07-01-2016 No, el Mando Único no implica simplemente unificar corporaciones estatales y municipales y colocarlas bajo un solo comando. Ni siquiera es la suma, bajo ese mando único, de todos los policías de una entidad. El Mando Único implica, o debería hacerlo, construir una nueva policía, con nuevos parámetros y mecanismos de selección y operación.
En realidad, de lo que tenemos que hablar es de un nuevo modelo policial que debe contar con mandos “únicos” para referirse a centralizados y operativos, que pueden contemplar márgenes de autonomía en ciertos municipios con capacidad real de garantizar la seguridad ciudadana, pero siempre en torno al eje de articular de los mandos estatales, mismos que deben, a su vez, estar estrechamente relacionados con la Policía Federal.
Hay quienes creen que se puede realizar esa labor mediante acuerdos políticos específicos en cada entidad, como ha ocurrido en varios casos (el mejor ejemplo, donde mejor ha funcionado ese nuevo modelo, es Nuevo León), pero eso deja el nuevo modelo sin un parapeto institucional. Es suficiente que un alcalde como Cuauhtémoc Blanco decida que quiere rechazar el modelo o que alcaldes de reciente ingreso, como ha ocurrido también en Morelos, sean presionados por grupos criminales para que el esquema entre en conflictos políticos y legales.
No es casualidad que donde más complejo ha sido construir nuevos modelos policiales ha sido en los estados más débiles, con mayor cantidad de municipios rurales y marginalidad, donde las fuerzas policiales locales son, simplemente, exiguas. Hay en el país casi dos mil 500 municipios, no podemos tener dos mil 500 policías diferentes, que en el 90% de los casos no están en condiciones mínimas de garantizar siquiera el cumplimiento de los bandos de buen gobierno.
Por eso, el nuevo modelo policial debe tener fuerza de ley, debe estar basado en un diseño estricto en el que las atribuciones de cada área de seguridad sean claras y donde sus mandos, a través de la cadena de formación policial, tengan un mismo origen, de forma tal que todos ellos tengan una formación y unos controles de confianza comunes, a través de ese mecanismo de centralización y coordinación común, se puede construir el resto del andamiaje policial.
Hay quienes creen que para ello se requiere una reforma constitucional, otros consideran que se debe operar simplemente a través de cambios en las leyes normativas, más fáciles de obtener sin cambiar la Constitución, pero definitivamente no se puede avanzar simplemente apelando a la buena voluntad política. Hoy, por ejemplo, prácticamente ningún municipio rural y muchos urbanos pueden sustraerse a contar con una policía estatal, con Mando Único, que opere en ellos. Qué sentido tiene que un presidente municipal tenga cinco, diez o quince policías mal equipados y sin formación. El único es contar, para ese munícipe y más probablemente para algún grupo criminal, con recursos y espacios de poder que vienen de la mano con el manejo policial.
El tema es complejo, pero llama profundamente la atención que los partidos no quieran ni siquiera debatirlo. Hay una iniciativa para el Mando Único (que en realidad es parte del nuevo modelo policial planteado) del 2010, durante la administración Calderón. El presidente Peña ha presentado una iniciativa en el 2013 en el mismo sentido, y hasta ahora ninguno de los partidos, ni las pasadas ni la actual legislatura han querido debatirlo. Pero eso sí, ya está en ciernes el debate sobre la legalización de la mariguana… cuando no podemos decidir siquiera qué modelo de policía le urge al país.
El mercado de las alianzas
Las resistencias a las alianzas entre el PRD y el PAN no son nuevas, existieron hace seis años cuando se realizaron esos acuerdos para Sinaloa, Puebla y Oaxaca, entre otros estados. La diferencia es que ahora López Obrador construye su candidatura desde Morena. Fueron tan profundas esas diferencias en el PAN que estuvieron, por ejemplo, en el corazón de la renuncia de Fernando Gómez Mont a la secretaría de Gobernación.
Ahora el PAN tiene diferencias más que por esas alianzas en sí, por quienes podrían encabezarlas. El caso más notorio es el de Veracruz, donde, entre otros, Juan Bueno Torio ha renunciado para lanzar su candidatura independiente en desacuerdo con Miguel Ángel Yunes. En el PRD asumen desde su dirigencia que esa y otras alianzas son imprescindibles para mantener su competitividad, pero la oposición de Nueva Izquierda argumenta que en la situación de debilidad en que se encuentran, simplemente serán absorbidos por sus aliados y terminarán apoyando candidatos con los que están enfrentados, como el propio Yunes. Ese enfrentamiento en el PRD veracruzano ha alcanzado, incluso, a los presidentes municipales de ese partido que ayer volvieron a manifestarlo públicamente a través de un desplegado. Tanto, que Agustín Basave ha tenido que amenazar con renunciar si no se dan esas alianzas.