura se puede tener una sociedad democrática y combatir con certidumbre la pobreza y la desigualdad, no se ha aprendido nada de las experiencias históricas y contemporáneas, nuestras y del mundo. La demagogia, la intolerancia y el populismo sí son un peligro, provengan de derecha o de izquierda y deben ser enfrentados, comenzando por definirlos como tales.
Y hablando de estos temas. ¿Qué decir de los dirigentes o ahora casi exdirigentes de la Sección 22, guardando en cajas fuertes particulares cientos de miles de pesos para repartir a cómplices, a esa dirigencia calificada por sus propios agremiados como la más corrupta de la historia de esa sección sindical?, ¿no cree que esos señores, paradigmas de la demagogia, la intolerancia y el populismo, lo único que quieren es conservar intactos sus privilegios a costa de la educación de los niños oaxaqueños?