16-12-2015 Probablemente hoy nos desayunaremos con la novedad de que la Reserva Federal de los Estados Unidos anunció una subida en los tipos de interés de ese país de aproximadamente 0.25 por ciento. No tendría que ser nada extraordinario luego de que durante años, las tasas de interés en la Unión Americana se mantuvieron casi en cero, para impulsar la economía luego de la crisis del 2008-09. Al contrario, alguien tendría que verlo como una buena señal: aumentan las tasas precisamente porque la economía está funcionando.
Sin embargo la realidad es más cabrona: el aumento de las tasas retirará dinero invertido en los mercados emergentes como el nuestro (lo que nos ha costado ya varios miles de millones de dólares retirados de nuestras reservas para controlar los movimientos del peso) para llevarlo a economías como la estadounidense que comenzarán a ser más rentables. Como consecuencia y para no perder atractivo, también aumentarán nuestras tasas domésticas, lo que encarecerá un poco el crédito.
Todo eso ocurrirá en un contexto marcado por la caída del precio del petróleo. Al momento de escribir estas líneas la mezcla mexicana estaba en aproximadamente 27 dólares por barril. Son los precios más bajos del crudo desde que estalló la crisis hace siete años. Dicen los especialistas que está sólo cuatro dólares por encima de nuestros costos de producción que serían de 23 dólares (si es así, se pondría dramáticamente de manifiesto la ineficiencia de Pemex, porque es un costo altísimo de producción comparado con la de cualquier otra gran petrolera en el mundo). Sólo ese dato debería justificar la exigencia, aunque sus resultados no se perciban de inmediato, de la reforma energética y de la necesidad de abrir el mercado energético como se está haciendo.
Pero por lo pronto, los ingresos petroleros serán mucho menores y las coberturas no cubrirán en la misma medida, como ocurrió por ejemplo este año, esa caída. El petróleo se está vendiendo a principios del invierno a casi la mitad de lo calculado el presupuesto, y nada indica que el precio pueda mejorar significativamente: la OPEP no se pone de acuerdo en reducir sus producción, Irán se está preparando para entrar de lleno al mercado y la Agencia Internacional de Energía dice que hay superabundancia de crudo disponible para todo el 2016. Si la economía global comienza a activarse, la recuperación del precio del crudo comenzará a darse en el 2017.
Ese es el escenario central de nuestra economía para el año que inicia. No se trata de dramatizar las cosas: México ya no depende de sus exportaciones de sus materias primas en porcentajes tan altos como en el pasado; las exportaciones de productos manufacturados crecen porque crece la economía estadounidense y porque el consumo en el país, pese a todo, no se ha estancado. En los hechos, México y Colombia son las dos naciones de la región mejor preparadas para hacer frente a la caída de las materias primas que está desarticulando las economías de muchas naciones latinoamericanas, comenzando por Brasil.
Todo ello demuestra que el haber mantenido durante tantos años la coherencia en la política económica, más allá de vicisitudes sexenales, le ha redituado al país en estabilidad y en la posibilidad de poder sobrellevar estos periodos turbulentos (o crisis brutales como la iniciada en 2008) sin costos sociales tan altos como los que tuvimos en los 70 y 80 o los que hoy sufren otras naciones.
Pero eso no impide que el 2016 sea en términos económicos un año difícil. El objetivo deberá ser mantener esa estabilidad al tiempo que se logra sostener un crecimiento que aunque sea relativamente bajo sea también constante. Este año, pese a todas las previsiones, se logró un crecimiento de 2.5 superior incluso a la inflación anual. En la situación que vive la región y el mundo, es todo un logro. Y eso devino de la industria, de las inversiones, de la capacidad exportada en productos manufacturados.
Por supuesto que hay cosas que se podrían hacer diferentes, sobre todo quizás en lo fiscal o en la promoción de ciertos sectores (las zonas económicas especiales aprobadas ayer por el congreso son un buen ejemplo de ello) pero lo que no se puede perder es la coherencia y la estabilidad de la economía. En ella no puede haber resultados espectaculares ni milagros. Y unos y otros se pueden prometer con demasiada facilidad e imprudencia en un año electoralmente tan activo como será el 2016.
Más allá de eso y hablando de temas energéticos. En pleno proceso de detonar las energías renovables ante la caída de los precios del crudo existe preocupación entre los afiliados de la Asociación Mexicana de Energía Eólica por los problemas legales en los que los está metiendo su actual presidente, Adrián Escofet. Nadie sabe qué está sucediendo en esa Asociación en el momento que debería ser, precisamente, el de su despegue económico.