27-11-2015 Cuando López Obrador no quiere o le teme a algún rival no debate con él, lo descalifica. Lo hizo con Jaime Rodríguez, cuando el gobernador de Nuevo León insinuó que podría buscar la candidatura presidencial; lo ha hecho con el PRD, al que acusó de traición (quizás porque decidió no suicidarse cuando él lo abandonó) y de ser parte de su útil para todo “mafia en el poder”; lo está haciendo con el gobernador perredista Arturo Núñez, quien cometió el pecado de no ser un incondicional suyo (y de no hacerle ganar elecciones en ese estado, aunque fuera a la mala); y ahora se exhibió como un misógino cualquiera descalificando a Margarita Zavala porque no le gustó nada que estuviera al mismo nivel que él en las encuestas. Es mujer y además la esposa de Felipe Calderón, consideró López, por lo tanto es un instrumento de otros.
López Obrador puede ser calificado de muchas cosas: de un duro opositor, de un político tenaz, de un hombre que ha recorrido una y otra vez el país, pero nadie puede catalogarlo, con seriedad, de ser un hombre de izquierda, siquiera progresista, sobre todo si identificamos el progresismo con la tolerancia, las libertades, el rechazo al autoritarismo, la equidad de género, el respeto a la ley y el derecho.
El problema es que no puede descalificar como una mera extensión de un hombre a una mujer como Margarita Zavala, que ha militado toda su vida en el PAN (era militante juvenil panista cuando Andrés Manuel se dedicaba a ser el compositor del himno del PRI en Tabasco en tiempos de López Portillo), que ha sido diputada, dirigente del partido y que dejó una impronta muy recordada por su labor cuando fue inquilina de Los Pinos. Así cree López Obrador que puede descalificar a cualquier mujer que sea su contrincante.
No es un paso en falso. Muchas veces, y lo demostró durante su gobierno, López Obrador ha insistido en que él no apostaba por una agenda de libertades. No apoyó el derecho de la mujer a decidir, e incluso bloqueó esas iniciativas cuando quisieron ser impulsadas por el PRD, no apoyó los matrimonios entre personas de un mismo sexo, no tuvo una agenda para las mujeres, más allá de subsidios específicos por maternidad o por hijos, que son muy útiles pero que no alcanzan para que las mujeres puedan gozar realmente de un estatus de igualdad. En todos esos temas estuvo más cerca del cardenal Norberto Rivera, que lo llevó ahora al Vaticano, que de su partido, su militancia y las mujeres. En las elecciones de 2006 acusó a Patricia Mercado de no haber declinado en su favor, pero olvida que jamás quiso adoptar ninguno de los puntos que tenía Patricia en su programa para contar con ese apoyo.
Su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, que siempre mantiene un perfil muy bajo, ahora apareció públicamente, pero para contestarle a Margarita, diciendo que está apelando a la cuestión de género para defenderse de acusaciones políticas. Alguien le debería explicar a Beatriz que el que agredió a Margarita recurriendo a la cuestión de género, para evitar debatir cuestiones políticas, fue su esposo, al descalificarla sin más porque no le gusta que esté casada con Calderón. Muy flaco favor el que le hicieron a Beatriz Gutiérrez con esa aparición, ¿para debatir con una mujer tienen que lanzar a otra mujer?, ¿no puede o no se digna Andrés Manuel a hacerlo personalmente?
López Obrador inició también una campaña para evitar que la gente pague por la luz eléctrica en Tabasco. Es algo que comenzó hace casi 25 años y que nos ha costado millones a todos los que sí pagamos por ese servicio público. Es una barbaridad y es algo francamente populista: la gente, todos, debemos pagar por los servicios que recibimos si queremos que esos servicios mejoren y funcionen adecuadamente. Eso es lo verdaderamente igualitario. No pagar la luz porque López considera que le hicieron fraude en una elección estatal en los 90 es un sin sentido. Y lo hace, además, comprando camionetas y contratando personal para que “asesore” (en realidad para que restablezca el servicio cuando sea cortado por falta de pago) con dinero público, que recibe supuestamente para su partido.
Es el mismo López Obrador que cuando era jefe de Gobierno y fueron linchados por una turba unos policías federales en Tláhuac, no ordenó a la policía intervenir para salvarlos y luego argumentó que los linchamientos eran usos y costumbres de los pueblos indígenas que había que respetar. Es el mismo que no permitió, durante su administración capitalina, que se compraran cámaras de vigilancia, computadoras y redes en las áreas de seguridad de la ciudad porque él no creía en eso. Que le pregunten si no cómo recibió la procuraduría del DF Miguel Mancera, ya en el gobierno de Marcelo Ebrard.
Sin duda se puede apoyar y votar por López Obrador por muchas razones, pero que nadie lo califique como progresista: es un político misógino, machista, conservador y autoritario. Eso sí, nadie le quita lo de tenaz opositor.