11-01-2016 La detención, por tercera ocasión, de Joaquín El Chapo Guzmán, constituye para la administración Peña, para el propio Presidente, para su secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong y para su gabinete de seguridad, una revancha después de 182 días de tensión y pesadumbre. La fuga de Guzmán Loera el 11 de julio pasado, cuando el Presidente estaba en la que era entonces la muy importante visita internacional en París, fue, literalmente, una humillación política.
La misma tenía que ser lavada con una operación como la que se emprendió inmediatamente después de la fuga. Un grupo de élite con una estrecha coordinación de todas las áreas de seguridad, encabezado por Osorio, se dio a la búsqueda de El Chapo: los pasos se fueron cumpliendo uno tras otro. El punto inicial fue la detención de quienes habían organizado la fuga, pero sobre todo de los pilotos (porque se tuvo el destino hacia el que se dirigió El Chapo) y del constructor del túnel. La caída de la gente cercana sirvió para estrechar los contactos sobre Guzmán Loera que, como había hecho desde que se fugara de Puente Grande en el 2001, se refugió entre los suyos y en su territorio.
Pudo haber sido detenido en octubre pasado y escapó con algunas heridas en una pierna. Pero desde entonces el círculo se fue estrechando. Lo perdieron sus obsesiones: el aferrarse a los suyos y su tierra; sus hijas pequeñas y su mujer, con la que se quería reencontrar; su carácter demasiado enamoradizo y la caída sucesiva de sus operadores.
Y, sobre todo, su vanidad: buscó hacer una película sobre su vida, mandó contactar a productores y actores y se puso en marcha la producción: no sólo las autoridades tuvieron información sobre esos contactos, también los encargados del filme comenzaron a pedir enorme cantidad de información a las áreas de transparencia para su guión y contactaron al actor Sean Penn, esperando que fuera quien personificara a El Chapo. Kate del Castillo, una mujer guapa, entusiasta defensora de El Chapo y que, aparentemente, se quedó en su papel de La Reina del Sur, no dudó en asociarse con el capo, a ir a reunirse con El Chapo, a dejarse cotejar y, paradójicamente, fueron ella y Sean Penn quienes llevaron a las autoridades a localizar a El Chapo. Siguiendo la pista de Kate, de la producción, del intercambio de mensajes de mail y de los ramos de flores, del cotejo pues, encontraron a El Chapo. La inestable actriz está siendo investigada en México y Estados Unidos por esa asociación que alguien tendría que explicarle que es criminal. Por cierto, Kate y Sean son fervientes admiradores de El Chapo y, también, de la revolución bolivariana de Hugo Chávez.
El hecho es que este fin de semana, El Chapo durmió, otra vez, en el Altiplano. No sorprendió que no fuera extraditado de inmediato, porque sencillamente no se puede realizar una extradición que no esté plenamente cubierta en el terreno legal, y aún falta recorrer un trecho para ello, aunque mucho más temprano que tarde El Chapo también terminará durmiendo en una cárcel estadunidense. Pero sí sorprendió que lo enviaran nuevamente al penal del Altiplano.
Desde hace semanas se tenía determinado un esquema de reclusión. Se pensó en otros penales más modernos y mejor equipados que Almoloya, pero creo que las autoridades se decidieron a regresarlo allí porque es, también, una demostración de fuerza y de reafirmación de sus capacidades: un Estado no puede estar constantemente temeroso de su presunta debilidad, convencido de que la traición y la corrupción son más fuertes que él. Sería inadmisible que no se hubiera aprendido la lección de julio. Y estoy convencido de que no se permitirá que algo similar vuelva a ocurrir.
Esto tiene relación con algo que señalábamos antes: fue detenido con vida. No es un dato menor. Todo el mundo pensaba, incluyendo El Chapo, que si se lo volvía a encontrar, su destino sería el mismo que el de Pablo Escobar, muerto en una azotea de Medellín (por cierto, tanto Escobar como a El Chapo, aunque eran parte de una búsqueda nacional e internacional, decidieron quedarse en su terruño, cerca de los suyos en lugar de tratar de esconderse en el otro extremo del mundo). Pudo haber ocurrido así pero, a diferencia de Escobar, que literalmente se hizo matar en la persecución, El Chapo trató primero de escapar y cuando fue localizado en la fuga no ofreció resistencia. El que haya sido capturado con vida es un plus, un mérito, en el operativo que se implementó para su búsqueda.
La captura de El Chapo es un triunfo político y es también una oportunidad: más allá de su caída, hay que aprovechar el momento y la demostración de fuerzas que implica, para convencer a gobiernos, partidos y el Congreso, de que de una vez por todas se debe trabajar en temas centrales de la seguridad, postergados durante casi una década. Entre ellos y en forma prioritaria, el nuevo sistema policial para todo el país y una transformación completa del sistema de reclusorios en todos los niveles.