12-01-2016 La vanidad es mi pecado favorito, asegura, confiado en que está ganando la batalla, Satanás, personificado por Al Pacino, en el final de El abogado del Diablo. La película es magnífica y la aseveración cierta: por vanidad se cometen los mayores errores, las más grandes barbaridades. La vanidad de El Chapo Guzmán se gestó a través de los años, alimentada por medios y personajes que mitifican a un asesino, responsable de la muerte de miles de personas, tanto en forma directa como por la droga que comercializa.
Pero fue la vanidad, también, la que terminó haciendo caer a El Chapo. Entre quienes alimentaron su vanidad estuvo, en forma destacada y desde hace varios años, la actriz Kate del Castillo. Desde 2012 Kate se comunica en forma cotidiana, muchas de esas veces en forma personal, otras por medio de sus abogados, con El Chapo Guzmán. Ella acordó con Guzmán hacer una película sobre su vida, apologética claro, porque era coproducida por el propio Chapo, y llevó a Sean Penn a entrevistarlo, el mismo actor que se proponía que interpretara a El Chapo en ese film.
Soberbios a la vez que ignorantes (¿qué otro integrante es básico para ser vanidoso?), los dos simpatizantes de El Chapo y de la revolución bolivariana, creían que podían comunicarse, intercambiar mensajes, reunirse con los abogados y operadores de El Chapo sin que nadie los detectara. Kate recibía flores del capo, organizaba reuniones, alquilaba aviones para verlo y creía que la inteligencia mexicana y la estadunidense eran tan inútiles que no tendrían acceso a esa información.
Penn en su texto en Rolling Stone se asombra de que cuando van a ver a El Chapo, conducidos por su hijo Alfredo, se toparan con un retén del Ejército y con sólo ver el rostro del joven, los militares los dejaran pasar: “Ése es el poder de la cara del hijo de El Chapo”, dice en el reportaje, donde su mayor preocupación es su propio pene, no vaya a ser que se lo corten en un arranque de violencia, olvidando que el personaje del que estaban haciendo la apología había ordenado mutilar a miles sin mayor preocupación.
Ese retén los dejó pasar porque los venían siguiendo desde que salieron de Los Ángeles para reunirse con El Chapo. El objetivo no era impedir que se reunieran con El Chapo, sino permitirles que lo hicieran para así poder localizar la ubicación precisa del criminal más buscado del mundo. Y ellos llevaban a la inteligencia mexicana al refugio de El Chapo. Claro que el retén los iba a dejar pasar.
Un par de días después de esa reunión, donde estuvieron siete horas con El Chapo, se dio el operativo en el que Guzmán salvó la vida porque los militares decidieron no disparar desde el aire porque iba acompañado de mujeres y niños. Pero en la huida se lastimó una pierna: no podía ir demasiado lejos. La soberbia y la vanidad de Kate y de El Chapo, no les permitieron ni siquiera relacionar su encuentro con el operativo posterior. Kate siguió comunicándose con El Chapo e incluso se molestó con éste porque se anunciaba una película sobre su vida, también casualmente apologética. El Chapo siguió respondiendo, enviando flores y accedió a completar en video la entrevista que le haría Penn. Seguía todavía en la sierra, pero las autoridades, sabiendo ya que había acondicionado algunas casas para trasladarse a una zona urbana decidieron esperar a que se moviera porque es mucho más sencillo un operativo en una ciudad, en una vivienda que ya tenían localizada, que en medio de la sierra.
Durante un mes estuvieron vigilando la casa de Los Mochis (y otras dos en el estado), pero también monitoreando las comunicaciones del capo. Sabían que El Chapo se movería primero porque quería reencontrarse con su esposa y sus hijas, pero también porque había quedado para un nuevo encuentro con Kate y sus productores. Que El Chapo pudiera avanzar con Kate del Castillo en sus contactos y en la realización de la película no fue un descuido o un error de la inteligencia mexicana: fue un éxito, la llave que llevó a la localización y detención del criminal.
¿Tienen responsabilidades penales Kate y Penn? Ni en México ni en Estados Unidos es de por sí un delito reunirse con un criminal, pero sí lo es asociarse con él y encubrirlo. Es por lo menos muy discutible ética y moralmente aceptar una reunión de esas características con un capo (hay quienes han terminado en prisión simplemente por eso, por lo menos mientras se investiga el tipo de vínculos establecidos), pero, sin duda, es un delito asociarse con él. Coproducir una película, donde se utilizan recursos monetarios y materiales de un cártel viola las leyes aquí y en Estados Unidos (donde reside Kate que tiene doble nacionalidad). Utilizar recursos de estos grupos en forma consciente puede ser considerado lavado de dinero.
Hay todo un debate sobre los límites éticos de lo que hicieron Kate y Penn, pero más allá de eso, asociarse con un criminal, para hacer una película o para vender chiles, es simplemente un delito.