29-01-2016 Pocos gobernadores, si es que alguno, tienen mejor equipo que el de Rafael Moreno Valle. El poblano ha armado, dentro y fuera de la estructura del gobierno estatal, un equipo fuerte, poderoso que, además, no es ningún secreto que tiene puesta la mira no sólo en concluir su gestión a finales de este año, sino de ganar su elección y avanzar hacia 2018. Es válido y es una decisión inteligente. El problema es que en el panismo la toma de decisiones se ha fragmentado, el presidente del partido, Ricardo Anaya, olvida su papel y también quiere jugar en la próxima elección federal y, además, ha surgido la precandidatura alterna de Margarita Zavala, que no se puede ni remotamente ignorar. Y los golpes se dan sobre y debajo de la mesa.
La ruptura de la alianza PAN-PRD en Puebla se la tendrán que adjudicar no sólo a los perredistas inconformes con esa coalición, sino también a la dirigencia panista que sabía que reventando la alianza en Tlaxcala, donde se decidió que Adriana Dávila iría sola, se romperían los acuerdos también en Puebla, construida en torno a Tony Gali.
Es verdad que el PAN en Puebla tiene un peso electoral infinitamente mayor al del PRD, que no pasa de 7%, pero en una elección que será especialmente cerrada, ése puede ser un margen decisivo. Lo que no se explica es por qué no se hizo esfuerzo alguno por sacar adelante la alianza de Tlaxcala donde, dividido los votos, se terminarán yendo a tercios PAN, PRD y PRI, sin seguridad para nadie. Todo indica que la dirigencia panista, conscientemente, quiso poner difícil la elección poblana que tanto peso tiene para el futuro de Moreno Valle.
Es mucho lo que está en juego, lo que se puede ganar o perder en esta historia. De las 12 elecciones estatales de junio, tres son claves, por el peso político y el número de electores, con el agregado de que dos de ellas son para gobiernos de dos años que se tendrán que renovar en 2018: se trata de Veracruz, Puebla y Oaxaca (ésta con gobierno de seis años). En la primera, con dificultades, PAN y PRD sacaron una alianza que girará en torno a Miguel Ángel Yunes. En Oaxaca registraron la alianza, pero no tienen aún candidato, probablemente esperando que se defina primero el PRI. En Puebla no habrá alianza. Y para cualquiera que tenga fuertes intenciones de competir en 2018, son tres estados importantísimos.
Para el PAN esta operación tendría que ser fundamental y no parecen, salvo en el caso de Veracruz, tomarlo con la importancia que tiene. En el PRD están apostando a conservar votos, sus disyuntivas son otras y se topan con un factor que también intervendrá: Morena. No sé qué posibilidades puede tener Morena en Puebla, aparentemente muy pocas, y como quedaron las cosas al que le quitará, muchos o pocos votos, será al PRD, pero en Veracruz será un elemento de peso que golpeará a la alianza, lo mismo que las potenciales candidaturas independientes de Juan Bueno Torio y Gerardo Buganza. En Oaxaca, a Morena no le alcanza para ganar, pero de acuerdo con las candidaturas que decidan los aliancistas y el PRI, tendrá un margen que puede inclinar la elección. La más segura que tenía el PAN era Puebla, y solos la complicaron.
En estos comicios y en estos juegos internos se juegan las elecciones, pero también los equilibrios internos. En el PAN lo que estamos viendo es, hoy, un enfrentamiento entre Ricardo Anaya y Rafael Moreno Valle. Me imagino que, como se ha dicho, la idea es que en el caso de que se pierda Puebla, Rafael quedaría fuera de la contienda de 2018, y eso fortalecería a Ricardo. En realidad lo que no se comprende son dos cosas: primero, que si Moreno Valle gana Puebla, sin alianza y sin Anaya, ello implicaría una demostración de fuerza notable. Y, segundo, creo que Anaya se equivoca: en la misma medida en que en esos juegos palaciegos se juegan candidaturas y estados, la opción que se fortalecerá, si se produce un desgaste recíproco, será la de la única que no está involucrada en ello, que es Margarita Zavala.
En realidad, el problema de la dirigencia panista no es fracasar en una elección. Como decía Samuel Beckett, todo depende de la congruencia y la persistencia: “Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”, decía el escritor irlandés. El punto es que como están operando pueden fracasar peor.
Todo mientras la dirigencia blanquiazul se sigue haciendo bolas con el tema de la diputada Lucero Sánchez y el coordinador legislativo en Sinaloa, Guadalupe Carrizoza. Una cercanísima a Guzmán Loera, el otro también y además un expriista que estaba inhabilitado por haber tenido en el padrón de beneficiarios agrícolas del estado nada menos que a El Chapo, El Mayo Zambada y a sus familias. Ricardo Anaya tendría que comprender que una cosa son las respuestas políticas y otras las judiciales. Exigirle a la PGR que demande el desafuero de la diputada es no entender que hay vías legales que toman tiempo mientras que en el terreno político ninguna de esas consideraciones son necesarias: se puede y debe actuar con rapidez.